En el salón, William había esperado toda la noche y se levantó en cuanto oyó la voz de Zoe.
Pronto varios de los pequeños saltaron a sus brazos con un dulce grito:
—¡Abuelo!
William tenía una sonrisa en la cara y como Zoe ya era un niño grande, tuvo que levantar a las niñas mientras le decía a Zoe.
—Zoe, tienes hambre después de un vuelo tan largo, ve a comer algo.
En la mesa del comedor ya estaba preparada una abundante comida.
—¡De acuerdo! —Zoe asintió obedientemente.
En ese momento, Édgar y Doria e Ismael entraron casi al mismo tiempo que Leila.
Cuando terminaron de hablar con William, Leila también se apresuró a entregar los regalos que había comprado con ambas manos, tartamudeando
—Sr. William, este es el juego de té que compré para usted, no sé si le gusta…
William la miró y la saludó con una leve inclinación de cabeza. Pero como tenía a las chicas a su izquierda y a su derecha, no alargó la mano para cogerlo.
La caja de regalo que Leila tenía en la mano fue recogida por Ismael y entregada a la doncella que estaba esperando.
—Llévalo al estudio.
La doncella asintió y se marchó, y William añadió.
—Has tenido un viaje agotador, así que come primero.
En el momento en que se dio la vuelta, Leila exhaló sin dejar rastro, sintiendo sudor en las manos.
En la mesa había tres niños que no paraban de hablar y animar el ambiente, y toda la atmósfera era bastante agradable y no tan incómoda como cabría esperar.
Leila ya no estaba tan nerviosa como antes.
William le pareció un abuelo afable y un padre muy bueno con sus hijos.
Cuando estaba con Doria, se mostraba paternalmente tolerante y cariñoso, y hablaba despacio y con cuidado.
Con Ismael, en cambio, era razonable y justificado, y parecía mantenerse en todo momento ese ambiente de equilibrio entre padre e hijo.
Aunque no mostró demasiada preocupación por Ismael, Leila pudo darse cuenta de que había un entendimiento tácito entre ellos, que sabían lo que pasaba por la mente del otro con sólo una mirada.
Leila podía incluso imaginarse cómo se habían llevado en Londres a lo largo de los años.
Padre e hijo, compañeros de trabajo y mentores.
Los lazos de sangre son algo maravilloso.
En cuanto a Édgar, probablemente William aún recordaba toda la mierda que había hecho por aquel entonces y no se preocupaba por él, hablando más con Leila que con él.
—Estamos legalmente reconocidos como pareja legal, ¿qué tiene eso de incómodo? —Ismael rió por lo bajo.
A Leila le ardieron ligeramente las orejas al oír aquello, y no pudo decir palabra durante medio segundo.
—Si hay algún sitio al que te gustaría ir, te llevaré mañana —añadió Ismael.
—Me gustaría visitar tu escuela.
—De acuerdo.
Al cabo de un momento, Leila volvió a intentarlo.
—¿Tu padre sigue culpando a Édgar?
—Nada, siempre lo hacen.
—Rara vez veo a alguien que pueda ponerle cara a Édgar —Leila se rió.
Da un poco de mal rollo preferir a Édgar y tener que aguantarlo.
—¿Sigues nervioso ahora? —le pregunta Ismael.
—Tu padre es mucho más agradable de lo que pensaba —Leila negó suavemente con la cabeza.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...