Era horario de trabajo y todo el personal estaba ocupado.
Lidia estaba hablando con su colega con una carpeta en la mano cuando vio a Isabel estaba en la entrada.
Con una sonrisa en la cara, su aura era poderosa.
Después de ver a Isabel, toda la gente se sorprendió.
«¿Quién es esta mujer?»
El corazón de Lidia también estaba lleno de preguntas.
«¿Isabel?»
«¿Por qué está aquí?»
Lidia pensó confundida.
Al momento siguiente, vio a Silvia que estaba detrás de Isabel.
Lidia sonrió y se acercó a ella, pero para su sorpresa, Silvia le dio una bofetada.
El sonido se podía escuchar en toda la oficina.
—¡Hija de puta! ¿Cómo te atreves a timarme? —Silvia la miró con maldad, como si quisiera matarla.
Lidia estaba atónita.
Se cubrió la mejilla y miró a Silvia con expresión incrédula, su cuerpo temblaba de ira, pero solo se atrevió a preguntar:
—Señorita Pérez, ¿por qué me pegas?
Toda la gente se quedó atónita.
Todos conocían a Silvia porque Lidia había presumido de conocerla. Discutieron en privado que Lidia no solo sedujo al presidente Sánchez, sino que también le gustaba halagar a Silvia.
Todos no esperaban que Silvia le diera hoy una bofetada a Lidia.
«¿Qué ha pasado?»
—¿Cómo tienes cara a preguntarme? —Silvia ahora solo quería demostrar delante de Isabel que todo lo que había hecho era por culpa de Lidia:
—Repite lo que había dicho anoche.
Ella sabía que Silvia no podía decir sus palabras originarias delante de tanta gente, por eso no reconoció lo que había dicho.
Isabel miró a Lidia, y luego a Silvia, y lo entendió todo.
Cuando ella trabajaba aquí, Lidia quería hacer estos trucos.
Antes había caído en su trampa.
Si no lo admitía, nadie se atrevía a hacerle nada.
—¿Qué estáis haciendo aquí? —Vicente entró en el despacho con el ceño fruncido.
Vio que Lidia estaba cubriendo sus mejillas y llorando.
Junto a ella, estaban Silvia con una expresión enfadada e Isabel con una expresión indiferente.
Vicente e Isabel se miraron. En el siguiente segundo, Vicente levantó las cejas.
El ambiente en toda la oficina era muy extraño.
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