Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 223

“Si no fuera porque matar es ilegal, le daría un golpetazo con el palo de golf en toda su cabeza.” pensó Doria Aparicio.

Édgar Santángel agarró de nuevo su mano inquieta, —¿Por qué me miras a mí? Mira hacia delante.

Antes que Doria se negara decisivamente, el otro brazo de Édgar cruzó por delante de ella y agarró el palo.

De esa manera, Doria se quedaba toda rodeada entre sus brazos.

Édgar dijo lentamente, —¿Stefano te ha dejado aquí sin más?

Ella respondió seriamente, —Puede que él no esperaba que fuera a encontrarme con un pícaro tan atrevido en pleno día.

A él se le escapó una risita y contestó, —Solo te estoy enseñando cómo jugar al golf, piensas demasiado.

Añadió ella, —No necesito eso, gracias.

—Llevas tres años casada conmigo, y aún no sabes jugar ni al golf, temo a que se rían de mí.

Doria no supo cómo contestarle.

“Este gilipollas me va a forzar a esto.” pensó ella.

Édgar no quería perder el tiempo charlando, así que dijo, —Inclina la espalda y agarra el palo.

Doria cogió aire profundamente, de momento no podía hacer otra cosa, y solo le quedaba obedecerle.

Después de unos segundos, no pudo aguantarse y preguntó, —Señor Édgar, ¿puedo hacer una pregunta?

La mirada de Édgar estaba fijada en el palo, parecía muy concentrado y dijo en tono frío, —Dime.

—Para enseñar jugar al golf, ¿es necesario acercarse tanto?

—Sí —respondió él.

Ella sonrió suavemente, —Antes he visto a Stefano enseñar a otra persona y no fue así para nada.

“Este gilipollas tiene casi todo su cuerpo pegado a mí, ¿esto no es aprovecharse de mí?” pensaba ella.

Él no sentía ni la mínima vergüenza, simplemente la miró de reojo de manera indiferente y dijo, —Eso solo quiere decir que Stefano tampoco sabe mucho, o si no es que él no quería enseñarle de verdad a aquella persona que tú mencionaste.

Doria sentía que sus venas de la frente saltaban.

Antes de que ella volviera a hablar, Édgar la soltó y retrocedió un paso hacia atrás, —Déjalo, no sirves para esto, solo estás perdiendo mi tiempo.

Nada más acabar la frase, se marchó sin darse ni la vuelta.

Doria miraba su espalda y apretaba su mandíbula. “Nunca en mi vida me he quedado sin palabras como ahora, este gilipollas me ha echado la culpa de una manera increíble.”

Ella dejó el palo y se dio cuenta que ya no había nadie en todo el campo de golf. Cogió aire y lo escupió, y cuando quería marcharse, entró Stefano Carvallo por la entrada, —Doria, discúlpame, me ha llevado un poco de tiempo, ¿te enseño ahora?

Doria ni siquiera lo pensó y se negó, —No… olvídalo, había estado probando, pero creo que no soy buena en esto.

Stefano tampoco pensó mucho cuando escuchó eso, —Pues vamos a pasear por otros sitios.

Dieron una vuelta por la ciudad de vacaciones, el cielo también oscurecía poco a poco. Muchos de los trabajadores habían vuelto al hotel para preparar la reunión anual de esta noche.

Stefano la dejó en la puerta, se miró el reloj de la muñeca y dijo, —De ahora hasta la reunión aún quedan más de dos horas, descansa primero, vengo a llamarte más tarde.

Doria también tenía un poco de sueño, así que asintió y dijo, —Vale.

—No lo sé, por favor explícate.

En este momento Doria vio a aquel gerente del hotel de antes, y detrás de él había dos hombres trajeados que miraban qué estaba pasando.

El gerente preguntó, —Señorita, ¿pasa algo?

Doria se quedó aturdida por unos segundos y su voz también bajó un poco, —Yo estoy al lado y aquí hace un poco de ruido, por eso vine…

—¿Ruido? —el gerente sintió rareza—. Yo antes estaba teniendo una reunión, pero no he escuchado ningún ruido.

Cuando Doria escuchó eso se quedó en piedra.

Cuando vio que aquella persona que estaba dentro era Édgar, ella casi estaba segura que era él haciendo a propósito ruido. Sin embargo, no esperaba que el gerente del hotel y otros trabajadores estuvieran dentro haciendo una reunión.

Édgar estaba apoyado en la puerta con los brazos cruzados y con las cejas levantadas, como si se estuviera burlándose en silencio.

Ella apretó los labios y dijo, —Lo siento, puede que haya escuchado mal.

Édgar añadió, —¿Qué has dicho? No he escuchado muy bien.

Doria apretó su puño, forzó su mandíbula y dijo, —Lo siento señor Édgar, ¡disculpe por las molestias!

—No veo tu buena fe.

Cuando escuchó eso, ella estaba un poquito paralizada. Sentía como si lo hubiera escuchado hace poco en algún lugar.

Pero en ese momento no tenía tiempo para pensar, ignoró directamente a Édgar e se inclinó para disculparse ante las otras personas que ella había interrumpido, —Siento por perderles el tiempo, continúen por favor.

Cuando Doria se marchó, todo el mundo de la habitación suspiró de alivio y dirigieron su mirada a Vicente Laguna. Se preguntaban en silencio, “¿El señor Édgar y su esposa siempre han sido tan frenéticos?”

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