Cuando llegué a casa después de desayunar, ya eran las siete.
La lluvia fuera también era un poco más fuerte que antes.
Leila se duchó y salió. Ismael ya se había puesto el traje, con la corbata en el pliegue del brazo, que aún no había tenido tiempo de abrocharse.
—¿Vas a la oficina
—Sí, hay una reunión esta mañana.
—Pero anoche estuviste despierto toda la noche.
—Dormí un poco mientras te esperaba en el coche —Ismael se acercó a ella, le cogió la mano y le puso la corbata en la palma, con voz baja y magnética, —¿Sabes hacer el nudo de una pajarita?
El corazón de Leila palpitó ligeramente mientras escuchaba y su mano no pudo evitar apretar unos puntos:
—No... no sé mucho sobre eso.
—Yo te enseñaré —dijo Ismael.
—Entonces agacha la cabeza.
Ismael obedeció e inclinó la cabeza.
Sin embargo, era más alto y Leila se puso de puntillas un momento antes de colocarle la corbata.
Lo rodeó dos veces y se dio cuenta de que algo iba mal:
—¿Cómo me lo pongo?
Los labios de Ismael se curvaron hacia abajo, le cogió la mano y le hizo el nudo de la corbata.
Pero resultó que algunas cosas las hacían mejor dos personas que una sola.
Leila volvió a desatarlo.
—Empieza de nuevo.
Esta vez Ismael no volvió a aleccionarla, sino que agachó la cabeza y la miró con una sonrisa.
Leila lo intentó varias veces y tuvo que ponérselo.
Al cabo de un momento, reaccionó de repente y miró a Ismael, sólo para descubrir que él también la miraba.
Leila no pudo evitar apartar la mirada.
—Parece un poco retrasado, ¿no tienes que ir a una reunión? Si no, mejor átalo tú.
—Lo estás haciendo bien —Ismael lo miró.
En efecto, era un poco mejor que al principio, pero estaba lejos de ser realmente bueno.
Ismael levantó una mano y le frotó el pelo.
—Vete a la cama, me voy.
—¿Volverás a cenar esta noche? —preguntó Leila.
No tenía nada que hacer esta tarde, así que podía dedicarse a cocinar en casa.
—Te enviaré un mensaje más tarde.
—De acuerdo —Leila asintió.
Apenas pronunció estas palabras, sintió que la tocaban.
El beso no fue largo, pero tampoco corto.
En cuanto sonó el teléfono de Ismael, la soltó y susurró:
—Me voy primero.
La mano de Leila mantuvo su posición en su cintura y sólo la retiró lentamente cuando él se hubo ido.
De vuelta en su habitación, se desplomó en la cama, un poco más somnolienta que antes.
Se tumbó boca abajo y jugó con su teléfono.
Poco después, Johanna la llamó:
—¿He oído que has vuelto a la Ciudad Sur?
—Sí —dijo Leila.
—No te recuerdo trabajando en otra cosa que no sea la obra, ¿por qué tienes tanta prisa?
—Tú planeaste el bloqueo de mí por el Sr. Édgar, ¿no?
—Gracias por pensar tan poderosa de mí —Leila sonrío por lo bajo.
—Leila, nos conocemos desde hace muchos años y, a pesar de las discusiones habituales, no tenías por qué ser tan despiadada, ¿verdad? Sabías que era el hijo del Sr. Édgar y…
—¿Qué me pasa? —Leila dijo débilmente, —Flora, ¿cómo es posible que dijeras cosas tan viles delante de un niño e intentaras calumniarme y, en cambio, sea yo quien te ha hecho daño?
—¿Entonces por qué no me dijiste que era el hijo del señor Édgar? ¡Leila, puedes engañar a los demás pero no a mí, no creas que no sé que lo hiciste a propósito, que me estabas gastando una broma para luego empujarme a la muerte! —dijo Flora.
—¿Te puse un cuchillo en el cuello y te obligué a hacer todo esto? —Leila se impacientó.
—Tú… tú… —Flora se quedó muda un momento.
Habló durante mucho tiempo sin pronunciar una frase completa.
Leila estaba a punto de colgar el teléfono cuando volvió la voz de Flora:
—Leila, no creas que por pisotearme se acabaron todas esas cosas feas de tu pasado, te lo digo yo, ¡nunca se acabarán!
—Lo recuerdo claramente, no necesito que me lo recuerdes —dijo Leila con indiferencia.
Tras las palabras, colgó el teléfono enseguida.
Al otro lado, Flora ya estaba bastante furiosa, apretó con fuerza el sobre que tenía en la mano y miró a la persona sentada frente a ella:
—¡Te lo prometo!
Rápidamente, añadió:
—Pero necesito saber de dónde vienen.
—No hace falta saber de dónde vienen, si algo existió, debe haber dejado un rastro.
—Pero lo he buscado antes, y no lo encuentro en absoluto…
—Eso sólo significa que no eres lo suficientemente bueno.
Flora apretó los dientes y miró el sobre que tenía en la mano.
La ola que Andrés Puig no había hecho hace tres años, ¡esta vez la haría ella!
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...