A las cinco de la mañana el avión aterrizó en el aeropuerto de la Ciudad Sur.
Caía una fina llovizna que cubría la ciudad con una bruma neblinosa.
Nada más bajar del avión, Leila sintió un poco de frío.
Estornudó, se puso las gafas de sol y salió rápidamente por el carril VIP.
Cuando llegó al aparcamiento, el asistente acababa de abrir la puerta cuando Leila vio un coche familiar aparcado no muy lejos.
—Leila, vamos —dijo Milla.
—Y qué… parece que he olvidado mis cosas, volveré a buscarlas, vosotros id delante, yo volveré por mi cuenta más tarde —Leila retiró la mirada.
—Leila, entra en el coche y siéntate, yo iré a buscarlo por ti —dijo Milla a punto de volver corriendo.
—En realidad lo he pensado y no es tan importante, no hace falta buscarlo —Leila la apartó apresuradamente y tosió.
—Luego llamaré a la aerolínea y les pediré que se pongan en contacto con nosotros si encuentran algo.
Leila agarró su teléfono y, tras unos segundos de silencio, decidió decir la verdad:
—Yo, mi amigo viene a recogerme, así que ustedes vayan por delante.
—Entonces esperaré hasta que entres en el coche —Milla estaba llena de confusión.
Con eso, miró a su alrededor de nuevo:
—Leila, ¿cuándo llega tu amiga?
—Ya está aquí —Leila se apresuró a empujarla dentro del coche, —Ve tú, que el chófer te deje abajo en tu casa, descansa un poco, han sido dos días muy duros.
Con esas palabras, cerró inmediatamente la puerta del coche y le dijo al conductor:
—Está listo para salir.
Leila se sintió aliviada cuando se fueron, y justo cuando volvió la cabeza, vio que Ismael había salido del coche de alguna manera y estaba apoyado en la parte delantera del mismo, mirándola con una sonrisa burlona.
Leila se alisó el pelo y se acercó a él, colocándose frente a él y susurrándole:
—Te dije que no me recogieras.
—No podía dormir de todos modos.
Leila estaba a punto de seguir diciendo algo, y antes de que pudiera decir nada más, estornudó de nuevo.
Ismael, al ver que ella sólo llevaba manga corta, se quitó la chaqueta que llevaba y se la puso, yendo a tirar de la puerta del coche:
—Entra.
Leila recogió su ropa y se agachó para entrar.
Mientras tanto, la figura de Ady aparece en el garaje. Aparta la mirada de Ismael, con una sonrisa en la cara, y le hace un gesto con la cabeza.
La expresión de la cara de Ismael no cambia mucho, pero en dos segundos retira la mirada y se sienta en el asiento del conductor.
Dentro del coche, Leila no se da cuenta de lo que ocurre fuera mientras tira de su cinturón de seguridad:
—¿Tienes sueño? ¿Por qué no conduzco yo?
—No, hay descanso en el coche —dijo Ismael.
—El vuelo se ha retrasado hoy por el temporal, teníamos que estar allí a las dos —dijo Leila.
—¿Ha ido bien el espectáculo?
—Ha ido bastante bien.
Mientras los dos hablaban así, el coche había salido lentamente del aparcamiento.
Aunque fuera seguía lloviendo, ya había amanecido.
Para entonces, sus patatas ya estaban listas.
—Desde que tengo uso de razón, ha tenido muchos trabajos a tiempo parcial al mismo tiempo, incluso ha ayudado a la señora que vende comida rápida a limpiar la basura a cambio de mi desayuno. Cuando estaba en el colegio, de vez en cuando Armando Aparicio estaba en casa y, si estaba de buen humor después de ganar en el juego, me daba un poco de dinero para salir a comprar algo de comer, así que sabía cuál era el mejor bar de tapas.
Leila le devolvió la sonrisa:
—¿Siguen ahí esas tiendas?
—No desde hace mucho tiempo.
De repente, Leila sintió como si todos tuvieran el mismo pesar.
Cuando empezó, cada vez que intentaba comer patatas fritas a escondidas, su representante la regañaba diciéndole que no parecía una estrella y que la despreciarían si la fotografiaban.
Con el tiempo, algunas de sus aficiones han quedado enterradas junto con ella.
Tenía que recordar en todo momento que era una artista y que había muchas cosas que no podía ni debía hacer.
Al cabo de un rato, Ismael le preguntó:
—¿Sabe igual que el que comiste antes?
Al oír esto, Leila respondió mirando las patatas fritas que tenía en las manos y negando con la cabeza:
—Es completamente diferente.
Por tanto, no todo lo que se perdió antes se pudo recuperar.
—Si no recuerdo mal, te graduaste en la escuela de cine y televisión —dijo Ismael.
—Sí, ¿por qué? —Leila asintió.
—Nada, come, que se enfría —dijo Ismael.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...