El señor Rodrigo...
Este título, en la Capital Imperial, se refería específicamente a Rodrigo Fernández.
Si la familia Sánchez era el rey nunca fallado de los negocios de la Capital Imperial, y la familia Vargas era una familia del mundo con poderes políticos, ¡entonces la familia Fernández estaba de la cima más alta que controlaba toda la Capital Imperial!
Rodrigo Fernández, el más distinguido heredero de la familia Fernández, siempre había sido misterioso y rara vez se aparecía en público y había estado en el extranjero durante los últimos años. Hoy estaba en presencia de la fiesta de cumpleaños de Isabel.
En ese instante, las miradas de todos los invitados eran diferentes.
La familia Daza tenía la riqueza, la familia Vargas tenía el poder, y ahora, sorprendentemente, incluso Rodrigo tenía una relación cercana con su familia...
En un principio, solo era una fiesta de cumpleaños para una joven, pero ahora, se lo pensaban mucho.
¿La verdad era así?
Mientras tanto, Isabel no pudo evitar un escalofrío.
Cuando era Celia ya había oído hablar de Rodrigo, pero estaba demasiado lejos de su mundo, y solamente le había considerado como una figura de una historia legendaria. Nunca pensaba que una persona así asistiría personalmente a su fiesta de cumpleaños cuando renació como Isabel.
Apretando las dos manos, pero al momento siguiente Luisa le dijo con una sonrisa:
—No te pongas nerviosa. Era amigo de ajedrez de tu abuelo, y él fue al sur a una reunión y le invitó al señor Rodrigo específicamente para que te apoyara, así que vas a saludar y no te preocupes por nada más.
¡Era la forma en que la familia Vargas amaba a su hija! Aunque su padre y su abuelo estaban de viaje de trabajo y no podían asistir a su fiesta de cumpleaños, le daría la mayor sorpresa de todas.
¡Incluso habían invitado a alguien como Señor Rodrigo!
No era solo un favor, ¡¡¡era un futuro triunfante!!!
Sin embargo, ante todos los invitados, Isabel no tuvo tiempo de pensar mucho en ello, respiró y siguió las indicaciones de Luisa hacia la entrada del salón.
Cuando se acercó y vio la cara de Señor Rodrigo, se sorprendió.
¿Cómo podía tener un aspecto tan bueno?
En ese momento, el hombre inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado, observándola.
Pero...
Frente a Señor Rodrigo, ella estaba tan tranquila y educada...
Nadie podía hacerlo ¡Pero Isabel Vargas lo hizo!
¿Qué le había pasado? ¿Cómo podía cambiar tanto?
Por un momento, la multitud se llenó de incredulidad.
Rodrigo y el abuelo de la familia Vargas eran amigos de ajedrez, solo que en los últimos años, con sus numerosos asuntos, rara vez había jugado al ajedrez con la otra parte.
Cada vez que charlaban, su abuelo seguía diciendo que su nieta siempre decía lo que quería, que era tonta y que no había heredado para nada la inteligencia de su padre.
Ahora...
Rodrigo sonrió, ¡su abuelo estaba equivocado!
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi única en millón