¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 354

-¡Ven! -

Viéndola con esa expresión tan inocente, Mateo se enfadó aún más.

-Mateo, ¿de dónde te viene tanto coraje? -Eduardo frunció el ceño.

-Estoy de mal humor, así que será mejor que no me provoques -

Mateo estaba agotado de paciencia, por lo que todo el mundo era desagradable a sus ojos.

Eduardo quería decir algo, pero fue detenido por Rosaría.

-Sé bueno, entra para jugar -

-Mamá, no lo mimes demasiado. Los hombres no deben gritar a las mujeres -

Esas palabras las dijo Eduardo en una voz suficiente alta para que Mateo las también pudiera oír con claridad.

Mateo estaba a punto de morir de ira.

¿Qué estaba haciendo ese niño?

Al verlo así, Rosaría se apresuró a decirle a Eduardo -¿De qué estás hablando ante tu padre? Vete a tu habitación y reflexiona sobre lo que has hecho mal -

Sabiendo que su madre lo estaba defendiendo, Eduardo se rindió y se limitó a seguir en voz baja -Si te hace daño, grita. Están allí mis abuelos, ¿cómo se atrevería a dañarte ante ellos? -

Esas palabras le casi le dio risas a Rosaría.

¿Por qué sintió que frente a Eduardo, ella, siendo su madre, era como una niña, mientras que su hijo hablaba como si fuera un adulto?

-Lo veo. Date prisa y vete ya -

Cuando vio desaparecer a Eduardo, Rosaría dejó el mango que sostenía, se lavó la mano y subió.

Viéndola caminando sin prisa, Mateo ya descubrió que ella no tenía nada que ver. Sin embargo, en su interior, se molestaba por su actitud indiferente.

-¿Es lo que debería hacer una esposa? ¿Acaso no me ves herido? ¿Por qué no me cuidas? -

Al verla acercarse, Mateo le habló en un tono mucho menos agresivo.

A los ojos de Rosaría, Mateo era como un niño enfadado. Con él, no se jugaba nada.

-Realmente quería vendarte, pero no me lo dejaste. Ni siquiera lo dejaste hacer a su querida hija, ¿cómo me atrevería a hacerlo yo? -

Mateo no supo qué contestar.

Finalmente, dijo enojado -¡Me duele! ¡Date prisa! ¿Quieres que me permanezca la cicatriz o qué? -

-No te preocupes, a los hombres no les importa eso. Además, no tienes que ser guapo para seguir siendo un señor -

Pese a lo que decía, Rosaría sacó un botiquín y empezó a vendarle la herida.

Sus movimientos eran muy suaves, y en su mirada se veía algo de afecto y cariño.

De repente, Mateo se calmó.

-¿A cuántas personas has vendado? -

Mateo no pudo evitar preguntar.

Finalizadas las palabras, se arrepintió.

¿Qué estaba pasando con él?

¿Por qué siempre estaba pensando en esa foto?

Rosaría se paró y pensó un buen rato antes de contestar -Tres, más o menos -

-¿Tres? -

Mateo levantó la voz y le dio un gran asusto a Rosaría.

-¿Qué pasa? Se lo he hecho a mi padre, a ti, y también a un niño que salvé de pequeña -

Escuchando esa contesta, Mateo se alivió.

-Bueno -

A Rosaría le daba una sensación extraña el Mateo de hoy.

-¿Qué te pasa? -

-Nada -

Luego, continuó en voz baja -¿Qué niño? No lo sabía -

-Eso fue hace mucho tiempo. Casi se me ha olvido. Lo recordé cuando alguien me lo mencionó -

Aunque Rosaría no dijo quién era, Mateo lo adivinó por la expresión seria en el rostro de su mujer.

¿Era Víctor?

Siguió pensando, pero no se lo preguntó directamente.

-¿Entonces, salvaste a alguien de pequeña? ¡Qué niña más valiente! -

-Eso es. Pero lo hice por una simple casualidad. Salvé a un niño en un almacén en las afueras de la ciudad, luego hubo una explotación allí y me asusté tanto que, cuando volví, no me atreví a salir de casa hasta que mi papá me dijo que todo había pasado -

Rosaría se lo explicó con brevedad, así que Mateo lo entendió.

En aquel entonces, todos, él incluido, sabían lo que le pasaba a Víctor. Pero no estaba enterado de que fue su esposa el que lo salvó.

No era de extrañar que a Víctor le gustara tanto.

No obstante, pensando en eso, Mateo se volvió celoso.

-Aléjate de Víctor -

-¿Cómo podría seguir en contacto con él? Mira lo que le ha hecho a Lidia. Incluso sigue creyendo que tiene razón. ¡No lo perdonaré! -

Rosaría se puso un poco triste, pero al recordar a Mario y Lidia juntos, le cogió a Mateo de la mano y le dijo -¿Sabes que Mario y Lidia han hecho la paz? -

-Sí -

En realidad, a Mateo no le interesaba lo que pasaba entre esos dos, pero viendo la sonrisa de Rosaría, él también se alegró de nuevo.

-No digas lo de las personas ajenas. Préstame la atención a mí, sigo herido -

Mateo se quejó.

Rosaría le hizo un puchero y siguió -¡Qué celoso! Solías enfrentarte a todas las dificultades y sufrir todo tipo de dolores sin ninguna queja. Aun cuando te hicieron una puñalada en el corazón, seguiste bromeando conmigo. Mírate a ti, ¿eres el Mateo que conozco? -

-¿No lo sabías? Cuando no tenía a una esposa como tú, había de pasar por todo eso. Pero ahora te tengo a mi lado, ¿por qué tendría que aguantarlo? No soy tan fuerte que parezco -

Antes de que pudiera terminar sus palabras, Rosaría, sin darse cuenta, aplicó más fuerzas cuando lo vendaba.

