Mi Esposa Astuta romance Capítulo 167

Amara sólo quería decir que no, pero Sergio ya había colgado el teléfono.

—Amara, ¿estás amenazada? ¿Llamamos a la policía?

El pequeño asistente entró en pánico y rezó en silencio para que no pasara nada.

—No, no puedes ofender a esta persona. Iré a buscarlo.

Amara sabía muy bien que si no iba a ver a Sergio, vendrían cosas más graves. Como no podía evitarlo, se limitó a afrontarlo con calma.

...

En Furburgo

En cuanto Amara se dirigió a la puerta, ésta se abrió sola. En el momento en que levantó la vista, Sergio apareció frente a ella.

Sergio iba vestido de forma muy informal, con una ropa deportiva gris clara. Parecía más amable, menos frío y agresivo.

—Has llegado justo a tiempo. He preparado tu cena favorita. Después de trabajar tanto tiempo, debes estar cansado... Siéntate y come.

Sergio se dio la vuelta y se dirigió hacia el comedor.

—Sergio, di directamente. No he venido aquí para cenar. Conozco muy bien tus pensamientos. Ya que me deseas tanto, te lo daré. ¿Cuánto tiempo necesitas que me quede contigo? ¿Una noche, un día o una semana?

Amara ni siquiera se molestó en sentarse con él a comer. Lo mantuvo conciso y al grano.

—He dicho que aún no he comido. Hablaré de ello cuando termine de comer.

Sergio miró a Amara. Su rostro era indiferente, y los demás no pudieron ver ninguna emoción.

—¿Por qué tienes que ser hipócrita? ¡Me pediste que viniera aquí sólo para eso!

Amara se puso delante de Sergio. Sus hermosos dedos se posaron ligeramente en el fuerte pecho de él, y se deslizaron lentamente hacia abajo. La otra mano se colocó en la hebilla de metal del cinturón de Sergio. Con un poco de fuerza, enganchó a Sergio frente a ella.

—¿Aún quieres comer ahora?

Mientras Amara hacía fuerza, Sergio avanzó dos pasos y se detuvo frente a ella. La vio guiñarle un ojo y coquetear con él. Amara sonrió con ternura y le besó la nuez de Adán.

Sergio sintió un cosquilleo. Con un poco de fuerza, la levantó directamente, la puso sobre la mesa del comedor y la besó.

Sergio siempre había pensado que era muy atractiva, por lo que no quería dejarla salir. Una vez que apareció, todos los hombres pensaban en ella y querían tenerla.

—Realmente te atreves a hacer cualquier cosa por esos regalos. Mientras un hombre te dé el regalo, puedes hacer lo que te pida?

La voz de Sergio era vaga pero extremadamente fría.

—¿Y qué? ¿O tengo que esperar a morir? Para alguien como yo que sólo puede vagar, ¡no estoy calificado para elegir nada! Pero soy el mejor. Hay pocas oportunidades que puedan pedirme que les ruegue. Pero cuando un hombre se hunde, todos le dan un empujón. Es mejor que esperes poder estar en la cima toda tu vida. Si un día estás abajo, no me culpes por ser despiadado. Quien tenga dinero y me trate bien, seguiré a quien sea.

Los ojos de Amara eran muy hermosos. Su voz era provocativa, y hablaba de forma burlona.

—No sé qué pasará en el futuro, pero ahora sigues siendo mía. Sírveme bien. ¿Entendido?

El rostro de Sergio era sombrío. Sus ojos eran afilados. Su poderosa aura la abrumaba tanto que no podía respirar.

¡Sólo un lunático!

Sergio nunca se había sentido tan asfixiado. Se sintió tan desconsolado. Quería controlar firmemente a Amara, pero no había nada que pudiera hacer con ella.

Sergio nunca se había sentido tan frustrado. Estaba muy molesto.

—Amara, deberías aprender a ser obediente. Está claro que conoces las consecuencias de enfadarme. No me importa usar la fuerza en absoluto. La única que sufre eres tú.

Los ojos de Sergio eran extremadamente crueles. No quiso esperar ni un segundo.

Clack, clack...

Sergio atrapó las muñecas de Amara con un cinturón. El sonido que hizo la hebilla del cinturón hizo temblar a Amara.

Al cabo de un rato, Amara sintió que estaba entumecida. Las lágrimas cayeron de sus mejillas y se hundieron en la alfombra.

El tiempo era frío, pero no tanto como su corazón.

Un accidente la incapacitó para quedarse embarazada. Lo había soportado en silencio y nadie sabía lo dolorosa que era.

En aquel entonces, tras ser torturada toda la noche, Amara huyó en secreto a un lugar desconocido. El intenso malestar la hizo sentir náuseas y mareos. No tuvo más remedio que ir al hospital para que la examinaran y entonces descubrió que estaba embarazada.

Era muy joven en ese momento y había sido mimada por Sergio. De repente, sin los cuidados, le pareció perderlo todo. Se sentó en un banco del parque sin saber qué hacer hasta que cayó la noche.

Cuando un hombre la vio, quiso violarla. Ella se resistió desesperadamente. Cuando estaba luchando, su espalda golpeó el reposabrazos del banco. Sintió un dolor agudo. La sangre bajó por sus piernas, tiñendo de rojo el vestido y el banco, y goteó en el suelo rápidamente. El aire estaba mezclado con un fuerte olor a sangre.

El hombre se asustó tanto que se mojó los pantalones. Entonces se dio la vuelta y salió corriendo.

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