Cuando regresó a la habitación, Doria Aparicio se tumbó en la cama. Aunque estaba completamente exhausta, ella no tenía sueño.
Después de media hora, el teléfono de la mesita de noche vibró unas cuantas veces.
Doria lo cogió y vio que era de Édgar Santángel.
Lo cogió cuando la llamada estaba a punto de finalizar.
Pronto, sonó la voz de Édgar, —¿Te has dormido?
Doria dijo, —No.
—¿Todavía no puedes dormir?
Doria no habló.
Hubo una pausa en el teléfono y Édgar volvió a decir, —Volveré en avión mañana por la tarde.
Después de un rato, Doria asintió.
Édgar dijo, —Te ha pasado algo.
Doria dijo, —No, ¿qué me podría pasar?
—Estás muy rara.
Doria respondió enfadada, —Tú eres el raro.
En ese momento, parecía que al otro lado del teléfono alguien llamó a Édgar y él susurró, —Espérame para cualquier cosa. Si realmente es urgente, ve con Alex, pero nunca corras el riesgo.
—Lo sé.
Édgar parecía estar muy ansioso y dijo nuevamente, —Diré a Alex que se comunique contigo en breve, no apagues el teléfono.
—Vale.
Después de colgar el teléfono, Doria respiró hondo, como si la ansiedad que le había molestado, hubiera desaparecido.
Durante toda la noche, Doria no durmió demasiado.
La hora que ponía en la carta de chantaje era a las ocho de la noche siguiente y Doria no estaba dispuesta a recaudar cincuenta mil euros, pero preparó una caja vacía.
Tenía un presentimiento de que la persona que le había enviado la carta de chantaje, debería estar relacionada con la persona que la había enviado al Club Crepúsculo hacía tres años.
De lo contrario, no podría tener estas cosas en sus manos.
La mayoría de esas personas eran subordinados de José López y desde que José la había enviado al hospital, éste desapareció de la nada y nunca volvió a aparecer.
Era un grupo de gánsteres y era posible que las fotos estuvieran en varias manos.
Pensando en esto, Doria se sintió muy impotente.
Para tratar con estas personas era inútil denunciarlos a la policía, porque no temían a la ley en absoluto.
Por la tarde, Alex Curbelo llegó tarde, se paró mirando al alrededor de la tienda y finalmente miró a Doria diciendo, —Hablando de esto, debería haberte enviado un regalo cuando abriste la tienda, pero pensé que no querías verme en ese momento.
Doria sonrió superficialmente y en realidad no quería ver a Alex, el consejero inepto de Édgar.
Alex se apoyó en la recepción y preguntó, —Oí a Édgar decir que te ha pasado algo, ¿cuál es la situación?
Doria dijo, —No es gran cosa.
Después de pensarlo, Doria volvió a decir, —¿Puedes prestarme algunas personas?.
—Claro que puedo, pero Édgar me pidió que te siguiera hasta que regrese. De un principio, si el asunto no es grave, te prestaré las personas directamente y no iré.
Doria lo miró con el ceño fruncido, como si dudara.
Alex notó su preocupación y golpeó la mesa con los dedos, —¿No quieres que Édgar lo sepa?
Doria no pensaba contarle a Édgar sobre esto desde el principio, pero tenía claro que, aunque le pidiera a Claudia Freixa que la acompañara, ellas dos no podrían hacer nada contra sus oponentes.
Entonces, cuando Édgar le pidió a Alex que la contactara, ella no se negó.
—Pues dices que soy tu chófer.
Alex miró la caja que tenía al lado y dijo, —Hay que actuar de forma más real y tener remedios de negociación.
Alex entregó la caja a sus subordinados, les pidió que se prepararan y continuó hablando con Doria.
—No te preocupes, no se lo diré a Édgar. Iré contigo esta noche para asegurarme de que todo vaya correctamente.
Doria asintió con la cabeza, —Gracias.
Por la noche, el automóvil se detuvo frente a un edificio residencial cerca de la escuela secundaria.
Tan pronto como Doria salió del coche, escuchó la voz ronca de un hombre en la oscuridad, —Ve al techo de allí.
Doria miró y vio una planta grande en el segundo piso, que no estaba muy lejos.
En ese momento, Alex salió del coche.
El hombre dijo inmediatamente, —¡No ponía que vinieras sola!
Alex levantó las manos y dijo, —Acabo de traerla aquí, amigo. No es seguro que una chica salga de noche, si todo lo que quieres es dinero, no seas tan tiquismiquis. Las fotos originales siguen en tus manos y no podemos hacerte nada.
En la oscuridad, el hombre se detuvo y dijo, —¡Pues quédate ahí, no te muevas, ni un paso!
—Está bien, no me moveré.
Alex miró a Doria, quien cargó la caja y caminó hacia el techo del segundo piso.
Cuando subió el último escalón, Doria escuchó la voz de un hombre a lo lejos, —¿No te dije que trajeras cincuenta mil euros? ¿Cuánto hay aquí? ¡Hija de puta, me estás vacilando!
La voz de Doria era tranquila, —Esto es solo una parte, cuando me des los originales, te daré el resto.
—¡Tú madre! No me intentes vacilar y tráeme ya el resto del dinero. Que si no publicaré las fotos en Internet, ¡para que seas una puta de por vida!
Doria miró hacia la oscuridad y frunció ligeramente el ceño.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...