-¡Vaya! -

Mateo inmediatamente gritó.

Rosaría dijo con orgullo -A ver si vuelves a gritarme a mí. Hoy, al regresar, te enfadaste con Eduardo y luego cerró la puerta con haciendo tanto ruido, a ver si te atreves a hacerlo otra vez -

Mientras hablaba, Rosaría le presionó en la herida.

¡Qué dolor! Sin embargo, Mateo no pudo gritar, sino que se lo reprimió hasta incluso se sonrojó.

Fue en ese momento en que se dio cuenta de que no se podía provocar a las mujeres, de ninguna manera.

Hacía pocos minutos, Rosaría actuaba como si eso no le importara. Pero ahora, viéndola así, llegó a entender que estaba equivocado.

-¡Me duele! Cariño, estoy equivocado, ¡no me atrevo a hacerlo de nuevo! ¡Por favor, te pido misericordia! -

Mateo no pudo aguantarlo más.

No era porque no pudiera soportar el dolor, sino que temía que Rosaría siguiera así durante toda la tarde si él no se rindiera.

No le importaba quedarse en la habitación con ella durante todo ese tiempo, pero no quería que se descontentara.

Al escucharlo, Rosaría lo liberó.

-Si lo vuelves a hacerlo ante los niños, a ver si te castigaré. Parece que te he sido demasiado tolerante -

Rosaría, de manera violenta, recogió todas las cosas en el botiquín.

-Tu hija sigue enfadada. ¡No me meteré en eso! Será asunto tuyo -

Hablando de Laura, a Rosaría le empezó a doler la cabeza.

Ella misma la había criado con cariño durante los cinco años pasados, pero ahora ya se había vuelto en una fanática de su padre, por completo.

Naturalmente, Mateo la entendió. Pero no se atrevió a decir más, sino que continuó -Vale, lo haré yo. ¿Todavía no has comido? Te voy a cocinar -

-¡Qué memoria más buena! ¿Lo recuerdas? -

Al ver que Mateo se había recuperado del mal humor por completo, Rosaría comenzó a hablarle de broma.

Mateo también se culpó a sí mismo.

Se enojó con ella y la molestó en el almuerzo. Además, la dejó seguir con hambre durante tanto tiempo. Era todo culpa suya.

-Te prepararé algo de comer -

-Olvídalo, tu cara está herida. No entres en la cocina. Ve a hablar con Laura, voy a preparar fideos. Ya han comido los niños y mis padres, comeremos juntos entonces -

Después de decir eso, se puso de pie.

Mateo subconscientemente agarró su mano y susurró -Lo siento, hice que te preocuparas -

-Está bien, te tomé como un niño como Eduardo -

Mateo le hizo un puchero.

-¿Cómo? -

-No es así, no creo que seas comparable a él -

Rosaría lo hizo con tanta confianza y determinación que lo dejó sin saber qué contestar.

Luego, al darse cuenta de la expresión de su marido, Rosaría no pudo evitar sonreír.

-Realmente te ves como un niño -

Con eso, le dio unas palmaditas en la cabeza a Mateo como a una mascota y salió de la habitación.

Mateo se quedó sin hablar.

Rosaría sería la única mujer que se actuaba así ante él.

Sin embargo, no pudo evitar reírse cuando recordó lo que acababa de hacer.

Aunque seguía un poco triste, lo de ahora le hacía sentir la felicidad real y tocable.

No se lo diría a Rosaría.

Para que ella pudiera seguir sonriendo sin ninguna preocupación.

Agarró fuertemente su teléfono antes de levantarse y fue a la habitación de Laura.

Al ver que era Mateo, Laura se acercó con mucho cariño.

-Papá, ¿te sigue doliendo? -

-No. Me recupero al saber que te preocupas tanto por mí -

Mateo realmente se alegraba viendo a su hija. Para él, era una angelita que había venido a quitarle toda la tristeza.

Sin embargo, Laura continuó -¿Quién te golpeó? Lo vengaré -

-Nena, no te pongas así. Sé que estás preocupada, pero te tengo que darte una lección por lo que has hecho hoy -

Amaba a su hija, pero se lo tenía que decir.

Laura se sorprendió un poco y bajó la cabeza.

-Lo siento, papá -

-Hazlo a tu mamá. ¿Sabes cuánto ha sacrificado ella para criarte? ¿Acaso has hecho lo correcto hoy? -

Las palabras de Mateo le daban mucha vergüenza enorme a la niña.

-Estaba preocupada por ti. Pero mamá no -

-¿Cómo podía ser? Mamá se preocupaba aún más que tú, pero es una adulta y no se expresaba como tú. Yo también he hecho mal haciendo tanto ruido con la puerta cuando salí. Yo me perdoné, ¿y tú? ¿No debes reconocer tu error? -

La voz de Mateo era profunda y suave, pero le hizo sonrojar a Laura.

-Ahora bajo a disculparme ante mamá -

-¡Buena hija mía! -

La acarició de la cabeza, pero justo en ese momento, oyó un gran ruido de la cocina. Parecía que se había roto algo. Al salir del trance, salió corriendo cargando a su hija en los brazos, pero al ver la escena, se aturdió por completo.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡No huyas, mi amor!