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Clara y Aarón, después de arreglarse, se prepararon para regresar a la Ciudad de México, con los medicamentos proporcionados por Leticia.
-Clara, ¿tienes prisa por irte? ¿No te quedas a comer? La comida está a punto de estar lista- dijo Luz, que llevaba un delantal, apresurándose hacia ellos.
-No es necesario, Luz, estoy ansiosa por regresar- respondió Clara, y luego se acercó y levantó el rostro sonrosado de Luz, que tenía un toque de humo y fuegos artificiales en él. Clara lo examinó detenidamente. -Luz, tu cumpleaños está cerca. Descansa estos días y no hagas estas tareas. Lo más importante es cuidar tu belleza. El fin de semana debes ser la estrella de cumpleaños más
hermosa del mundo.
-Honestamente, ni siquiera quiero celebrarlo. Solo de pensar en tener que socializar con tanta gente el domingo, me estreso- suspiró Luz con resignación. -Solo estoy tratando de alegrar a tu
papá.
-No es que intentes alegrar a mi papá, es que mi papá está tratando de alegrarte a ti, o más bien,
todos nosotros queremos celebrar tu cumpleaños, porque te lo mereces.
Clara frunció el ceño con una mirada de disgusto fingido. Con la nariz respingada y los labios rojos,
realmente se veía adorable.
El hermoso rostro de Luz se iluminó con una sonrisa encantadora, y ella le dio un suave apretón en la mejilla a Clara. -¿Qué regalo de cumpleaños podría ser mejor que tener una familia?
Luz había crecido en un orfanato y, después de ser descubierta por un cazatalentos, mientras cantaba en una compañía de teatro, había sido elegida por una agencia de entretenimiento. Su
vida había estado llena de dificultades, y a diferencia de Leticia, no tenía una noble cuna, ni el
respaldo de un padre aterrador como María. Siempre se había sentido inferior y pensaba que no merecía estar en esta familia. Soló quería vivir una vida tranquila y discreta, disfrutando de la
felicidad que tenía en el momento. No quería ser una molestia para nadie.
Las palabras de Luz hicieron que Clara se sintiera atragantada.
Clara admiraba profundamente a Julio. De repente, sintió el deseo de seguir sus pasos y tener su propio harén. Sin embargo, lamentablemente, aunque había muchas mujeres buenas, encontrar
un hombre bueno era extremadamente raro.

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