Miraba hacia el horizonte marino, su rostro era frío como una noche helada. Si no fuera por el tiempo cálido, sus ojos helados darían la impresión de estar en pleno invierno.
"Señor, tenemos noticias de los Durango. Tu boda con la señorita Durango se celebrará en una semana. ¿Necesitamos preparar algo?", le preguntó suavemente Samuel, el mayordomo, a su lado.-
Cirilo escuchó las palabras de Samuel, una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro: "¿Preparar qué? ¡Con una casa nueva es suficiente!". Su voz grave resonó como música celestial, llena de magnetismo.
"Sí, señor. Fabián Ríos y Jaime Valle nos han llamado hoy, todo está en tus manos. ¡Empezarán a moverse después de tu boda!", Samuel había estado con Cirilo por más de una década.
"Está bien. No hay prisa, no puede haber errores con el abuelo", el hombre miró al mar y respondió con un murmullo.
¡Matrimonio! Jo, Brando, ¿cómo habrás estado esos nueve años?
Los Calderón eran como los reyes de la ciudad San Arrecife, propietarios del Grupo Calderón y de la base comercial CT, y Fermín Calderón, el patriarca, era el fundador del Grupo. Cuando era joven, Fermín era un poderoso líder en dos mundos, y después de consolidar esos dos grupos, se estableció en el poder. Se casó con la mujer que amaba y tuvo un hijo y una hija antes de que ella lo dejara.
Su hijo, Marcial Calderón, se casó con la virtuosa Fabiola Zamora y tuvo tres nietos. El mayor, Atilio Calderón, murió a los doce años por enfermedad, un golpe que dejó a Fermín devastado por un largo tiempo.
El segundo hijo, Brando, era arrogante y cruel, con un deseo de posesión extremo. Siempre había sido el favorito de sus padres, Marcial y Fabiola, pero Fermín siempre lo trataba con indiferencia.
El tercero, Cirilo, era obediente y listo desde pequeño, y siempre era el favorito de Fermín. Cuando Cirilo tenía dieciséis años, hubo un incendio en la casa de los Calderón y él quedó atrapado en el fuego y sus piernas quedaron aplastadas por una viga. Fue llevado a la isla privada de los Calderón para recuperarse y desde entonces había estado en una silla de ruedas.
Fermín, una vez más, estaba desconsolado. Para compensar a su nieto, le dio el cuarenta por ciento de las acciones del Grupo Calderón. Sin embargo, el único candidato a la presidencia del Grupo Calderón y sus subsidiarias, Grupo CT, era Brando.
Cirilo se sentó en una silla de ruedas cerca del balcón, sus ojos entrecerrados. Hace nueve años, ese incendio había dejado una marca gris en su vida. Vio con sus propios ojos cómo Brando, en el momento en que el fuego comenzaba a arder, lo empujó hacia las llamas, fue entonces cuando la viga le aplastó las piernas. Finalmente, Samuel, el mayordomo, se lanzó al fuego y lo salvó, lo salvó del borde de la muerte.
Desde entonces, sus piernas quedaron paralizadas. Fermín, conteniendo su dolor, construyó una villa en su isla llamada Isla Alma, donde Cirilo podría recuperarse, amaba a Cirilo más que a su propia vida y satisfacía cualquier capricho que este nieto tuviera.
Pero desde que Cirilo se había mudado a la isla, no quería nada, se negó a tener contacto con el mundo exterior. Había vivido en la isla durante nueve años. Aparte de Fermín, ningún otro miembro de la familia Calderón había ido a visitarlo.
Cuando Cirilo cumplió dieciocho años, Fermín le dio el cuarenta por ciento de las acciones de los Calderón. Nunca olvidaría ese día, cuando aceptó el cuarenta por ciento de las acciones, Brando lo miró sentado en su silla de ruedas con una sonrisa burlona en su rostro.
Este se agachó junto a su silla de ruedas y dijo en voz alta: "Hermanito, no te preocupes. Yo llevaré al Grupo Calderón a nuevas alturas. ¡Tú sólo siéntate y disfruta de tus acciones!".
Luego, con una voz que nadie más podía escuchar, le susurró al oído a Cirilo: "De verdad que no tienes vergüenza disfrutando de estos días de abundancia, si yo no pudiera ponerme de pie en esta vida, ¡sería una carga viviente! ¿Cómo puedes aceptar tantas acciones de Grupo Calderón con la cara en alto? ¿Qué importa tener muchas acciones? ¡Al final, sigues en esta silla de ruedas viendo cómo me siento en el asiento del director ejecutivo!". Tras decir eso, le dio unas palmaditas en el hombro, se levantó sonriendo cortésmente y se alejó de él.
Desde aquel instante, Cirilo juró que, si no se levantaba de esa silla en su vida, ¡no sería humano!
La autoridad y firmeza de su padre finalmente le dio un hogar. Desde entonces, llamó a esa mujer mamá, y a Betiana hermana. Cuando su padre no estaba, su madre y su hermana la torturaban de todas las maneras posibles.
La hacían hacer el trabajo de las empleadas, comerse las sobras. Ella nunca se quejó, soportó todas las dificultades, porque tenía hambre, necesitaba sobrevivir.
Y así pasó quince años en esa familia. Hace un año finalmente había ingresado a la universidad que tanto anhelaba, gracias a la protección de su padre una y otra vez, finalmente pudo entrar a la Universidad Progresista de San Arrecife donde conoció a sus compañeros.
Después de clases, Vilma, Sara Morales y Natalia Pérez caminaban juntas hacia el exterior de la escuela. Eran las mejores amigas y compañeras de clase. Apenas llegaron a la entrada de la escuela, escucharon a alguien gritar: "¡Vilma, espérame!".
Una voz suave y magnética sonó detrás de ellas, las tres se dieron vuelta al mismo tiempo, viendo a Raymundo Zamora acercarse sonriendo, con una pequeña caja en la mano.
"Esto es para ti". Le pasó la pequeña caja a Vilma.
"¿Eh? ¿Qué es esto, Raymundo? ¿Qué le estás regalando a Vilma otra vez?", Natalia se lo arrebató de un golpe.
"Oye...", Raymundo vio cómo Natalia le quitaba la caja, y se puso nervioso.
"Natalia, ¡deja de hacer tonterías! Eso es de Vilma". Miró la caja en las manos de Natalia, estaba a punto de quitárselo.
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