Mi Esposa Astuta romance Capítulo 219

Camila no podía contar a Amara, que Lorenzo ya le pidió el divorcio con ella, porque no quería admitirlo y tampoco tenía intención de divorciarse de él.

—Amara, de todas formas, llevar a Amaya y Leila frente la justicia es más importante que lo que pasó en Fretston. Vamos a hacer las cosas uno por uno. Acompañaré al abuelo. Cuando se celebre el funeral alguien debe acompañarle, así también cumplo con mis obligaciones familiares por lo que respecta a Pablo.

—No te preocupes. Somos mejores amigas. Te acompañaré, así también me quedo más tranquila.

Amara abrazó a Camila. Se sintió más triste que ella. Camila sufrió demasiado desde pequeña.

—Tú también has hecho muchas cosas hoy. Vuelve y descansa. A lo mejor necesitaré tu ayuda más adelante. Pediré al señor Lorenzo que me acompañe luego.

—Vale. Así también es más fácil hablar entre parejas. Pues me voy a casa. Cualquier cosa dime. — Amara miró a Camila.

Solo quedaron el abuelo y Camila en la habitación. Camila limpió la casa y adecentó al anciano para que pudiera estar presentable en el funeral.

Después de terminar todo, Camila sacó el móvil y presionó los números que ya se sabía de memoria. Con los ojos fijos en la pantalla, ella se disponía a pulsar el botón de llamar, pero le asaltaron las dudas.

En momentos así, tenía tantas ganas que Lorenzo estuviera a su lado.

No obstante, en su mente, solo se proyectaban las imágenes de cuando Lorenzo le tiró las cosas. Era tan cruel y frío cuando la ordenó largarse.

Camila no se atrevió a llamar a Lorenzo. Su abuelo la acababa de dejar, ella no podría soportar más dolor. No quería demostrar su lado más vulnerable delante de Lorenzo.

Camila temía que Lorenzo la odiara aún más. Camila decidió sufrir en silencio, aunque la inundaba la tristeza.

Ya bien entrada la noche, Camila se apoyó al borde de la camilla del hospital. Llevaba todo el día acompañando al abuelo sin beber ni comer.

Se oyó un leve sonido de pasos en el pasillo acercándose a la puerta de habitación. La puerta fue abierta desde fuera y una figura alta y atractiva apareció frente a Camila. ¡Era Lorenzo!

Lorenzo vestía un traje negro hecho a mano, le otorgaba una imagen mucho más fría. Se apreciaba que no había podido descansar bien. No parecía tan limpio y fresco como antes, sino que daba una sensación inaccesible.

Cuando Lorenzo entró en la sala, Camila ya se aletargó al lado de la cama porque estaba exhausta físicamente por no comer ni beber todo el día. Lorenzo caminó hacia a Camila y miró su cara mientras dormía. Seguramente había llorado mucho ya que en su cara se podían apreciar los surcos de lágrimas en su rostro. Ella no dormía bien, su cuerpo temblaba de vez en cuando y su mano se aferraba la mano del abuelo. La imagen era muy desgarradora.

A Lorenzo le dolía verla así. Con la mano temblorosa, secó suavemente las lágrimas del rostro de Camila.

Camila tuvo un sueño muy largo. En su sueño, vio al señor Lorenzo, el cual tenía muchas ganas de ver. Él estaba a su lado consolándola y dándole todo el apoyo moral que podía. Camila anhelaba la calidez, aunque fuera muy poco, por eso se aproximaba poco a poco donde sentía algo de calidez de manera subconscientemente.

Lorenzo suavizó el movimiento, recogió a Camila entre sus brazos y se dirigió hacia el área de descanso de la familia que estaba en el otro lado. Él sabía que Camila debía haber estado muy triste. Para que ella pudiera dormir bien, la abrazó y la apaciguó acariciándola por su espalda.

Sus finos labios besaban la frente de Camila piadosamente.

—Camila…

A Lorenzo le costó mucho esfuerzo sacar las palabras, con la voz ronca.

Llegó el alba.

Camila se despertó aturdida y se encontró en una la camilla, pero ayer estaba acostada al lado del abuelo, ¿cómo acabó allí?

Cuando ella estaba tumbada al lado de abuelo, dormía bastante inquieta con la mente revuelta. Luego no sabía por qué, se quedó dormida muy profundamente. Tuvo un sueño, que era lo que más quería, además había visto al señor Lorenzo que le echaba de menos, y tuvo una buena noche de sueño hasta el amanecer.

—Abuelo, ahora voy a la Familia Amengual. Por favor, bendíceme para que pueda averiguar la verdad y llevar a esos dos ante la justicia. Espera mis buenas noticias. ¡Haré que Amaya y Leila reciban el castigo que se merecen!

