Natalia apurada le dio a Vilma el paquete y le dijo: "Aquí tienes". Luego, miró a Raymundo con una expresión de enfado fingida.
"Raymundo, eso es injusto ¿por qué a Vilma le das algo y a nosotros no?". Natalia, con su bonito cabello corto y sus grandes ojos, lo miró fijamente.-
Raymundo vio a Vilma aceptar el paquete y meterlo en su mochila, luego se volvió para verlo con una sonrisa.
Su corazón se llenó de alegría y felicidad, tomó la mano de Vilma con cariño y luego miró a Natalia: "¡Cuando encuentres a la persona que más te ama, seguro te dará uno!".
"¡Ay, por favor! ¿Podrías dejar de ser tan cursi?", Sara también fingió estar molesta.
Raymundo ignoró sus tonterías y se marchó con Vilma: "Vilma, vamos, te llevaré a casa".
"Raymundo, no hace falta, ¿no tienes que ir a entrenar? Tienes un partido la próxima semana, no lo olvides". Vilma, con las mejillas coloradas, había sido arrastrada por el chico hacia la salida.
"Venga. El entrenamiento no es tan importante como llevarte a casa. Solo me queda un año para graduarme. Cuando me establezca en los Estados Unidos y tú estés a punto de graduarte, ¿podríamos estar juntos?".
Raymundo, con su altura de un metro ochenta y cinco, era el chico más deseado por las chicas en la escuela, pero solo tenía ojos para Vilma. Desde que ella había llegado a la escuela hace un año, él comenzó a cortejarla y finalmente, después de seis meses, Vilma aceptó ser su novia. Desde entonces, los dos habían sido inseparables. Las chicas de la escuela, celosas de Vilma, se negaban a hablar con ella. Solo Sara y Natalia eran sus amigas más cercanas.
Raymundo y Vilma llegaron a la puerta de la casa de los Durango, riendo y charlando como siempre: "Vilma, entra, nos vemos mañana", Raymundo le dio un beso en la frente.
Ella miró con una sonrisa al chico con la mochila al hombro y una risa tan brillante como el sol. Sentía una dulzura en el corazón. Desde que conoció a Raymundo, todas sus penas habían desaparecido, agradecía la felicidad que él le había traído.
"Vuelve a casa Ray", le hizo un gesto con la mano. "¡Nos vemos mañana!".
"Vale, entra", Raymundo, con el sol a su espalda, sonrió con ternura. El amor en sus ojos era incontenible. Cuando vio a Vilma entrar en la casa, se dio la vuelta y se marchó.
Al entrar en la casa, Vilma vio a su madre y a su hermana sentadas en el sofá. Se acercó y las saludó: "Mamá. Betiana. Ya volví".
Iba a subir a su habitación a hacer los deberes cuando Camila la llamó: "Vilma, ven y siéntate. Tengo que hablar contigo".
Vilma dejó su mochila y se sentó frente a ellas. Camila la miró con una mirada intensa y le dijo: "Vilma, ¿cuánto tiempo llevas en esta casa? ¿Cómo te sientes aquí?", la observó con insistencia. Al ver que Vilma se volvía cada vez más bonita, su corazón se llenó de resentimiento.
"He estado aquí durante quince años y me gusta vivir aquí, mamá". Vilma levantó sus grandes y brillantes ojos azules, parecidos a las estrellas en el cielo. Su cara pequeña y linda, con la nariz perfecta y los labios rojos sin maquillaje, eran fascinantes.
Camila la miró con fiereza: "¡Estás mintiendo!".
"Vives con dificultades aquí, pero aun así, dices que estás bien. Ahora tienes una opción. Puedes dejar esta casa y vivir una vida mejor".
"Te casarás con Cirilo, recuérdalo, no necesitas ir a la escuela mañana, prepárate bien estos días". Finalizada su charla, Camila se dio la vuelta y abandonó la sala de estar.
¿Cirilo? ¿Quién era Cirilo? Se decía que en la Isla Alma de los Calderón vivía un discapacitado, Cirilo de los Calderón, al que ella nunca antes había conocido. No, no, ¿cómo podría casarse con él? ¿Qué estaba pasando? Necesitaba esperar a que su padre regresara para aclarar las cosas.
¿Por qué? ¿Por qué no sabía nada de eso? Su vida dejó de ser suya desde que tenía cinco años. En ese momento tenía a Raymundo. Acababa de empezar a disfrutar de un poco de libertad, ¿querían imponerle otra vida?
Comió algo en la cocina y se sentó en la sala de estar a esperar a Sergio.
A las nueve de la noche, Sergio entró desde afuera, abrió la puerta de la sala de estar y vio a su hija en el sofá. Frunció el ceño: "Vilma, ¿por qué todavía no te has ido a dormir?".
Vilma se levantó, tomó el maletín de Sergio y la puso en el sofá: "Papá, te estuve esperando".
"Ah, ¿qué sucede?", Sergio se sentó junto a su hija, mirando a la niña de semblante triste. Acarició su cabello.
"Papá, mamá dijo que me casaría con Cirilo de los Calderón, ¿es eso cierto?", sus grandes ojos se volvieron más brillantes bajo la luz tenue.
Sergio se quedó perplejo, bajó la cabeza: "No escuches a tu madre, la que se casará es tu hermana, no tiene nada que ver contigo, tú debes seguir estudiando".
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