Julieta miró hacia atrás asegurándose que Jerónimo no estaba mirando hacia aquí, y se marchó con Gonzalo.
Después de sentarse en un banco, Gonzalo compró dos bebidas y se sentó a su lado:
—¿Luego vamos a ver una película?
Julieta cogió la bebida y sacudió la cabeza.
—Dispongo de 10 minutos como máximo, después ya tengo que volver.
Gonzalo frunció el ceño. Parecía que no estaba satisfecho.
—¿Tienes tanta prisa?
Julieta dijo:
—¡Qué remedio! Podemos ir más tarde, supongo que luego estaré disponible.
Gonzalo continuó:
—Pero antes podías salir, ¿no? ¿Qué ha pasado estos días?
Julieta dio un sorbo a su bebida y dijo lentamente:
—Roxana está en otra ciudad ahora, entonces solo estoy yo para cuidar el bebé, por lo tanto, no puedo salir. ¿Pero supongo que esta tarde ya volverá?
Gonzalo estaba pensativo.
—¿Roxana? ¿A ella también la contrataron para cuidar al bebé?
Al oír eso, Julieta abrió la boca, pero se quedó muda sin saber qué contestar. Ella murmuró:
—No, ella es...
Ella prosiguió tras una pausa:
—De todas maneras, cuando vuelva Roxana ya tendré tiempo.
Gonzalo no preguntó nada más, temió hacerla sospechar. Entonces sonrió y sacó el móvil.
—¿Qué peli quieres ver? Voy a reservar el tique primero.
Julieta se acercó para mirar y eligió una película.
—Pues esta, pero sería mejor que lo reserves más tarde, para cuando ya vuelva Roxana.
—Vale.
No pasó mucho tiempo desde que estaba sentada, Julieta miró la hora y se levantó apresuradamente.
—Tengo que irme.
Ella miró a su alrededor, pero no encontró ninguna papelera.
Gonzalo le acercó la mano servicialmente.
—Dámelo, luego lo tiro.
Julieta sonrió alegre y le dio un beso en la cara a Gonzalo.
—Entones ya me voy. Nos vemos a la noche.
—Hasta la noche.
Cuando Julieta ya estaba lejos, la sonrisa de Gonzalo desaparecía progresivamente. Apretó la botella vacía que tenía en mano. En sus ojos solo se podía ver su conspiración.
Si no estaba equivocado, la “Roxana” que mencionó Julieta era la madre biológica de Édgar según lo que decía la gente. Pero todo el mundo pensó que ella ya murió y nadie esperaba que ella siguiera viva.
Édgar trajo a su madre biológica para cuidar al bebé. Parecía que estaba en lo cierto.
A Gonzalo le surgió algo, tiró las dos botellas, se levantó y caminó en la dirección por la que fue Julieta.
Cuando ya estaba cerca, Gonzalo se escondió detrás de un árbol. Miró al hombre que estaba al lado de Julieta, sacó el móvil rápidamente y tomó unas fotos.
Jerónimo parecía notar algo y se giró la cabeza inmediatamente.
Gonzalo movió la mirada y se retiró apresuradamente, luego continuó escondido detrás del árbol.
Julieta miró hacia Jerónimo.
—¿Qué pasa?
Jerónimo, que no consiguió encontrar nada, contestó tranquilamente:
—Nada. Ya llevamos tiempo fuera, volvemos.
Julieta asintió con la cabeza.
—Vale.
Gonzalo no se atrevió a seguirles muy de cerca puesto que casi se destapó su tapadera.
Reflexionó durante unos segundos, Gonzalo se volvió a coger el coche y esperó en la entrada del distrito de antemano.
Ya no era la primera vez que vino a buscar a Julieta después de que ellos se mudaron aquí. Por lo tanto, él sabía claramente desde dónde volverían.
Como Julieta y Jerónimo salieron con el carricoche de bebé a tomar el sol, no regresaron en coche, sino andando despacio.
Cuando llegaron, Gonzalo ya llevaba 20 minutos esperando bajo el piso.
Observó que Julieta estaba caminando adelante y el hombre que la estaba acompañando a su lado antes ahora la seguía en la distancia. No habían tardado prácticamente nada en entrar al distrito.
Tras unos minutos, ese hombre salió del distrito de nuevo. Entró en un todoterreno que estaba aparcado al lado de la calle y ya no bajó.
Doria miró la pantalla ahora oscura y espiró silenciosamente.
«Parece que solo es spam.»
Ella dejó el móvil a un lado y volvió a la carretera.
Cuando llegó donde trabajaba Luis, Doria estuvo de pie en la entrada y tocó la puerta.
Muy pronto se escuchó la voz de Luis:
—Adelante.
Doria abrió la puerta y saludó.
Luis indicó la silla que estaba delante del escritorio.
—Siéntate primero, Doria.
Doria se sentó y preguntó suavemente:
—¿Tiene que ver... con el resultado del concurso?
Luis cruzó las manos sobre el escritorio y suspiró con el ceño fruncido.
—Me he comunicado con los dos jueces, pero ambos expresaron que eran imposible para ellos ayudar a Alba a hacer trampa. Los dos son famosos internacionalmente. Robert también los respalda a ellos y a Alba, por eso yo...
Doria entendió lo que quería decir Luis, sonrió y dijo:
—No pasa nada. Perdona por las molestias. Del resto ya me encargaré yo.
Ahora ni ella ni Luis tenían alguna prueba fehaciente. Si se acusaba a estas personas sin pruebas, solo conseguiría que nadie confiara en ellos y les creyera.
Luis continuó:
—No solo te buscaba por eso. Doria, ¿aún recuerdas las reglas para la semifinal?
Sin esperar que Luis mencionase de repente algo sobre la semifinal, Doria se quedó un poco pasmada.
—Sí.
Luis dijo:
—Los requisitos para la semifinal exigían que los 10 diseñadores acabaran la obra del diseñador que coincidiera con el número que les haya tocado.
—Sobre eso... ¿Hay algún problema?
Luis asintió serio con la cabeza.
—Exacto.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...