Cuando vuelve, Ismael está detrás de ella mientras Leila le toma las huellas dactilares.
Leila pensó un momento y giró la cabeza para mirarle:
—¿No es muy conveniente tener una contraseña de un solo uso?
—Está bien, es sólo cuestión de esperar un poco más —Ismael metió una mano en el bolsillo del pantalón.
Leila presionó varias veces la cerradura de combinación:
—Toma una huella digital.
Ismael se adelantó y agachó la cabeza para introducir sus huellas dactilares.
—Hazlo tú, yo me voy a duchar —Leila tosió.
Con eso, se apresuró a entrar en la habitación, cogió una muda de ropa y volvió a entrar en el baño.
Después de ducharse, Leila se puso delante del espejo, secándose el pelo mientras se miraba los labios algo hinchados.
En su mente, recordó el sonido de la respiración reprimida y contenida de Ismael mientras la besaba en el restaurante.
Era la edad de la juventud y la sangre.
Leila sacudió la cabeza, intentando quitarse esos pensamientos confusos de la cabeza.
Mientras se secaba el pelo, guardó el secador y, al bajar la vista, se dio cuenta de que en el tocador ya había un cepillo de dientes y una taza que no le pertenecían, y al lado, la toalla de Ismael.
Era como si hubiera empezado a invadir su vida.
Cuando Leila salió del baño, no había rastro de Ismael por ninguna parte.
Se estaba preguntando cuando se oyó el sonido de una cerradura que se abría en la puerta. Ismael entró.
—¿Dónde has estado? —dijo Leila.
—Para hacer algunas compras.
—Bueno.
No pensó nada más, Ismael acababa de mudarse y probablemente había mucho que comprar.
—Entonces… me voy a mi habitación, buenas noches —Leila retiró la mirada.
Estaba a punto de darse la vuelta cuando llegó la voz de Ismael:
—Todavía no son las diez.
Leila se excusó perfectamente con cara de circunstancias:
—¡Todavía tengo que leer el guión!
—Líneas de la obra, te las sabes de memoria —Ismael se acercó hacia ella.
—Ah… ah, no está mal, ¿no hay otra gira dentro de un tiempo? Tendré que revisar un poco.
—Lo estás repasando ahora, ¿no crees que lo olvidarás entonces?
—Así que hay que revisarlo todos los días.
—¿Cómo memorizas líneas tan largas si tienes tan mala memoria?
Leila se quedó en silencio, «¿Cómo es que su capacidad de pensamiento lógico es tan buena?»
—Mira una película antes de irte a la cama, es el momento justo.
Leila fue arrastrada por él y se sentó en el sofá.
Ismael encendió el mando a distancia y encontró una película al azar que estaba puesta.
Cuando empezó la película, se levantó y fue a apagar las luces adicionales.
Cuando volvió, tomó de nuevo la mano de Leila.
Pero está claro que la película no era tan buena como la de la tarde, y Leila bostezó a los diez minutos del episodio.
Hoy se había levantado temprano, con su carrera, su trabajo y su cita, y ahora que se había relajado, se sentía cansada.
Leila acababa de intentar echarse hacia atrás cuando se apoyó en el calor de un pecho fuerte.
Casi por reflejo, se sentó unos centímetros más erguida y estaba mucho más despierta.
—¿Somnolienta? —preguntó Ismael.
—No, sigo mirando —Leila negó con la cabeza, apenas se animó.
—Buenos días —Zoe asintió, con voz suave y pegajosa.
—Buenos días…— Leila le frotó el pelo, —¿Estás aquí con tu madre?
—No, mamá y papá llevaron a las hermanas a ver a la abuela a la Ciudad Norte, pero yo no quise ir.
—¿Por qué no quieres ir?
—Porque no sé cómo llamarlos —Zoe la miró sin comprender, —Por cierto, ¿vas a ser mi tía?
—¿Qué? —Obviamente, Leila aún no ha respondido.
En ese momento, la voz de Ismael llegó desde la cocina:
—Zoe, la cena está lista.
Zoe se puso en pie, casi olvidando para qué estaba aquí:
—Leila, no… tía, vamos a desayunar.
Leila temió que se dejara llevar por este nombre y susurró:
—Zoe, puedes llamarme Leila.
Zoe llevaba mucho tiempo luchando con esto y asintió con la cabeza, y mientras Leila levantaba las mantas de la cama, dijo:
—Recuerda que ya no puedes llamarme tía.
—Así que cuando tú y mi tío os caséis, ¿tampoco podré llamarte tía?
Leila casi tropezó con sus zapatillas y tuvo que ser conservadora en su táctica por ahora:
—Espera hasta entonces.
Zoe asintió a medias:
—Ve a comer, yo iré cuando me haya lavado —dijo Leila.
—De acuerdo.
Leila se dirigió al baño y cogió un puñado de agua fría para lavarse la cara, con la mente llena de todo este desorden de nombres.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...