¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 348

-¿Vas a comprar algo para mi madre? -

-¿Acaso no debería hacerlo? -

A Rosaría le pareció interesantes sus palabras.

Cuando Lorena estaba hospitalizada, ellos estaban lejos de haberla cuidado, Rosaría recibió muchas preocupaciones por su parte. Por los afectos que sintió hacia ella, Rosaría debería hacer algo para ella.

Mateo sonrió -Tú decides -

En este instante, Rosaría vio una ternura profunda en los ojos de Mateo, que le iba a ahogarse.

-Tus ojos son realmente hermosos. Con ellos podrás conquistar a casi todas las jóvenes -

Mateo se quedó confuso.

-Pero tengo los ojos finos -

-Igual -

Rosaría dijo con firmeza.

Mateo no insistió más.

-Vale, vale, como quieras. Los heredé de los genes -

Lo dijo Mateo en un tono halagado.

"¡Sin vergüenza!" pensó Rosaría.

Pero Mateo ignoró su mirada.

Luego los dos entraron al centro comercial con las manos bien apretadas.

-¿Qué le gusta a mamá? -

De repente Rosaría se quedó avergonzada por no haberla conocido bien a pesar de haber sido parte de su familia por muchos años.

Mateo sonrió -Le gustará todo lo que le compres -

-Pero digo en serio -

Rosaría estaba un poco nerviosa.

Nunca se había sentido insegura en las compras.

Viendo su nervio, Mateo susurró -De hecho, no le falta nada. Lo que debes hacer es mostrarle un amor filial. Pero si insistes, te digo que le falta mi padre, ¿acaso eres capaz de ofrecérselo? -

-¡Qué tonterías! No soy Dios -

A pesar de su burla, dijo la verdad, que no le faltaba nada.

Pero esto complicaba aún más a Rosaría.

-No tengo ninguna idea -

-Déjalo -

No era necesario el regalo, Mateo pensó que su visita ya era lo más valiosa para su madre.

Dando vueltas y se detuvieron al final ante los barreños.

A Rosaría le pareció bien este artículo.

-Quedan muchos puntos de acupuntura bajo los pies. Con este barreño Lorena podrá masajearlos, ¿te parece bien? -

Miró a Mateo esperando su respuesta.

Mateo dijo -Sí, me parece bien -

Luego los dos llegaron a la Mansión de la familia Nieto con el barreño.

"La Mansión es un poco diferente que antes, ahora está equipada de más seguridad." Pensó Rosaría.

Luego entraron a la Mansión.

-¡Han llegado señor Mateo y señora Rosaría! -

Gritó Yolanda, contenta.

Cuando Rosaría y Mateo entraron a la casa, vieron a la señora Lorena sentada en una silla de ruedas, sonriendo.

-Muy bien, vengan -dijo feliz Lorena.

Los dos se quedaron asombrados por su estado.

-Mamá, tus piernas... -

Mateo estaba ocupado en estos días, ni siquiera tenía tiempo para cuidar a su madre. Cuando la vio sentada en silla de ruedas, se sintió muy culpable y las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos.

-Mamá, perdóname, que no te cuidaba bien -

Mateo se arrodilló a su lado.

Rosaría sintió lo mismo que Mateo.

Pensó que con el antídoto, la señora Lorena se curaría tarde o temprano, pero nunca había pensado que llegaría a esta situación.

-No es nada grave, al menos estoy viva. El doctor dijo que el antídoto me aliviaría el síntoma, pero no me curaría todo. Lo único que me quedan las piernas es la poca fuerza, pero con el tiempo me recuperaré. Así que no os preocupéis. Con tantos años de serviros, por fin podré descansar un buen rato, ¿no os parece bien? -dijo Lorena tranquila, sonriendo.

Cuanto explicaba con más tranquilidad, más culpables se sentían Rosaría y Mateo.

-Mamá, perdóname. Deberíamos haberte cuidado mucho antes -

Rosaría se le acercó, mirándola con los ojos llenos de tristeza.

-¡Tonta! ¿Cómo me ibas a cuidar si te encontrabas aún peor que yo? Con una edad avanzada, ya no me importa mucho. Tú eres joven, tienes que cuidarte bien. ¿Cómo has estado ahora? ¿Todo bien? -la contestó con ternura.

-Todo bien, no te preocupes -

Rosaría se comportaba como una niña frente a Lorena.

En este momento, Mateo las interrumpió -Mamá, ella te compró un barreño. ¿Lo pruebas? -

-Voy por las aguas -se ofreció Rosaría.

Pero la detuvo Mateo.

