Cuando Doria llegó al Grupo Santángel, Édgar estaba en una reunión y Vicente tampoco estaba presente. Entonces no le quedo otra que esperar en su despacho.
Esperó hasta las siete. Durante ese tiempo, Claudia y Leila le enviaron mensajes diciendo que ya habían llegado, e Ismael dijo que estaba atascado en el tráfico, pero también llegaría pronto.
Cuando Doria se preparaba para salir y preguntar cuándo terminaría la reunión, la puerta del despacho se abrió de un empujón.
Édgar se dirigió hacia ella a grandes zancadas:
—¿Esperaste mucho tiempo?
Doria volvió a guardar su teléfono en el bolsillo y sonrió:
—No fue mucho. ¿Tienes que ocuparte de algún otro asunto?
—No.
—Entonces te llevaré a un lugar.
Édgar levantó ligeramente las cejas:
—Así que vienes aquí para tener una cita conmigo.
Doria extendió su mano y dio un paso adelante:
—Tómatelo en serio. Date prisa, no perdamos el tiempo.
Cuando se abrieron las puertas del ascensor y Doria se disponía a entrar en él, un hombre salió de éste e informó:
—Sr. Édgar, he capturado a la persona, y...
Jerónimo se detuvo al ver a Doria, se retiró a un lado y asintió con la cabeza a ella.
Édgar se limitó a asentir con un sonido gutural.
Tras entrar ambos en el ascensor, Doria preguntó en voz baja:
—¿Qué está pasando?
Édgar le cogió de la mano y le contestó con voz serena:
—Nada. Se había perdido un documento de la empresa y él acaba de capturar al empleado responsable.
—¿No es un problema serio? Entonces creo que no deberíamos salir ahora.
—No es tan grave. Lo tratarán según la situación.
—Bueno...
Cuando bajaron, seguía lloviendo. Doria dio al conductor una dirección y luego sacó su teléfono para seleccionar un regalo para Édgar. Pero después de navegar durante un buen rato, descubrió que todos los regalos eran muy comunes. Además, Édgar era una persona exigente, así que no sabía con cuál regalo quedaría satisfecho.
Cuando Doria se concentraba en los regalos, Édgar le tocó suavemente la cabeza:
—¿Qué estás mirando? Llevas mucho tiempo prestando atención a tu celular.
Doria levantó la cabeza y bloqueó la pantalla:
—Nada. Ya que nos hemos mudado a la Mansión Estrellada, creo que debería comprar algunas cosas. ¿Tienes alguna recomendación? ¿Qué cosas quisieras comprar?
Édgar dijo:
—Habrá una subasta de caridad el próximo mes. Te llevaré allí y podrás comprar todo lo que quieras.
Doria se quedó sin palabras.
Era innecesario ser tan exagerado.
Ella dijo:
—Me refería a las pequeñas cosas del hogar.
Édgar levantó las cejas:
—En la subasta habrá todo tipo de cosas. Será bueno comprar algunos cuadros y cosas de porcelana.
Doria abrió la boca intentando decir algo, pero al final decidió no decir nada. No pudo obtener ninguna información referencial de Édgar.
Podía pensar en ello más tarde.
Édgar se frotó la cabeza:
—En unos días, te daré un regalo.
Doria miró hacia él:
—¿Qué cosa es?
—Lo sabrás en su momento.
—¿No puedes decírmelo ahora?
Édgar pronunció la negativa lentamente:
—Ene y O. N-O.
Doria se quedó sin palabras.
«¿Cuándo aprendió este gilipollas este truco?».
Aunque había un pequeño atasco, llegaron al lugar previsto antes de las ocho.
Tras bajar del coche, Édgar miró a su alrededor y preguntó:
—¿Por qué tenemos que venir aquí?
Doria cogió su mano y dio un hacia paso adelante:
—Hemos llegado. Entremos.
Claudia le envió un mensaje diciendo que todos habían llegado.
A continuación, se dirigieron a una sala privada. Doria empujó la puerta y descubrió que en la habitación reinaba el silencio. Cuando se dispuso a expresar su confusión, Édgar le rodeó la cintura con sus brazos y le preguntó con voz encantadora:
—No esperaba que eligieras un lugar así. ¿Qué quieres que hagamos? Grrr...
—Yo no...
Antes de que pudiera terminar las palabras, Édgar le dio un beso en los labios.
Sin embargo, en el momento en que sus labios tocaron los de Doria, las luces de la habitación se encendieron repentinamente y los lanza confetis explotaron sobre sus cabezas.
—Pensé que Doria invitaría a muchos amigos aquí, pero no esperaba que solo fuera a invitarlos a ellos. Ella no me da la oportunidad para mostrar mi encanto.
Alex torció la boca:
—Deja de pensar en cosas malas.
Édgar les echó un vistazo y luego giró la cabeza para mirar a Doria:
—¿Por qué están aquí?
Doria lo miró y dijo:
—Están aquí para celebrar tu cumpleaños.
Edgar se quedó sin palabras.
Doria lo tomó de la mano y caminaron hacia la multitud.
Al verlos, Claudia aprovechó para felicitarle:
—Señor Édgar, ¡feliz cumpleaños!
Édgar cruzó sus piernas y dijo en tono llano:
—No estoy feliz.
Doria le dio una patada en secreto por debajo de la mesa, sugiriéndole que no fuera tan indiferente.
Édgar volvió a hablar:
—Je..., Gracias, pero aún así no estoy nada feliz.
Doria se quedó sin palabras.
Pero todos tenían clara la personalidad de ese gilipollas y estaban acostumbrados a ella. Por lo tanto, no se tomaron a pecho sus palabras y siguieron disfrutando de la fiesta.
Al cabo de un rato, entró un camarero con un pastel encima del carrito.
Era el momento de soplar las velas.
Doria cogió el gorro de cumpleaños, se puso de puntillas y se dispuso a ponérsela a Édgar en la cabeza. Pero Édgar se la quitó de las manos y se la puso en la cabeza de ella.
Doria preguntó:
—¿Por qué me lo has puesto a mí? No es mi cumpleaños.
Édgar curvó los labios en una sonrisa, se inclinó hacia delante y le susurró al oído:
—Ponerse eso es demasiado tonto, por lo que a ti te queda mejor.
Doria apretó los puños al instante.
Leila dijo:
—Es hora de soplar las velas. ¡Felicidades, Sr. Édgar! Usted tiene un año más de vida.
En medio de las felicitaciones, Édgar sopló rápidamente las velas.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...