Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 1118

Este ambiente tenso hizo que la gente quisiera huir. La asistente agarró su teléfono móvil y dudó si llamar a la policía.

En ese momento, Leila volvió a ser un poco consciente.

Con los ojos entreabiertos, ve que la persona que se sienta a su lado es Ady, frunce el ceño, abre la puerta del coche a su lado e inclina el cuerpo preparándose para bajar.

Ismael lo vio y se precipitó hacia el otro lado, justo a tiempo para atrapar a Leila en su caída.

La cogió por la cintura y se dirigió a su coche.

La asistente vio esto y, sin preocuparse por Ady, se apresuró a seguir a Ismael.

Ady se sentó en el coche, con una expresión cada vez peor.

¿Era esto como una relación entre una hermana y un hermano?

En el camino de vuelta, Leila se apoyó en la asistente y durmió profundamente.

Cuando llegaron a la casa de Leila, la asistente ayudó a Leila en la cama y le dijo a Ismael:

—Gracias, yo haré el resto.

Ismael miró a Leila, asintió y se fue.

La asistenta arropó a Leila y esperó un poco más. Sólo después de verla dormida, la asistente cogió sus cosas y se marchó tranquilamente.

Leila durmió hasta la medianoche, cuando se levantó sedienta y fue al salón a por un vaso de agua, aliviando por fin su garganta, que estaba a punto de echar humo.

Acababa de dejar el vaso de agua cuando escuchó el timbre de la puerta.

Leila se derrumba en el sofá, sin querer moverse. Justo cuando se estaba durmiendo, el timbre de la puerta volvió a sonar.

La cabeza de Leila parecía a punto de estallar de dolor. Se levantó lentamente, se apoyó en la pared y se dirigió a la puerta, la abrió y, sin mirar quién estaba fuera, se replegó en el sofá.

Ismael cerró la puerta, entró, se sentó a su lado, sacó el antídoto de la bolsa, fue a la cocina, se sirvió otro vaso de agua y ayudó a Leila a levantarse:

—Tómate las pastillas antes de irte a dormir.

—¿Pastilla? ¿Qué pastilla? —Leila se apoyó en sus brazos, frunciendo el ceño.

—El antídoto contra el alcohol.

—Bueno.

Tomó la medicina que le entregó Ismael, se la metió en la boca y volvió a tragar el agua, con poca energía en su cuerpo.

—¿Tienes hambre? —preguntó Ismael.

Leila asentió:

—He estado bebiendo toda la noche, todo el tiempo…

—Iré a prepararte algo de comer.

Estaba a punto de levantarse cuando Leila tiró de él, con los ojos húmedos y un poco confusos, con la cara todavía enrojecida por la borrachera. Ismael se encontó con su mirada y le preguntó suavemente:

—¿Qué pasa?

—Lo siento —Las lágrimas de Leila cayeron en silencio.

Ismael la atrajo suavemente entre sus brazos y su voz era grave:

—No tienes que disculparte conmigo.

—Pero si no fuera por mí, no tendrías…

—Iba a ser estudiante de intercambio, no por ti.

Leila moqueó y se zafó lentamente de sus brazos, bajando la cabeza:

—Sí, siempre te ibas a ir, no somos del mismo mundo.

—Entonces, ¿por qué no aceptas a Ady? —Ismael la miró.

—No me gusta —Leila se dio la vuelta y se recostó en los cojines.

—Entonces, ¿quién te gusta?

—Me gusta la luna.

—¿Quién?

Leila cerró los ojos y no dijo nada, como si estuviera dormida.

Ismael la llevó de vuelta a su habitación y se sentó en el borde de la cama para observarla en silencio.

Leila dormía profundamente, con los brazos ligeramente caídos.

La mirada de Ismael se posa en su muñeca y le quita suavemente la muñequera, frunciendo el ceño ante los viejos y nuevos moratones.

Leila maulló incómoda y se dio la vuelta.

Ismael cerró los ojos y volvió a colocarle la muñequera.

Tiró de la colcha a su lado y la tapó.

***

Leila miró su sopa y no dijo nada.

—Me voy a la oficina, vuelve esta noche —Ismael miró la hora.

—¿Vas a volver esta noche? —Leila levantó la cabeza.

Ismael apoyó una mano en la mesa y se inclinó para mirarla.

—Sé que no quieres que la gente se entere de nuestra relación y respeto tu opinión muchas veces, pero no quiero hacerlo ahora.

—¿Qué? —Leila no respondió por un momento.

—No quiero verte cerca de Ady la próxima vez —Ismael dijo, —Ya que tu rechazo no funciona, déjame hacerlo a mí, ¿vale?

La mente de Leila estaba un poco revuelta y ya no podía entender lo que decía:

—Nosotros…

—Eres responsable, Leila —Ismael la atrajo hacia él y bajó la cabeza para besarla en los labios.

Antes de que Leila pudiera decir algo, Ismael añadió:

—Si la próxima vez que Ady venga a acosarte, dile que tienes novio. Si no, anunciaré nuestra relación a todo el mundo.

Con eso, la besó de nuevo en los labios y se fue.

Leila se quedó paralizada allí, a medias. Era cierto que la noche anterior fue pasó algo…

La cabeza de Leila colgaba sobre el escritorio, incapaz de pensar en nada.

Al cabo de un rato, Leila se levantó y se sentó, marcando el número de la asistente.

—Milla, ¿qué pasó anoche cuando estaba borracha?

Tras escuchar al asistente, Leila colgó el teléfono y volvió a llamar a Ady.

—Leila, ¿estás mejor? Soy…—, preguntó Ady cuando se comunicó.

Leila le interrumpió.

—Sr. Ady, recuerdo que se lo dejé muy claro. Como amigo, no quiero poner palabras en tu boca, pero tus acciones han afectado a mi vida.

Al otro lado de la línea, Ady hizo una pausa antes de sonreír:

—¿Por qué?

—¿Qué quieres decir?

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