¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 565

—¡Cuidado!

La voz de Lanzarote sonó en los oídos de Rosaría.

Rosaría se estremeció ligeramente, y antes de que pudiera salir de sus brazos, escuchó a Mateo decir fríamente:

—Suelta tus manos.

Lanzarote miró a Mateo y soltó a Rosaría sin decir nada.

Rosaría quiso dar explicaciones, pero las consideró innecesarias.

Mateo la jaló hacia atrás, luego le lanzó una mirada fría a Lanzarote y levantó los pies para alejarse.

—¡Tú, detente ahí! No creas que las mujeres son tan fáciles de intimidar, si vuelves a intimidar a esta mujer te haré saber lo que es lamentarlo.

Hazel no pudo detener a Mateo antes, y sólo ahora llegó a detenerlo, pero por desgracia Mateo no la hizo caso.

El ambiente había cambiado un poco debido a la intervención de dos personas ajenas.

Rosaría miró a Mateo y, al notar que no estaba de muy buen humor, le susurró:

—De verdad que compré a Lanzarote para otra persona, pero esa mujer no tenía dinero para pagarme, así que Lanzarote me siguió.

—Sí. Te creo, sólo que no me gusta que otros hombres te toquen.

Las palabras de Mateo hicieron que a Rosaría le dieran ganas de reírse.

—Casi me caí y él me ayudó, así que hay que dar las gracias.

—De acuerdo, descontémosle diez min euros de su deuda como agradecimiento.

Las palabras de Mateo enfurecían a la gente, era lo típico de solucionar todo con dinero. Pero Rosaría no dijo nada, si no ese celoso volvería a hacer algo.

—¿A dónde me llevas?

—¡A comer!

Sólo cuando Mateo terminó, Rosaría se dio cuenta de que su estómago gruñía.

—Si no lo dices casi se me olvida que no he comido aún.

—A mí no se me olvida.

Mateo finalmente sonrió y llevó a Rosaría a la cantina.

El hospital no era gran cosa, pero la comida era buena. Mateo y Rosaría, que no eran de esos mimados, pudieron comer muy bien, porque todo sabía bien cuando estabas con la que persona que amabas.

Rosaría miró directamente a Mateo, y éste pareció un poco avergonzado.

—¿Qué estás mirando?

—Lo guapo que eres.

Las palabras de Rosaría hicieron que Mateo se sorprendiera, enrojeciendo ligeramente sus orejas, antes de decir fingiendo calma:

—¿No es un hecho conocido por todos?

—¡Qué creído!

Rosaría realmente sintió que no se cansaba de él.

Estos días, Mateo había perdido peso. Ella podía notar claramente sus mejillas más delgadas. No sabía lo que le había pasado en la Ciudad Subterránea, pero era obvio que no sería demasiado bueno.

—Mateo.

—¿Eh?

—Nada, sólo quería llamarte.

Las palabras de Rosaría le parecieron muy infantiles a Mateo.

—Me gusta más que me llames cariño.

—¡Cariño! —Rosaría llamó de inmediato, ese sonido dulce hizo que Mateo sintiera que todo su cuerpo se derretía.

—Otra vez.

—Cariño.

Rosaría era muy cooperativa.

Mateo sonrió de repente, como un niño al que le habían dado un caramelo.

A Rosaría le resultaba difícil ver a Mateo tan feliz.

Lo dulce que eran ahora dejaría en evidencia lo duro que podría ser para Mateo dos días después. No quería que Mateo se sintiera mal, pero ¿qué podía hacer?

No podía permitirse tener más conflictos con Mateo en sus últimas horas, sólo quería estar con él cada segundo.

—Ven conmigo a ver las estrellas después de comer —Rosaría dijo de repente.

Mateo se quedó un poco atónito.

—¿Ver las estrellas?

—Sí, este sitio está un poco remoto, pero el aire es estupendo y no he visto estrellas tan brillantes en mucho, mucho tiempo.

Rosaría miró al cielo y se dio cuenta de que ya estaba oscuro.

«El tiempo vuela. Especialmente cuando estoy con Mateo. ¿El mareo de antes fue una advertencia?».

Rosaría no lo sabía, pero seguía queriendo estar con Mateo.

Era un sentimiento que no cambiaría nunca jamás; después de todo, los dos habían pasado tan poco tiempo juntos.

Mateo no sabía qué había de bueno en ver las estrellas, pero asintió de todos modos.

—Bien. Come más, no te quedes con hambre después.

—Vale.

Rosaría terminó felizmente su comida con Mateo y los dos salieron al patio.

De repente, se subió al tejado como una niña y vio cómo Mateo se quedó estupefacto.

Rosaría, a la que recordaba como una mujer gentil y generosa que nunca hacía nada fuera de lo normal, ahora subía a lo alto de la casa como una niña salvaje del campo y le saludaba alegremente, sin tener en cuenta sus modales.

—¡Sube! Puedes verlo mejor desde aquí arriba, y estás más cerca del cielo.

De repente, Mateo encontró a Rosaría muy dulce e inocente.

No importaba lo cerca que estaba del cielo, de todas formas, tampoco podía atrapar a las estrellas, ¿no?

Mateo tuvo de repente una idea.

