Mi Esposa Astuta romance Capítulo 64

¡A Sergio le gustaba Leila!

Según la situación actual, el objetivo de Leila era Lorenzo, pero Lorenzo y Sergio eran mejores amigos. Las cosas se complicaron.

—Leila es muy codiciosa. Ella quiere conseguir los dos hombres excelentes. Es asqueroso.

Camila también se sorprendió.

—Vamos, continuemos. Después de las joyas, vamos a comprar ropa. Yo elegiré y prometo que el Sr. Cambeiro te gustará más con ellas.

A Amara le gustaron un par de gotas para las orejas y dejó que el camarero las envolviera.

—Déjenlos en la oficina del presidente.

Dijo Amara y tiró de Camila hacia la sección de ropa.

—Somos tan descarados. ¿Realmente no importa?

Camila movió los labios. ¿Por qué tenía que comprar ropa para complacer a Lorenzo?

—Sergio, si no tienes relaciones sociales últimamente, puedes invitar a tus amigos, Lorenzo y Isaac, a cenar juntos.

Leila parecía decir eso deliberadamente para provocar y Camila y Amara pueden oírlo.

—Puede que Lorenzo no esté dispuesto a venir, pero Isaac sí.

Sergio miró tranquilamente a Amara.

—Bueno, gracias.

Leila curvó los labios y se rió. Miró a lo largo de la mirada de Sergio y vio a Amara y Camila en la zona de los vestidos.

Amara había nacido hermosa, y tenía una buena figura, que llamaba la atención.

Cuando Amara empezó su carrera en el mundo del espectáculo, dio un golpe en el círculo. Y pronto se convirtió en una estrella famosa y ahora se había convertido en un ganador de la mejor actriz. Y fue la ganadora de varios premios, y ella tenía un montón de recursos en la mano. Además, tenía un equipo poderoso. Tenía talento y belleza, lo que la convirtió en el centro de atención.

Hoy, Amara estaba en un color frío en el que la gente normal no puede ser hermosa. Pero ella era hermosa en el color.

Aunque Leila estaba celosa, también comprendía que no podía llegar a ser tan excelente como Amara. Cualquier mercancía puede ser bien vendida siempre que se involucre con ella.

Tan joven como ella, tiene un aura de reina.

Leila volvió a mirar a Sergio, y lo vio observando a Amara. Y su mirada se prolongó hacia abajo...

Incluso una mujer no puede evitar mirar hacia Amara, que puede estar orgullosa de su figura.

—¿No estás ocupado? No te alejes de tus asuntos. Recuerda entregar lo que acabo de decir.

Leila sentía un gran odio por Amara, pero tenía un aire de dama generosa.

—Bueno.

Sergio asintió y se fue.

Los subordinados de Sergio le siguieron.

—¿De qué estabas hablando?

Diana se dirigió entonces a Leila y le preguntó con curiosidad. Aunque el objetivo de Leila es Lorenzo, pero a Sergio le gustaba Leila. Así que Diana vigiló en secreto a Leila y la alejó de Sergio.

—¿Qué te preocupa? Me gusta Lorenzo. En cuanto a Sergio, sólo tenemos una pequeña amistad y no me gusta. Además, dejo que Sergio los agrupe y tú puedes aprovechar para acercarte a Sergio.

Leila sabía que a Diana le gustaba Sergio, y sonrió.

—Eres mi mejor amigo.

Diana pensó que Leila era sincera con ella y se alegró.

—Pero debes tener cuidado con Amara, y has visto que Sergio la ha mirado fijamente.

Leila parecía ser muy amable al recordárselo a Diana, y naturalmente tiró de la mano de ésta, dándole suaves palmaditas.

—¿Tienes miedo de que te engañe?

Leila sacó con orgullo una tarjeta y se la entregó al cajero.

—Por favor, envuelva toda la mercancía en la tercera capa del armario.

Camila miró a la cajera y señaló la vitrina de edición limitada que tenía detrás.

Camila habló como si estuviera comprando coles.

Diana creyó haber oído mal y miró a Camila con sorpresa. Sus ojos parecían decir que estaba loca. La familia Alguacil era rica, pero ella nunca compraba cosas así.

—¿Tienes idea de cuánto son? ¿Cómo te atreves?

Diana miró a Camila y le recordó.

—¿Por qué? Hermana, ¿lo pagas por mí?

Camila ignoró a Diana y miró a Leila, con una sonrisa indiferente.

Esas cosas cuestan mucho y no había forma de que Leila pagara por Camila, así que cambió casualmente de tema y retiró en silencio la tarjeta bancaria.

—Acabas de llegar del pueblo y no es gran cosa pagar por ti. Pero, ¿no es usted un desvergonzado al quemar a los camareros que trabajan duro?

Dijo Leila y despreció a Camila.

—Leila, eres una noble dama, y nunca entenderás lo malvada que es la chica inmoral. Sólo va de farol y le aconsejo al camarero que llame a los guardaespaldas por si acaso roban aquí.

Diana instó al empleado a encontrar a los guardaespaldas y empeoró las cosas.

—Amara, dime que estamos comprando en un centro comercial, no en una montaña de monos. Han actuado muy bien, pero no tenemos nada para alimentarlos. Será mejor que se tomen un descanso.

Camila sonrió, sacó una Tarjeta Supremas de su bolso y se la entregó a la cajera.

En el momento en que Camila sacó de la tarjeta el diamante, Leila y Diana se quedaron atónitas.

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