Mi Esposa Astuta romance Capítulo 43

—Trabajador temporal, ven aquí.

Lorenzo, con mirada seria, ordenó.

—¿Pasa algo?

Camila dejó el rompecabezas en su mano y se acercó a Lorenzo.

—No he dicho que seas un trabajador temporal. ¿Te sientes agraviado?

Lorenzo la tomó en sus brazos. Sus dedos delgados y bien articulados se posaron ligeramente en su barbilla, haciendo que ella tuviera que mirarle.

—No tengo tiempo libre para jugar a la oficina con mi jefe. Te has equivocado de persona.

Los ojos de Camila brillaron y miró a Lorenzo.

—¿Jugar a la oficina? Tienes que ponerte un vestido profesional ultracorto y atractivo para que te consideren dedicada. ¿Qué quieres decir con lo de llevar pijama?

Lorenzo la miró con una sonrisa en la cara, burlándose de ella.

—Bruto.

Camila no pudo evitar regañarle.

Este hombre solía tener un estilo completamente ascético. Parecía que rechazaba a los demás y que se mostraba distante a miles de kilómetros de distancia. Cómo podía actuar así en privado...

—En primer lugar, ya no soy un niño. Segundo, soy un hombre normal.

Lorenzo se rió una vez más de las palabras de Camila. Aunque se mantuviera limpio y nunca provocara a ninguna mujer, eso no significaba que no supiera de estas como hombre maduro.

—Tengo hambre. Aliméntame con avena.

Lorenzo puso el pequeño cuenco que le entregó antes el ama de llaves y lo puso en la mano de Camila.

Camila se moría de ganas de ponerle en la cara todo el cuenco de gachas que tenía en la mano para ver cómo seguía alborotando.

Respiró profundamente, llenó una cuchara y se la metió directamente en la boca.

Lorenzo tragó la papilla, sacó la lengua y se lamió los finos labios inferiores.

—¿Estás lleno?

Camila lo miró.

—Es más delicioso que de costumbre. Trabajador temporal con un temperamento feroz, ¿tiene alguna idea audaz?

Lorenzo tomó el cuenco en la mano y lo puso en el estante a su lado.

—¿Alguna idea audaz?

Camila no respondió durante un rato.

—Según la rutina de los dramas televisivos ordinarios, cuando una mujer se enfrenta a un hombre tan guapo y rico, intenta envolverse como un regalo, se ata un lazo y toma la iniciativa de acercarse al hombre, soñando que si puede convertirse en la esposa de ese hombre acostándose con él y ser la única en su vida...

Lorenzo la miró con una sonrisa, frotando sus dedos contra sus delicadas y suaves mejillas.

—Ni lo menciones.

Camila se sonrojó y miró fijamente a Lorenzo con enfado.

—Lorenzo, tu mansión es espectacular. He visto un invernadero de cristal. ¿Por qué no vamos allí a cenar?

La voz de Claudia apareció de repente no muy lejos de los dos, y sonaba de buen humor.

—Debes tener hambre. Hay algo que te gusta esta noche.

Lorenzo ni siquiera miró a Claudia. Miró a Camila y abrió la boca.

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