Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 344

Tan pronto como Doria regresó a la tienda, recibió un correo electrónico del anfitrión, diciendo que había recibido su trabajo y que espere atentamente al resultado de la selección.

Pareció que ella había acertado, Doria colgó el teléfono y exhaló. Por fin podía relajarse unos días.

Al rato, alguien llamó a la puerta y Claudia asomó la cabeza,

—Doria, ¿estás ocupada?

—No, ¿qué pasa?

Claudia cerró la puerta y entró,

—Como llevamos mucho tiempo sin hacer reuniones externas en equipo, estamos hablando de salir esta semana a hacer barbacoa. ¿Qué te parece?

Doria asintió de inmediato,

—Genial.

—Entonces, voy a organizarlo —Claudia se acercó y susurró—. En esta reunión, se puede traer a la pareja. No digas que no te he avisado, que si no vas a tener que ver a todos mostrando cariño con su pareja.

Doria se quedó atónita, agarró a Claudia por su prenda y preguntó,

—¿Tú también vas a llevar una pareja?

Claudia se rio y arqueó las cejas,

—Claro, recientemente conocí a un chico guapetón en Internet, su voz es agradable y me envió fotos de sus músculos abdominales. Voy a aprovechar esta oportunidad para invitarlo y conocerlo.

—... No te dejes engañar.

—No te preocupes. En todo caso, yo sería más capaz de engañarlo. Además, nos vemos en nada y si la quedada fuera exitosa, ¡ya no sería soltera!

Doria se mostró rígida ante las ilusiones de Claudia y dijo,

—No lo veo muy fiable, debes tener cuidado.

Claudia le dio unas palmaditas en el hombro y dijo,

—Lo sé. ¿Y tú, traes a tu señor Édgar?

Al escuchar “tu señor Édgar”, la cara de Doria se puso roja involuntariamente y dijo avergonzada,

—Es una reunión tan agradable, para qué… ¿Par qué lo llevo? Si viene, lo destruye todo.

Claudia se quedó sin palabras porque ella tenía razón, y suspiró,

—Bueno, entonces solo podrás envidiarnos a solas.

Llegó el fin de semana y todos se reunieron en la puerta de la tienda para salir juntos.

Los novios de algunas chicas pequeñas habían venido y los chicos se hicieron rápidamente amigos.

Doria miró la hora y preguntó,

—Y tu chico guapetón, ¿no ha venido todavía?

Claudia miró a su alrededor y dijo,

—Me dijo que había llegado a la intersección hace cinco minutos, debería llegar en nada.

En ese momento, un Maybach se detuvo frente a ellos y un chico exclamó,

—¡Ostia! ¿Es tan rico?

Los ojos de Claudia también se agrandaron e inconscientemente agarró el brazo de Doria con fuerza.

«¡¡Ostia!! ¿Qué clase de guapetón es este?».

Cuando la puerta del coche se abrió lentamente, apareció una figura alta y esbelta a su vista.

No obstante, todo el mundo se decepcionó.

Édgar los barrió con la mirado y dijo,

—¿No soy bienvenido?

De repente, todos sintieron un escalofrío, y buscaron todo tipo de motivos para alejarse como ir a comprar bebidas, ir al baño.

La más decepcionada fue Claudia, quien no pudo evitar decir,

—Señor Édgar, ¿por qué se ha cambiado de coche?

—El otro está en mantenimiento —Édgar miró a Doria y preguntó—. ¿Adónde vas?

Édgar le había pregunta qué iba a hacer ese día para salir de cita con ella, pero como tenían la reunión del equipo, ella le había dicho que estaría muy ocupada en la tienda.

«¿Cómo es que el gilipollas me ha venido a buscar?».

Doria se rio a secas y cuando estaba a punto de escaparse, vio a niño de primaria muy lindo, que llevaba una mochila detrás.

El niño miró a Claudia, luego a Doria y preguntó con calma,

—¿Quién es Magikano?

Doria, Édgar, Claudia y los demás se quedaron sin voz.

Claudia nunca había pensado que sería tan vergonzoso leer en alto su nombre de usuario de WhatsApp.

Dio un paso adelante con dificultad, se puso en cuclillas frente a él, tratando de esbozar una sonrisa, y dijo,

—Hola, pequeño, ¿qué ocurre?

Este le tendió una mano a Claudia, actuó con mucha cortesía y dijo,

—Soy Peppa Pig, encantado de conocerte.

Claudia estaba dudosa, miró a su alrededor y preguntó,

—Pequeño, ¿dónde está tu acompañante? ¿Has venido con tu hermano? ¿O con tu madre?

—Vine aquí solo, ¿no me invitaste a comer barbacoa? —dicho esto, exhaló—. Me costó mucho persuadir a mi madre para que me dejara salir, pero tienes que llevarme a casa después de comer barbacoa, mi mamá tiene miedo de que seas una mala persona.

La sonrisa de Claudia fue derrumbando gradualmente,

—Teme que soy... ¿Una mala persona?

Peppa Pig asintió lentamente,

—Sí.

—Entonces, si yo fuera una mala persona, ¿cómo te llevaría de regreso?

—No te preocupes por esto, tengo mi plan.

Claudia sintió que casi entraría a la UCI si no se hubiera sido entrenada por los donjuanes, gracias a ellos ella tenía un corazón de hierro y podía afrontarse a la situación.

Por el otro lado, Doria agarró a Édgar del brazo con el rostro enrojecido y Édgar miró a ese niño con una expresión poco clara.

Claudia respiró hondo, se puso de pie y dijo,

—¡Venga! ¡Te llevo a casa!

—¡No!

Peppa Pig retrocedió dos pasos e insistió,

—Todavía no he comido barbacoa, dijiste que me ibas a invitar.

En ese momento regresaron aquellos que se habían ido a comprar bebidas, al ver que Claudia estaba hablando con un niño, se acercaron de inmediato y dijeron,

—Claudia, ¿es tu hermano? ¡Qué lindo!

Mientras hablaban, jugaron con los mofletes sonrosados del niño.

Peppa Pig frunció el ceño disgustado y se escondió detrás de Claudia.

Un chico que desconocía la situación preguntó,

—¿No viene tu novio?

Claudia quería pasar del tema y rápidamente dijo,

—¡No, no viene! Su coche se averió en la carretera, ¡vamos, al ataque!

—¡Vamos!

Se había calculado que en los coches de Claudia y Doria entraban todos, pero actualmente sobraba Édgar y el niño.

Claudia dejó a Peppa Pig en el coche de Édgar y dijo apresuradamente antes de que Édgar se negara,

—¡Señor Édgar, por favor! ¡Te haré cualquier favor si me necesita!

Dicho esto, cerró la puerta de un golpe.

Doria vio esta escena y susurró,

—¿No tienes miedo de que el niño no pueda salir del coche de Édgar?

—No entiendes, es una batalla interna y el que sobrevive es el fuerte.

Tenían prisa y Doria no tuvo tiempo de aconsejar a Édgar, pero confiaba que el gilipollas no acosaría a un niño.

De todos modos, el viaje no era muy largo, llagarían en una hora y no debería pasar nada.

Pensando en esto, Doria se retractó de sus pensamientos y se subió al coche.

Dentro del Maybach, Édgar miró de reojo al niño y dijo,

—Abrocha el cinturón de seguridad.

El niño dejó su mochila y admitió,

—Vale.

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