Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 365

Por el otro lado.

Daniel subió al segundo piso y marcó el número de Stefano.

—Creo que me han descubierto, hay que suspender todos los planes.

Estaban preparados para ser descubiertos. Stefano preguntó,

—¿Cómo te descubrieron?

—Me he descuidado —Daniel se sentó en el sofá y dijo a la ligera—. Al principio quería hablar con Doria sobre el documento de transferencias de acciones, pero no esperaba que Rivera tuviera a alguien vigilando en la puerta de la sala de piano. Aunque ese viejo zorro no escuchó nada de nuestra conversación, no dejará pasar esto tan fácilmente.

—Ya veo. Ahora no tenemos pistas valiosas en nuestras manos, incluso si Rivera investigara en nosotros, no podrá ir más allá de sospechar, porque no encontrará ninguna prueba.

Después de una pausa, Stefano volvió a decir,

—Pero me temo que enviará que alguien te espíe durante este período, tienes que tener más cuidado.

Daniel colgó el teléfono y miró por la ventana, nadie sabía lo que estaba pensando.

El documento de transferencias de acciones era solo un anzuelo lanzado por Rivera, lo que realmente quería hacer era mucho más que eso.

La gente de Rivera lo estuvo espiando en la oscuridad, pero no sacaron mucha cosa, tenía la misma agenda que antes, luego de salir de la sala de piano, se dirigía al bar, y no había ningún comportamiento inusual durante ese período.

***

Por la noche, mientras Doria estaba haciendo su diseño, llamaron a la puerta de la oficina. Claudia asomó la cabeza.

—Doria, ¿aún no te vas?

Doria levantó la cabeza y dijo,

—Me quedaré un rato más.

Al escuchar eso, Claudia enseguida mostró una sonrisa ambigua.

—Vale. Está lloviendo afuera, recuerda llevarte un paraguas cuando te vayas, no te resfríes.

Doria asintió con la cabeza.

—Vale, adiós.

Después de que Claudia se fue, Doria se estiró, se levantó para mover un poco el cuello, solo entonces escuchó el golpeteo de la lluvia.

Comprobó la hora, eran casi las nueve y no sabía si Édgar Santángel iba a venir o no.

Doria sacó su teléfono y cuando estaba a punto de llamarlo, se oyeron pasos desde la puerta.

Doria pensó que era Édgar quien vino, por eso simplemente abrió la puerta, pero se encontró con José López.

José estaba completamente mojado, y tenía una pinta de hecho un desastre.

Caminó unos pasos hacia Doria, quien dio un paso atrás con la guardia puesta.

José notó sus pensamientos y se detuvo.

—Tengo noticias de Armando.

Las cejas de Doria se movieron.

—¿Dónde está?

—Necesito dinero —dijo sin rodeos.

Doria frunció los labios.

—¿Cuánto?

—Cincuenta mil.

—Ahora mismo no tengo tanto dinero, mañana...

José la interrumpió,

—Lo necesito para esta noche.

Doria estaba a punto de hablar, pero notó que la lluvia que caía al suelo era de color rojo. En otras palabras, José estaba herido.

Después de unos segundos, Doria sacó una tarjeta.

—Tienes treinta mil aquí, los veinte mil restantes te los transferiré por el móvil.

—Gracias —José tomó la tarjeta y volvió a decir—. Armando está en un almacén abandonado del puerto, pero es mejor que no te apresures a hacer nada. Es muy astuto y conoce esa zona bastante bien. Si no tienes prisa, espera unos días a que me pase. Prometo que no lo dejaré escapar esta vez.

Doria asintió con la cabeza.

—Vale, como dije antes, mientras que lo encuentres, te daré el resto del dinero.

José no dijo nada más, se dio la vuelta y caminó hacia la lluvia.

Doria le miró la espalda y de repente habló,

—Espera.

José volvió la cabeza y la miró a través de una noche de fuerte lluvia.

—¿A dónde vas?

—Al hospital.

Doria se quedó en silencio unos segundos y tomó la llave,

—Te llevo, no es fácil tomar un taxi con una lluvia tan fuerte.

José probablemente se sorprendió de que le dijera eso, de modo que se quedó bajo la lluvia sin responder.

Doria miró la sangre en el suelo, pero no tenía tiempo de limpiarla ahora, solo volvió a la oficina y tomó las cosas, la llave del auto y dos paraguas más, luego cerró la puerta de la tienda. Una vez fuera, le entregó un paraguas a José.

—El auto está ahí, vámonos.

Pasó mucho tiempo antes de que José se acercara para tomarlo.

Después de subir al auto, Doria preguntó,

—¿A qué hospital quieres ir?

José informó una dirección y Doria lo puso en el navegador.

La lluvia era cada vez más fuerte, luego de un largo silencio, José dijo,

—¿No tienes miedo de que te haga algo saliendo así?

Doria se concentró en conducir.

—Si realmente quieres hacerme algo, lo habrías hecho en la tienda. Además, tampoco puedo vencerte peleando, así que para qué perder el tiempo temiendo.

José no habló más, la lluvia ensangrentada que caía de su cuerpo mojó todo el asiento.

En la entrada del hospital, tan pronto como Doria detuvo el auto, José abrió la puerta y se fue.

Doria le miró la espalda, pensó un momento antes de seguirlo.

Cuando llegó a la recepción del hospital, Doria vio que José estaba abonando los gastos, pero debido a que tenía una cicatriz en el rostro y su cuerpo estaba cubierto de sangre, la enfermera parecía asustada y no hubo respuesta durante un largo rato.

Doria se acercó, tomó el recibo de pago que sostenía José para entregárselo a la enfermera junto con la tarjeta bancaria.

Al ver esto, la enfermera abandonó la idea de llamar a la policía.

Doria miró el nombre que ponía en el recibo, Eustacio Espina.

Si no recordaba mal, este debería ser el padre de Alba Espina.

Después de abonar los gastos, la enfermera devolvió la tarjeta bancaria y el recibo.

—Tomen, se ha deducido el costo de la primera operación. No le queda más saldo en la tarjeta, pueden pagar los gastos posteriores cuando toque la próxima operación.

Doria lo tomó.

—Gracias.

Le pasó lo que tenía en la mano a José, este lo tomó y rápidamente subió a buscar al médico con el recibo abonado.

La cirugía estaba puesta para mañana, si no pagaba el dinero esta noche, sería demasiado tarde.

Doria no lo siguió, cuando estaba a punto de irse, de repente sintió que el teléfono de su bolso vibraba. Sacó su teléfono y vio que Édgar le había dejado diez llamadas perdidas.

Doria no sabía qué decir. Rápidamente le devolvió la llamada.

Pronto, llegó la voz fría del hombre,

—¿Dónde estás?

—Estoy en el hospital.

—Quédate ahí y no te muevas, iré enseguida.

—Eh...

Antes de que Doria pudiera decir algo, Édgar colgó.

Levantó la mano y se tocó las cejas, aunque se había olvidado de que había quedado con el gilipollas, no era necesario que le hablara con un tono tan aterrador.

Doria se quedó en la entrada del hospital por un rato, entonces sonó una voz detrás de ella,

—Gracias por lo de hoy.

Doria volvió la cabeza y dijo a la ligera,

—No hay de qué, he transferido los veinte mil restantes a tu teléfono, compruébalo.

—Ya lo he recibido —luego de dos segundos de silencio, José volvió a decir—. Después de que Eustacio termine su operación, iré a buscar a Armando.

Doria dijo,

—Ha estado escondido durante mucho tiempo, no tengo prisa por encontrarlo de inmediato, es mejor que primero te trates las heridas que tienes.

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