Mi esposa abogada: ¡Estás arrestado! romance Capítulo 84

Él hizo un puchero, luciendo muy triste.

Como a Modesto no le gustaba ella, era justificable que no dejara que Boris fuera a reunirse con ella.

—Entonces, ¿te escabulliste solo?

Ese era el punto crucial.

El niño le respondió con una gran sonrisa, asintiendo tácitamente.

—Ven, sube al coche conmigo.

Maira estaba muy inquieta por él, así que lo llevó al coche y condujo hasta el garaje subterráneo.

—Mami, ¿qué has estado haciendo?

—Mami, ¿me has echado de menos?

—Mami, ¿has vuelto a perder peso?

***

Boris, sentado en el asiento trasero, no dejaba de hacer preguntas como si ella fuera realmente su verdadera madre.

Maira sacudió la cabeza sin poder evitarlo.

—Boris, no soy tu mami. No me llames así cuando lleguemos a la empresa más tarde, ¿vale?

Su relación actual con Wanda ya era muy delicada, y si ella lo escuchaba decir eso, seguro que se tensaría aún más.

—Eres mi mami, nadie puede negarlo.

A Boris le daba igual lo que dijera Maira, no cambiaría su opinión fácilmente mientras estaba seguro de que era su mami.

Maira se quedó sin palabras.

«Cielos, no sé qué hacer con él.»

Tras aparcar el coche, Maira empujó la puerta y salió. Justo cuando abrió la puerta trasera y lo llevó en brazos afuera, oyó pasos a su espalda.

Se dio la vuelta y se encontró con una docena de guardaespaldas con traje y gafas de sol que la rodeaban, bloqueando su camino.

Se estremeció de miedo y preguntó ligeramente confundida:

—¿Quiénes son? ¿Qué quieren?

Tomó fuertemente a Boris en sus brazos, con cuidado de que no se hiciera ningún daño.

—Jefe, lo encontramos, está en el garaje.

Uno de los guardaespaldas que encabezaba el grupo sacó el walkie-talkie y comenzó a informar al hombre del otro lado de la línea.

Un nerviosismo le recorrió por el corazón inmediatamente y se sintió cansada ante la idea de tener que enfrentarse a Modesto en poco tiempo.

Pero también estaba aliviada. Estos hombres habían venido a buscar a Boris, no a secuestrarlo.

El ambiente la había asustado mucho en ese momento.

—Boris, será mejor que te vayas con esta gente. Yo tengo asuntos que atender, así que no puedo acompañarte.

Ella solo quería salir lo antes posible.

Conforme a lo que conocía a Modesto, ¡este la mataría cuando viera que estaba con su hijo!

—¡No quiero que te vayas! ¡No!

Boris le rodeó el cuello con sus brazos, mostrándose reacio a soltarla.

—¡Mami, sólo quiero quedarme contigo!

Le hizo un mohín mientras su cara se arrugaba por la tristeza, y sus ojos se llenaron de lágrimas, como si fuera a llorar al siguiente segundo.

Maira, con mucha impotencia, se preguntaba cuál era la conexión entre ella y Modesto y por qué siempre había un Boris quien los juntaba.

Pero estaba tan encariñada con ese chico que no podía rechazarlo.

Le dolió verlo con lágrimas de angustia.

—Boris, tu mami es Wanda, no yo. Te has equivocado.

Maira trató de explicarle con paciencia.

—¡No!

Boris sacudió la cabeza repetidamente e hizo un sonido adorable.

—No lo es.

—Yo...

Maira no sabía qué más decir.

—¿Dónde está Boris?

En ese momento, una voz magnética llegó desde no muy lejos. Al escuchar con atención, se detectó un ligero temblor en esta, demostrando que esa persona estaba muy ansiosa.

—Jefe.

Los guardaespaldas le asintieron y le abrieron paso respetuosamente.

En el instante en que Modesto apareció frente a ella, se miraron en silencio mientras que el aire pareció congelarse.

—Papi, echo mucho de menos a mami, déjame quedarme un rato con ella, por favor.

Boris levantó la vista, y sus ojos manchados de lágrimas se encontraron con el sombrío rostro de Modesto.

—Solo un ratito, ¿vale?

Sus dos brazos no dejaban de moverse mientras le hacía pucheros.

Aquella expresión lastimera pero adorable hizo que Modesto fuera incapaz de negarse.

¿Cómo él no iba a tener el corazón roto cuando había conseguido a Boris por ese medio y en un abrir y cerrar de ojos ya tenía cinco años, en los que no había recibido suficiente amor materno?

—Boris, pórtate bien. Tengo que ir a trabajar, ya jugaré contigo cuando termine, ¿vale?

Maira se levantó la muñeca y miró la hora de su reloj. Ya eran las siete y cincuenta, faltaban diez minutos para llegar tarde.

A continuación, se deshizo de la mano de Modesto.

—Suéltame, tengo que trabajar.

«Ahí perderé la primera asistencia si llego tarde».

—Mami, no te vayas...

Al ver que Maira se daba la vuelta y se marchaba, Boris extendió su pequeña y regordeta mano y la agitó en el aire.

—No...

Lloró de forma tan desgarradora que, al llegar a los oídos de Maira, le dolió el corazón, pero solo por un momento.

Fue fugaz, pero claro como el día.

Con una pausa de pasos, no pudo evitar pararse en el lugar.

Modesto tensó el ceño y la llamó inconscientemente.

—Quédate con él, informaré al Departamento de Justicia.

Pero enseguida se arrepintió de las palabras después de haberlas pronunciado.

—Vamos, papi, qué amable...

Boris se alegró mucho, abrazó el apuesto rostro de Modesto y le dio un profundo beso.

—Papi, ¿puedes llevarme al parque de atracciones con mami?

—No. Ahora que he decidido ir a trabajar, voy a hacer lo mejor.

Maira se negó rotundamente porque no quería estar cerca de Boris.

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