Mi esposa con múltiples identidades romance Capítulo 185

Cuando llegó la hora de irse, Iván se llevó su taza a casa. No sabía por qué la quería, pero se la daría como ella le pedía.

Media hora después. Bahía de Kelsington.

"Aquí tienes".

Jennifer cogió la taza y la miró detenidamente. Era una taza dorada con un lema tallado en ella: "La suerte viene del trabajo duro".

"¿Es este el lema de tu vida a lo largo de los años?" Jennifer levantó la cabeza y preguntó con una brillante sonrisa.

"Así es. Creo en él. Mientras me esfuerce lo suficiente, puedo tener éxito en cualquier cosa".

La taza era de alta calidad. Jennifer se dio cuenta de que era una taza personalizada, que podría ser costosa.

"Si te gusta esta taza, puedo conseguirte una nueva". Iván quería darle lo mejor. "Esta la he usado durante mucho tiempo".

"No, gracias", se negó Jennifer, "quiero usar la que tú has usado. Tiene tu olor".

"¿Mi olor?" Bromeó, "No sabía que tuvieras esa afición".

Jennifer se hizo eco de él para reírse. Se iba a ir pronto y no podía llevarse muchas cosas. Quería guardar algo de él como recuerdo.

Tal vez no volvieran a verse.

Esa noche, Iván arrastró por la fuerza a Jennifer a su dormitorio. Aubree no se lo impidió aunque se sintió desgraciada por ello.

A la mañana siguiente.

Jennifer se levantó temprano. Con la cara sonrojada, entró en la cocina y preparó el desayuno.

A Iván le gustaban sus fideos. Podía comer un gran tazón cada vez que ella cocinaba para él.

El desayuno terminó.

Jennifer se quedó en la puerta del salón, viendo salir el Lamborghini de Iván.

Una vez que Iván se fue, Aubree se dirigió a Jennifer y le ordenó fríamente: "Sígueme".

Jennifer volvió a sus cabales y la siguió hasta una habitación.

Aubree cerró la puerta con llave y se abalanzó sobre ella sin cuidado. "Siéntate".

La intuición de Jennifer le dijo que ésta era su última conversación antes de despedirse.

Las dos mujeres se sentaron de forma opuesta en la mesa. El cálido sol caía en la habitación a través de la ventana francesa. Era tan brillante que Jennifer se sintió deslumbrada.

Por un momento entró en trance. Al segundo siguiente, se concentró y miró a la mujer de mediana edad que tenía enfrente.

"Si lo amas de verdad, no necesitas hacer realidad su deseo". Aubree la miró fijamente. "En su lugar, debes pensar en él desde el fondo de tu corazón".

Sin embargo, la definición de amor difería en el corazón de cada uno.

Jennifer no tenía ganas de replicar a ella ya que era inútil. así que se mantuvo en silencio.

Aubree sacó una tableta, se quitó los guantes con calma y consultó la pantalla. La piel de sus dedos casi se había recuperado.

"Te voy a enseñar algunos vídeos. Entenderás muchas cosas", continuó Aubree en un tono raramente tranquilo. Le pasó la tableta a Jennifer.

Ésta se inclinó hacia delante para cogerla. Luego vio el videoclip.

En un patio decorado, se celebraba un banquete de cumpleaños. Había casi veinte niños en el patio. Una adolescente de trece o catorce años, con un vestido blanco, reía alegremente y con confianza entre la multitud.

Jennifer reconoció que era Catherine, una belleza nata.

"¡Iván, date prisa! Es hora de soplar las velas", incitó la chica en un tono agradable, sonando como un ruiseñor. Hizo un gesto a un chico que estaba pintando cerca de ellos.

El chico dejó su pincel y se acercó a la chica. Era joven y brillaba como una princesa.

Cuando Iván y Catherine se pusieron de pie juntos, parecían una pareja perfecta.

Aubree estudió la expresión de Jennifer y dijo con voz suave: "Acogí a Catherine cuando tenía once años. Era huérfana, pero era una chica dura. Es obediente, sensata e inteligente y nunca se ha quejado. Es adecuada para el campo de batalla de los negocios. Por eso, empecé a entrenarla".

Jennifer cerró el vídeo y puso la tableta sobre la mesa de café. Levantando la cabeza, miró a los ojos de Aubree con calma.

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