En el salón ancestral, excepto un asiento vacío que había al lado de Doria, todos los demás estaban ocupados.
Lourdes dijo, -Oye, ¿qué le pasa a Raimundo? ¿Se ha encontrado con un atasco?- se giró para mirar a Doria, -Doria, se me olvidó traer mi celular, ¿puedes llamar a Raimundo y preguntarle por dónde está?-
Mientras hablaba, miró triunfante a las personas que lo rodeaban.
Doria no supo qué decir.
La intención de Lourdes era demasiado obvia.
Roxana suspiró en silencio, -Haré la llamada.-
Lourdes empujó a Roxana, -Roxana, ¿qué pasa contigo? Por cierto, de repente me acordo de que hay dos platos más en la cocina. Date prisa, vamos a traerlos.-
Con eso, se llevó a Roxana a rastras.
Era evidente que los otros vecinos de la mesa redonda también acordaron algo antes con Lourdes, -Doria, llama a Raimundo, que en un rato la comida se va enfriar.-
-Sí, sí, pregúntale por dónde está ya.-
Doria suspiró. Cuando estaba a punto de coger el teléfono, la voz de Raimundo sonó de pronto a su lado, -No hace falta que me llaméis. Mis queridos vecinos, disculpad mi retraso.-
-Raimundo...-
La señora que habló se quedó pasmada por un momento al ver que había alguien detrás de él.
Raimundo rápidamente se lo presentó a la gente, -Este es el gerente Édgar. Lo habéis conocido todos ayer, ¿verdad?-
-Ay, el gerente Édgar es incluso más guapo que las celebridades que salen en la televisión, ¿cómo no lo recuerdo?-
-Eso, eso. Hola, gerente Édgar. No te saludé ayer porque estaba muy lejos, eres muy joven, ¿tienes novia? ¿Estás casado? Mi hija también trabaja en la Ciudad Sur, ella...-
-¿Para qué dices esas cosas? Ven aquí, gerente Édgar, eres un invitado especial, por favor siéntate.-
Todo el mundo charlaba. No solo la mesa de Doria sabía que Édgar había venido, sino que todos los vecindarios de la calle se enteraron y se acercaron a saludar.
Raimundo estaba muy preocupado, temiendo que tanto alboroto molestara a Édgar. Así que echó un vistazo a Édgar y descubrió que estaba bien, su expresión seguía tranquila, y no había impaciencia como se había imaginado.
Pero ese tipo de magnates de estatus social alto siempre había sido bipolar e incierto. Raimundo aún temía que se le agotara la paciencia, por lo que no se atrevió a quedarse de brazos cruzados por mucho tiempo, directamente persuadió a todos para que volvieran a sus puestos.
Cuando finalmente el entorno se volvió más tranquilo, alguien se acercó y dijo, -Gerente Édgar, esta mesa está llena, nos queda un asiento en nuestra mesa, ¿por qué no se sienta con nosotros?-
Édgar susurró, -Vine con el jefe Raimundo, así que me vale con sentarme en la misma mesa que él.-
En esa mesa, aunque Roxana y Lourdes aún no habían regresado, sus abrigos seguían en su asiento, por lo que era obvio que sus asientos estaban ocupados y solo quedaba un lugar libre.
Raimundo no tuvo tiempo de pensar mucho antes de ceder su puesto, -Gerente Édgar, por favor siéntese.-
Doria, que había estado callada todo el rato, se puso de pie de repente, -Raimundo, siéntate en mi puesto, me cambio...-
Antes de que Doria terminara de hablar, alguien le lanzó una mirada muy opresiva.
Raimundo también dijo apresuradamente, -Vaya, no es necesario, Doria, siéntate, yo...-
En ese momento, la señora que estaba a la izquierda de la posición de Raimundo se puso de pie, -Raimundo, siéntate aquí, iré a la mesa de Bea Sánchez, ocúpate de cuidar bien al gerente Édgar.-
Después de mucho tiempo discutiendo el tema, finalmente se sentaron todos.
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