Cuando Saúl escuchó el informe de su subordinado, frunció las cejas con fuerza:
—¿Dónde está ahora?
—Ha sido traída de vuelta y ahora está en la sala lateral.
Saúl reflexionó un rato y luego salió con el apoyo de su bastón.
En la sala lateral...
Completamente empapada, Julieta se puso en cuclillas en una esquina, temblando de frío. Su sangre se mezclaba con el agua de lluvia que goteaba de su cuerpo, mezclándose en el suelo.
Gonzalo se sentó en una silla no muy lejos de ella. Aunque también estaba mojado, su estado era mucho mejor que el de Julieta.
Al oír los pasos que provenían desde la puerta, Gonzalo se levantó apresuradamente. Al momento siguiente, Saúl apareció en la habitación.
Tras entrar en la habitación, Saúl echó un vistazo a Julieta, golpeó su bastón contra el suelo y preguntó con desazón:
—¿Qué ha ocurrido?
Uno de sus subordinados informó inmediatamente:
—Señor Saúl, fuimos descuidados al vigilarla, por lo que ella tuvo la oportunidad de huir.
—¿Fueron tan descuidados que ni siquiera se dieron cuenta cuando salió corriendo de la mansión? —Saúl aumentó el tono de voz y volvió a golpear su bastón contra el suelo con gran fuerza—. ¡¿Es esta la forma en que se debe hacer las cosas?!
Todos sus subordinados bajaron la cabeza y permanecieron en silencio.
Saúl resopló con frialdad y se dirigió hacia Julieta:
—Levanta la cabeza.
Temblando, Julieta levantó la cabeza y lo miró, luego bajó rápidamente la cabeza, rodeó sus piernas con los brazos y se mordió el labio inferior con mucha fuerza.
Saúl preguntó:
—¿Intentaste escapar de este lugar arriesgando tu vida y, solo para informar de la situación a Édgar? ¿Quieres que me mate?
—Yo... —Julieta tartamudeó—, yo... no quería eso. So... solo quería que salvara a la Sra. Roxana y...
—¿Salvar?
Saúl parecía haber escuchado algo gracioso:
—¿Qué es la familia Santángel para ti? Ese bebé es descendiente de la familia Santángel, así que este lugar es su hogar. ¿Cómo va a designar Édgar a una mujer tan tonta para que cuide del niño? Si ni siquiera sabe distinguir lo que es importante y lo que no.
Julieta no se atrevió a hablar de nuevo, pero empezó a temblar con más fuerza.
Saúl se dio la vuelta y miró a sus subordinados:
—¡Ustedes son un montón de inútiles! Ni siquiera pueden hacer bien una tarea tan simple.
Dicho esto, él se dirigió hacia la puerta como si no quisiera darle más importancia a este asunto tan trivial, así que instruyó a sus hombres:
—Desde el principio ella era inútil para nosotros y no tenía sentido mantenerla aquí. Ahora que intento huir..., mátenla.
Sus subordinados recibieron la orden:
—De acuerdo.
Cuando Saúl se dirigió a la puerta, se giró de repente, miró hacia Gonzalo y le hizo un gesto con la mano:
—Tú, ven aquí.
Gonzalo se acercó a él:
—Presidente, ¿tiene alguna orden?
Saúl dijo con voz grave:
—Hiciste un buen trabajo con este asunto y no sé como recompensarte. ¿Qué tal esto? Te encomendaré que te ocupes de este asunto, hazlo con cuidado y no dejes ningún rastro.
Gonzalo se quedó atónito durante un rato cuando escuchó sus palabras:
—¿Yo?
—¿Qué ocurre? ¿No te atreves a hacerlo?
—Presidente, yo no...
Saúl le interrumpió:
—Bueno, cuando termines esta tarea, serás uno de los míos. Si ahora puedes trabajar para mí por dinero, algún día también trabajarás para otros por dinero. No me fío de ti, por eso toma una decisión. O la matas tú mismo, o tú también la acompañarás en su destino.
Gonzalo no esperaba que Saúl le diera la espalda de repente.
Pero obviamente, Saúl no estaba negociando con él. Después de terminar de hablar, dio instrucciones a sus subordinados, diciendo que vigilaran a Gonzalo y a Julieta, y luego abandonó la sala lateral.
Gonzalo frunció el ceño y giró la cabeza para mirar a Julieta, algo de crueldad apareció gradualmente en sus ojos y caminó hacia ella lentamente.
***
Doria miraba la lluvia de fuera con desgana, pareciendo estar perdida en sus pensamientos.
Eliseo hizo un gesto con la mano delante de ella:
—¿Estás pensando en guapos?
Doria se quedó sin palabras.
Después de enviar los mensajes, Doria se levantó:
—¿Has reservado el lugar para realizar la fiesta? Déjame ayudarte a decorarlo.
—No te molestes. Tu tarea es llevar a Édgar allí, y yo me encargaré de lo demás.
—Está bien. Entonces, iré al Grupo Santángel a recogerlo.
Cuando Doria bajó las escaleras, se topó con Gonzalo, que estaba completamente mojado y algo desaliñado.
Doria preguntó:
—¿No has venido en tu coche?
Gonzalo respondió:
—Mi... mi coche... se malogró en la carretera, por lo que tuve que caminar bajo la lluvia durante un tiempo. Está lloviendo mucho fuera. Sra. Doria, ¿piensa salir?
—Sí. Tengo que ocuparme de algo.
Al ver el color rojo en la manga derecha de Gonzalo, Doria preguntó:
—¿Qué te ha pasado?
Al notar su mirada, Gonzalo se apresuró a cubrir su mano derecha:
—Nada. Es que me he caído accidentalmente y me he arañado la piel.
—Anda a desinfectarlo.
Doria se fue después de decir esas palabras.
Gonzalo se metió la mano en el bolsillo y subió rápidamente las escaleras.
Cuando llegó a la zona de oficinas, se apresuró a ir al baño y se limpió desesperadamente las manchas de sangre del dorso de la mano. A continuación, extrajo unos pañuelos de papel, cubrió su herida con varios pañuelos y luego la presionó para detener el sangrado.
Cuando volvió al despacho, sacó el botiquín, desinfectó la herida del dorso de la mano, le aplicó un medicamento y la envolvió con una gasa. A continuación, abrió el cajón cerrado con llave y buscó rápidamente algo.
En tales circunstancias, no podía quedarse allí por más tiempo, debía irse lo más antes posible.
Pero la premisa era que no podía dar a Jairo ninguna razón para amenazarle antes de irse, por lo tanto, debía arruinar a Jairo primero.
Tras encontrar el documento que buscaba, Gonzalo lo hojeó y soltó un suspiro de alivio. Luego llevó el documento a la oficina de Samuel.
Sabía que Doria había exigido a Samuel que encontrara pruebas de los crímenes de Jairo, pero por más que lo intentaron, no pudieron conseguir nada importante.
Gonzalo también sabía que Samuel salía temprano por las mañanas.
Como no había ninguna cámara de vigilancia en los alrededores, solo tenía que poner el documento en secreto en el despacho de Samuel. Otras personas no podrían averiguar su relación con este asunto, y Jairo sería condenado pronto.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...