Por otro lado, cuando Édgar Santángel abrió la puerta, solo estaba Ismael Aparicio en el interior cuidando al bebé, y Julieta Nores no estaba.
Édgar echó un vistazo al carricoche y dijo:
—¿Ya está dormido?
Ismael asintió con la cabeza.
—Hace un rato.
Édgar dijo:
—Cuando vuelva Julieta, tú vuelve a la universidad.
Ismael contestó:
—Vale.
Obviamente, Ismael no le estaba escuchando, y su mirada estaba clavada en el bebé desde el principio.
Tras un rato, él habló de nuevo:
—¿Cuándo planeas contárselo a mi hermana?
—Ya lo sabrás.
Ismael frunció el ceño, pareció que quiso decir algo, pero en este momento volvió Julieta.
Julieta saludó:
—Señor Édgar.
Posteriormente, saludó asintiendo con la cabeza a Ismael.
Édgar se levantó. Cuando iba a salir, Julieta le llamó de repente.
Él se giró y permitió a Julieta acabar su frase.
Julieta titubeó un buen rato y dijo:
—Señor Édgar, ¿cuándo volverá señora Roxana?
—A las 6 de la tarde a más tardar.
Después de una breve pausa, Édgar siguió:
—¿La buscas por algo?
Julieta sacudió las manos de lado a lado.
—Qué va, no ha pasado nada. Solo temo que si me ausento a comprar comida nadie pueda cuidar al bebé, sería poco conveniente...
—Si necesitas algo, llama para que lo traigan.
De hecho, cuando Julieta expuso esta pregunta, ya estaba muy nerviosa. Hacía mucho que el Señor Édgar le había pedido que intentara no salir de casa cuando no hiciese falta. Cualquier cosa que faltara en casa podía solicitar para que se lo trajeran.
Julieta seguía la dicha orden al principio, y en escasas ocasiones salió de casa hasta que conoció a Gonzalo Cotilla. Siempre tenía ganas de buscar excusas para salir, pasando de una vez cada tres días hasta aumentar la frecuencia a una vez al día.
Al ver que Señor Édgar no había dicho nada, Julieta suspiró aliviada.
—De acuerdo.
Édgar miró hacia Ismael.
—Vamos.
Después de bajar las escaleras, Ismael preguntó:
—¿Dónde encontraste a esta chica? ¿Es de fiar? Dejándole sola para cuidar el bebé, ¿pasará...?
Édgar le preguntó sin emoción:
—¿Sola?
Sin esperar a que Ismael dijera algo, Édgar oteó los alrededores y continuó:
—Tenemos gente por todas partes, solo que tú no la ves. Ella solo se encarga de cuidar a ese pequeño bastardo. Otras personas se encargarán del resto de asuntos.
Ismael se quedó sin palabras.
«¿Pequeño bastardo? ¿Hay alguien capaz de llamar a su propio hijo de esa manera?»
Édgar miró la hora y dijo impacientemente:
—Venga, sube al coche. Te llevo a la universidad, luego tengo cosas que hacer.
Ismael contestó:
—Cariño, el niño no puede estar encerrado en casa siempre. A veces también necesita que le dé el sol. Mira qué tiempo hace hoy, tampoco pasará nada si salís un poco, ¿no? Además, los niños necesitan el sol para generar calcio.
Antes también llevaban al bebé afuera a menudo, pero se solía encargar Roxana Mohammad de ello, y ella solo debía quedarse a su lado. Nunca llevó al bebé fuera ella sola.
Dudó un buen rato y dijo:
—Vale, pero tengo que preguntarlo primero.
—De acuerdo, acuérdate de enviarme un mensaje cuando tengas respuesta.
Después de colgar la llamada, Julieta no se atrevió a preguntarle a Édgar directamente, sino que llamó a la persona que estaba fuera siempre. Él trabajó para el Señor Édgar y se encargó de las cosas de aquí.
Cuando se enteró de que ella quiso llevar al niño a tomar el sol, Jerónimo Morillo no lo tomó como algo grave. Como realmente hacía buen tiempo, accedió.
Al tener la respuesta, Julieta se puso contenta. Dejó el móvil y fue a cambiarse. Preparó la leche en polvo, agua caliente y los pañales. Después de eso, salió llevando el carricoche.
Poco después, Julieta escuchó pasos tras de sí. Sabía que Jerónimo la estaba siguiendo.
Antes, cada vez que salía con el bebé, él siempre estaba siguiéndolos de lejos para garantizar su seguridad, por lo tanto, ya estaba acostumbrada.
Pero ella envió un mensaje a Gonzalo cuando Jerónimo no estaba atento, para que no viniera a buscarla. Ella buscaría otra oportunidad para verle más adelante.
El parque era grande. Se podía ver a los padres con sus niños correteado y jugando por todo el lugar.
Julieta encontró un banco que estaba bajo la sombra para sentarse. Sacó el bebé del carricoche e intentó hacerle reír.
No pasó mucho tiempo hasta que su móvil vibró muchas veces. Ella lo sacó para echar un vistazo, luego dejó al niño en el carricoche lentamente y envió un mensaje a Jerónimo diciéndole que quería ir al lavabo, para que le cuidara al bebé un ratito.
Jerónimo salió de la oscuridad y se acercó.
—Ve.
Julieta dijo:
—Gracias, vuelvo pronto.
Cuando llegó a la esquina, vio a Gonzalo acercándose, lo paró apresuradamente y habló con voz baja:
—¿No te he dicho que me esperes allí? ¿Por qué vienes?
Gonzalo echó un vistazo a dónde vino Julieta con los ojos entrecerrados, luego la miró de nuevo y la abrazó.
—Porque no puedo esperar para verte.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...