-Déjame a mí. Quédate con mamá -

Dicho y hecho, Mateo se quitó el abrigo, doblando las mangas y se fue al baño con el barreño.

-Sois todos mis buenos hijos, con vosotros a mi lado, me quedaré tranquila en el resto de mi vida -sonrió Lorena, contenta.

-Ha sido toda mi culpa. Si no hubiera sido por mí, Mateo te habría cuidado mucho antes -

Para Rosaría, Lorena era la más simpática y comprendida de todo el mundo.

Porque cualquier suegra se quedaría enfadada si su hijo no la visitaba en más de un mes.

-Lo importante es que te cuides bien. ¿Me dijo Mateo que ibais a viajar con los niños? -la dijo con ternura.

-Sí, ese es el plan. Pero ya no tengo las ganas. Quiero estar a tu lado hasta que te recuperes -

¿Cómo podrían viajar solos si Lorena estaba en mal estado?

-No te preocupes. Yo tengo a Rolando a mi lado. Además, os debo mucho. Me parece bien que viajéis todos juntos. El mundo es grande y colorido, deberíais llevar a Laura a presenciar lo bello del mundo. Mientras yo, una anciana, de una edad avanzada, no tengo nada ganas de moverme. Lo único que quiero es quedarme aquí en la Mansión acompañando a tu padre. Vosotros haced lo vuestros, no quiero impediros -sonrió Lorena.

-Pero no podremos dejarte sola, en una situación así -

Se sentía Rosaría más culpable con sus consuelos.

-¡Tonta! Ya no eres niña -

Lo dijo Lorena bromeando.

Rosaría se arrojó a sus brazos llorando -Pero soy tu niña para siempre -

-Vale, vale, lo eres. No llores, que lo pensará mal Mateo -

Mientras hablando, Lorena lanzó las toses.

Rosaría le sirvió un vaso de agua.

En este momento, Mateo volvió con el barreño y se arrodilló ante Lorena para lavar sus pies.

Hasta entonces se dio cuenta de varios años en los que no la había cuidado con tanto cariño.

Cuando era pequeño, Lorena tuvo que dejarle solo para ganar la vida y ahora, todo al revés. Pero con lo ocupado que estaba Mateo, casi perdería a su mujer y a su mamá.

Pensándolo, Mateo se sintió muy culpable.

-Mamá, el barreño te ayudará masajear los pies promoviendo la circulación sanguínea. Puedes usarlo todos los días -

-¡Muy bien! -

De repente Rosaría se dio cuenta de su envejecimiento. Una soledad indescriptible le rodeaba dejándole aún más pálida.

-Mamá, ¿qué quieres comer? Te lo cocino -

Mientras Rosaría se levantó, Lorena la detuvo.

-Yolanda nos preparará, ¿piensas quitarle el trabajo? Además, estás aún débil, quédate aquí conmigo charlando, ya me basta -

Luego Lorena le pasó un sobre rojo.

-Sé que no os falta plata, pero siendo tu suegra, quería expresarte mi amor. No te permito rechazarlo. Guárdalo para luego poder vivir mejor si algún día te trata mal Mateo -

Dijo Lorena sonriendo, lo cual provocó a Rosaría el llanto.

-Mamá... -

-Si me llamas mamá, tómalo -

Rosaría lo cogió después de tener consentimiento de Mateo -Gracias, mamá -

-¡Buena hija! -

En este momento, llegó Rolando.

Lo vio por primera vez Rosaría en una ocasión formal.

La última vez que lo vio fue cuando estaba a punto de morir, y en aquel entonces lo confundió con Mateo.

Lo miró a ojos descubiertos pensando, "¡Se parecen como una copia los dos!"

-Hola, Rosaría -

Sonrió Rolando con dos hoyuelos en sus mejillas. Era más dinámico que Mateo.

-¿Cómo estás? Rolando -

Rosaría estaba un poco avergonzada por su presencia, cuyo rostro era casi copia de su marido.

-Lárgate, ¿no viste que Rosaría está nerviosa con tu presencia? -

Mateo le pateó.

Rolando se acercó a Lorena quejándose -Mamá, ves ¿cómo me trata Mateo? Además de atacarme, me dejó una empresa grande para sucesión, ahora soy su obstáculo aquí -

-Si no piensas recibir más regaño, consigue una novia. Por cierto, ¿has cogido a Adriano? -dijo Lorena.

Sus palabras le dejaron sorprendido, -¡Ay! Lo dejé en mi despacho -

Luego corrió precipitado afuera.

"¿Podría manejar bien la empresa?" pensó Rosaría, desalentada.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡No huyas, mi amor!