Camila respiró profundamente, se preparó y salió del hospital para asistir a la fiesta de cumpleaños de Pablo.

Hoy el ambiente entre la Familia Amengual era un poco extraño.

Pablo había hecho caso a Camila, organizó el banquete, y nadie vino a la celebración excepto los miembros de la familia.

—¿¡Camila!? ¿Por qué vienes? ¡Lárgate de aquí! ¡Esta familia no necesita que vuelvas!

Amaya estaba de reposo tras el aborto. Tenía un aspecto enfermizo el cual con su maquillaje apenas podía disimularlo. Al ver a Camila, no pudo aguantar su odio.

Después de todo, Amaya valoraba mucho su reputación y no quería que Camila se riese de ella.

—¿Oh? ¿Quién eres tú para pedirme que me vaya? ¿Ahora mandas tú en los Amengual? Hoy es el cumpleaños de mi padre y estoy aquí para felicitarle. ¿Qué derecho tienes tú para detenerme?

Camila se puso delante de la puerta del dormitorio a propósito y se apoyó contra el marco de la puerta mirando a Amaya.

—Tú… —Amaya respiró profundamente. Ella sabía en el fondo que no podía ganar a Camila discutiendo. Justo cuando Leila llegó tras ella y miró a Camila.

—Camila, hoy es el cumpleaños de padre, ¡debes mostrar respeto! Todos los que están en casa son los más mayores, ¡cuidado con tus palabras! De todas formas, la visitante es una invitada, ya que has venido, pues únete a la celebración de papá. Cualquier cosa, déjala para mañana.

La mirada de Camila se postró en Leila. Leila era de mente abierta y sabía mantener la compostura. Antes estaba desalentada, pero ahora parecía que lo estaba pasando bien, actuando como una señorita adinerada e inocente, ganándose la simpatía de la gente.

Algo estaba mal.

Leila no tenía ese tipo de carácter. Era muy sospechoso que ella tratara a Camila de una manera tan agradable.

«¿Acaso siguen persistiendo en actuar según un plan?»

—Hoy es el cumpleaños de papá, claro que voy a quedarme.

Camila miró a Leila y luego se dirigió hacia el salón.

—Leila, no quiero ver a esa cabrona ni un segundo más, además tampoco te llevas bien con ella, ¿por qué hoy quieres que se quede para la fiesta?

Cuando Camila desapareció de su vista, Amaya se giró hacia Leila y le preguntó confundida.

—Ya tengo todo arreglado, no te preocupes.

Leila no le dio más explicaciones.

En la sala de estar, Camila estaba bebiendo el té servido por una criada, pero sentía que algo no iba bien. Tuvo la sensación de que alguien la miraba fijamente y el peligro se acercaba poco a poco.

Camila estaba preparada y sonrió ligeramente con una mirada fría.

De repente, una sombra surgió rápidamente y la golpeó con un palo directamente sin esperar a que Camila reaccionara dejándola inconsciente.

—¡Llévala a la habitación! —Leila salió y ordenó a su guardaespaldas.

—Sí.

El guardaespaldas recogió a Camila entre sus brazos y la colocó en la cama de la habitación particular siguiendo sus órdenes.

Sonó el sonido de una cámara.

Leila entró en la habitación. Hizo una foto con el móvil y la envió. Luego cerró bien la puerta y volvió al salón.

Poco después, una persona acudió a la cita. ¡Era Daniel!

—Sr. Daniel, es realmente raro que nos visite. Entre, por favor.

Leila se levantó y abrió la puerta. Se rio cuando vio a Daniel y se hizo a un lado invitándole a entrar.

—Ahora es usted un genio muy conocido de la medicina en Ameriart. No sé cuántas señoritas famosas querrían casarse contigo, pero por desgracia aún no tienes a nadie en mente —habló sonriendo Leila—. Sé que eres muy noble y frío, pero también que te gusta Camila de verdad. Puedes hacer de todo mientras que esté relacionado con ella, ¿cierto?

—¿Dónde está Camila?

Daniel miró a su alrededor, pero no vio la figura de Camila.

—En la habitación que he preparado para vosotros, con todo lo que necesitáis.

Leila se rio tanto que se le saltaron las lágrimas.

Daniel no le hizo ningún caso, solo quería alejar a Camila de la Familia Amengual. No quería quedarse mucho tiempo en ese sitio.

—Sr. Daniel, no tengas tanta prisa. Déjame acabar la frase —Leila le paró—. No debes dejar escapar esta oportunidad. Camila ya está tumbada en la cama esperando tu cariño.

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