Al verlo salir, proferí una maldición — ¡No vas a poder conmigo infeliz! Ganaré ese caso. Así tenga que coquetearles al juez y al abogado de la otra parte para que fallen a mi favor —exclamé en voz alta, aunque esto último no lo dije en serio, porque a decir verdad no estaba de acuerdo con esas prácticas que eran bastante comunes entre algunas de mis colegas, quienes se ganaban la condescendencia de los involucrados a cambio de favores sexuales.
Tomé la carpeta con los documentos los puse en el escritorio y busqué el número de la señora Jones y le marqué.
—Señora Jones, le habla la abogada Kadece Keen. Soy quien lleva su caso, quería preguntarle… —pero la mujer no me dejó concluir y con una voz chillona bastante chocante me cuestionó.
—No la estoy entendiendo ¿Cómo que es la abogada que lleva mi caso? Hasta donde yo sé, mi expediente lo lleva el doctor Silverman, que es uno de los mejores abogados de esa firma. ¿Por qué la designaron a usted? Además nunca había oído nombrarla—discutió la mujer.
—Señora Jones, yo estaba en otro departamento, pero me asignaron a su proceso… —comencé a hablar, pero otra vez fui interrumpida por la mujer.
— ¿Y en qué departamento estaba? —siguió interrogando la mujer.
Ya esta cliente me tenía los cojones afuera y sin ningún tacto le respondí —Señora Jones, discúlpeme, pero no es su problema donde estaba trabajando antes, a usted lo que debe importarle es que atienda bien su caso y es lo que estoy haciendo. No la he llamado para socializar, solo quiero que tenga la bondad de facilitarme uno de los documentos contentivos en el expediente que llevamos de su caso el cual no está legible. ¿Es mucho pedir? —espeté casi sin respirar y bastante irritada.
—Es usted una grosera, tendré que informarle a Adams—pronunció en voz posesiva y amenazante—la forma en la cual me has tratado…—la interrumpí y la corté en seco.
— Ya veo que tiene más interés en acusarme con mi jefe que ponerle la mano a la mitad de la fortuna de su marido. Yo siendo usted hubiese preferido esto último, pero que le vamos a hacer... —hice una pequeña pausa y continué—… Bueno a mí me despedirán, por lo que solo perderé un trabajo, no hay problema puedo conseguirme otro, pero usted quedará pobre y volverse a conseguir un marido tan rico como el que tiene, no creo que le resulte tarea fácil—pronuncié mientras por dentro me reía a carcajadas, conocía a las mujeres de su calaña, bastante interesadas por cierto y ella jamás perdería una oportunidad.
Conté los segundos para esperar su reacción, estuve segura de que antes de contar cinco, ella cedería y definitivamente no me equivoqué, antes de llegar a tres, la mujer se dirigía a mí en un tono distinto.
— Abogada Keen, puede venir a buscar lo que necesite a mi casa en un par de horas, apunte la dirección—pronunció pacíficamente. Así lo hice, despidiéndome de la señora Jones sin dejar de esbozar una sonrisa triunfal en mis labios, había ganado mi primer round en esta batalla.
***
Soy Mark Gary Howard Koch, uno de los abogados más famosos del país, me llaman “El tiburón de California” ¿Por qué? Porque siempre despedazo a mis contrincantes, nunca tengo misericordia con ellos. Me observo en los cristales, luciendo un traje hecho a mi medida azul rey, que me proporciona elegancia y distinción, mientras todos fijan su mirada en mí, algo que me agrada sobremanera… Si soy extremadamente egocéntrico, ¿Quién en mi lugar no lo sería? Tengo todo lo que desean y necesitan las mujeres para caer a mis pies, dinero y poder, eso me hace verlos diferentes, tal vez por debajo de mí.
Entro a las instalaciones de mi imponente edificio de más de cinco mil metros cuadrados, construido totalmente en pequeños bloques de cristales de color negro, con una estructura versátil y funcional compuesta por arcos y cubiertas traslúcidas, con una espectacular terraza y un patio central cubierto, invadido por la luz, brindando un contacto directo del interior hacia el exterior.
El séquito de guardaespaldas me seguía muy de cerca, casi nunca me movilizo sin ellos… Bueno solo en contadas ocasiones, cuando me doy algunas escapadas y no quiero testigos. Llegué a la oficina pasado el mediodía, pues cuando no tenía previstas audiencias en el horario matutino, era mi hora habitual de iniciar el día. En caso de tenerlas a primera hora, dormía luego de salir de ellas.
Soy un ser completamente noctámbulo. Me acuesto entre las cuatro a cinco de la mañana, me levanto luego de aproximadamente seis a siete horas de descanso. Al levantarme hago dos horas de ejercicio físico, una nadando y otra en el gimnasio. Después de desayunar, empiezo mi día de trabajo siempre después de la una de la tarde. Con mis asistentes todos los días tengo una video conferencia después de ducharme y acicalarme, allí me ponen al día de todos los casos que lleva mi bufete, fuese o no el abogado que llevara la causa. Están obligados a darme un resumen diario. Soy un obseso de la información y del control, creo en la firme idea de que quien maneja esos dos elementos ostenta el poder.
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