Mi Esposa Astuta romance Capítulo 92

Camila frunció el ceño y soportó el dolor en silencio.

Lorenzo se calmó poco a poco y se volvió sobrio. Cuando la enfermedad reapareció, fue como un animal atrapado que lucha por salir del pantano sin poder evitarlo. Cuando se puso sobrio, se apresuró a alejarse de Camila.

—¿No estás bien otra vez? No te preocupes y tómatelo con calma. Cuidaré bien de ti... —Camila habló en voz muy baja.

—¡Atrás! —Lorenzo interrumpió a Camila y le hizo un gesto para que se alejara de él—. Ve a dormir un poco. Hoy has tenido un día duro.

Se dio la vuelta y se fue.

Lorenzo era un hombre muy orgulloso. No permitía que su vulnerabilidad se mostrara a los demás, ni siquiera a sus familiares más cercanos. Soportó todo en silencio y pasó por el calvario solo y lentamente.

En lugar de mejorarlo, lo empeoraba para que ella no pudiera quedarse de brazos cruzados.

—Lorenzo, tienes que intentar confiar en mí. No te servirá de nada sufrir solo. Al menos puedo ayudarte a sentirte mejor, ¿de acuerdo? —Camila no dudó. Se dirigió a la puerta del baño y golpeó con fuerza la puerta de cristal.

Lorenzo abrió el agua fría hasta el extremo, jadeando y apretando las manos bajo la alcachofa de la ducha, como si el olor de la sangre en el aire le hubiera hecho sentirse peor que nunca. No tuvo que mirarse al espejo para saber lo mal que estaba.

En la mente de Lorenzo, había mucha gente frente a él, llamándole enfermo, loco, demente...En trance, a Lorenzo le pareció notar que alguien gritaba su nombre con todas sus fuerzas, pero él no respondía. Esa persona no se daba por vencida.

Poco a poco, las imágenes que Lorenzo tenía en su mente -la multitud que se balanceaba- desaparecieron. Lo que podía oír era sólo su nombre.

—Lorenzo... ¿Estás bien? Lorenzo, di algo. Realmente no... —Camila seguía golpeando la puerta de cristal que parecía que iba a seguir si Lorenzo no la abría.

Lorenzo se dirigió a la puerta y la abrió.

Camila se sorprendió por su repentino movimiento, así que se quedó paralizada durante unos segundos. Luego observó su reacción con atención. No estaba bien, como si se hubiera convertido en un extraño.

La forma en que Lorenzo la miraba ahora era, como mínimo, atroz, como una bestia que se libera de su jaula y espera su oportunidad.

—Lorenzo, tú... —Camila le miró.

—Vete —Lorenzo miró fijamente a Camila, con la voz claramente apagada.

—De ninguna manera —Camila no se iría esta vez.

Respirando cada vez más rápido, Lorenzo agarró a Camila de repente, la arrastró de vuelta al dormitorio principal y la tiró a la cama.

Antes de que reaccionara, Lorenzo le había atado fuertemente las manos con una corbata al poste tallado de la cama para que no pudiera moverse.

—¡Lorenzo, vuelve! ¡No lo hagas! ¡Suéltalo! —Camila estaba aterrorizada y gritaba.

Parecía que no la había oído. Inclinó la cabeza y puso sus finos labios en su blanco cuello y le dio un fuerte mordisco de repente.

—Ouch... —Camila jadeó y el sudor brotó en su frente. Intentó desesperadamente liberarse pero la corbata estaba demasiado apretada. Camila se sintió fresca de repente sólo para descubrir que su ropa había sido rasgada por Lorenzo con los botones cayendo al suelo. Cada vez que Camila luchaba, Lorenzo la torturaba aún más.

Lorenzo tardó un buen rato en levantar la cara y miró a Camila con sus ojos reprimidos. Estaba blanquísima, con un fino sudor en la frente, unos cuantos mechones de pelo negro en las mejillas y su cabello cayendo en cascada sobre las sábanas de seda de color morado oscuro.

Era una belleza llamativa y emocionante para él. Los finos labios de Lorenzo molestaban a Camila. Ella sabía que Lorenzo no quería herirla. Para aliviar la brutal reacción de Lorenzo, ella tenía que ser gentil.

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