Sonrió y se dirigió rápidamente al tejado, se sentó junto a Rosaría, la estrechó entre sus brazos y le dijo en voz baja:

—¿Las estrellas son bonitas?

—Sí, me parecen bonitas cualquier cosa mientras esté contigo.

Rosaría sintió un poco de frío y se encogió en el abrazo de Mateo.

Mateo se quitó apresuradamente la chaqueta y se la puso sobre los hombros.

Un tenue aroma recorrió las fosas nasales de Rosaría, era el olor de Mateo.

Le encantaba la sensación de tener su olor entre sus respiraciones, y aunque su vida llegara a su fin, mientras estuviera con él, ya no tenía miedo.

Rosaría abrazó fuertemente a Mateo por la cintura y le dijo:

—Qué suerte tengo de tenerte. Soy tan afortunada de ser tu esposa en esta vida. Si hay otra vida, me volveré a enamorar de ti.

—Tonta, tenemos una larga vida por delante. Ya que te gustan tanto las estrellas, ¿qué tal si diseño una piedra preciosa para ti? —Mateo habló con Rosaría sobre lo que acababa de pensar.

Rosaría se estremeció ligeramente, un poco triste, pero sonrió y dijo:

—Sí, me gusta todo lo que me regales.

—A veces me gustaría que me pidieras algo por voluntad, aunque fuera lo más difícil y raro, te lo conseguiría para ganarme una sonrisa tuya. Rosaría, ¿sabes? Tu sonrisa es lo que más me gusta ver.

Rosaría sintió pena de nuevo.

¿Por qué Mateo era tan bueno diciendo cosas bonitas hoy?

Le dieron ganas de llorar.

—No quiero nada más que a ti.

Las palabras de Rosaría llegaron directamente al corazón de Mateo. Las comisuras de su boca se levantaron involuntariamente y sus ojos se suavizaron.

Mateo dijo algo más que a Rosaría le costó escuchar.

De repente se sintió muy cansada, tanto que quería dormir, pero no quería dormir, ¿y si se quedaba dormida y no volvía a despertar?

Quería pasar más tiempo con Mateo, aunque fuera veinticuatro horas.

Estaba demasiado sola en el camino de la muerte, y sin la compañía de Mateo, estaba realmente asustada.

Rosaría se esforzó por soportar su somnolencia, pero su cuerpo estaba completamente descontrolado.

Estaba como un pollito que asentía sin parar con la cabeza y finalmente cayó directamente en los brazos de Mateo, desmayándose.

Mateo se quedó sorprendido al verla así, luego sonrió con cariño y negó con la cabeza.

—¡Qué chica! Ya tienes tanto sueño, pero insistes en subir a ver las estrellas. ¿Ahora qué? ¿Cómo bajamos?

Mateo miró con cierta impotencia a la dormida Rosaría, luego se levantó y la tomó en brazos y la bajó con cuidado.

Rosaría siguió sin despertarse cuando la llevó a la sala de paciente.

Mateo la tapó con las sábanas, se metió en la cama y abrazó a Rosaría.

Estos días durmió inquieto y ahora que tenía la compañía de Rosaría, no tardó en dormirse.

Fue una noche sin pesadillas.

Mateo se despertó al amanecer del día siguiente.

Intentó moverse antes de darse cuenta de que su brazo estaba apoyado por Rosaría.

El sol de la mañana llegaba a través del cristal y daba sobre el rostro de Rosaría, era de un tono rojo y con un brillo dorado.

Mateo sintió de repente que era un hada, como si no perteneciera a lo mundano.

Esos pensamientos le hicieron reír.

«¿Qué me pasa?¿Es posible que Rosaría me ha contagiado eso de ser infantil?».

Mateo sonrió y sacudió la cabeza. Apretó la nariz de Rosaría y le dijo suavemente:

—Levántate, mi cerdita. ¿Salimos a correr?

Esperaba que Rosaría apartara su mano de un manotazo con gran impaciencia y se diera la vuelta para volver a dormir, o que dijera: «Déjame, quiero dormir».

Mateo esperó. Pero pasó un minuto y Rosaría no respondió.

Mateo se quedó un poco atónito y le volvió a pellizcar la nariz y se inclinó sobre su oreja y le dijo:

—Levántate, mi cerdita, voy a hacer cosas de mayores si no te levantas, entonces no me digas que no puedes soportarlo, ¿eh?

Su aliento rocía la oreja de Rosaría, haciéndole cosquillas con un tono bajo deliberado que despertaría a Rosaría incluso si estuviera durmiendo profundamente.

Pero había pasado un minuto y Rosaría seguía sin reaccionar.

Mateo estaba un poco inquieto.

—¡Rosaría! ¡Rosaría, despierta!

Mateo se apresuró a palpar la respiración de Rosaría.

«Bien, bien, aún respira».

Tal pensamiento pasó por la mente de Mateo cuando éste se congeló de repente.

«¿Qué me hace pensar eso? Acaso Rosaría…».

—¡Rosaría!

Mateo se apresuró a revisar el resto del cuerpo de Rosaría, pero todo lo demás estaba bien, excepto ella, que no se despertaba y parecía una bella durmiente.

«¿Por qué está pasando esto?¿Puede ser que esté demasiado cansada?».

Mateo especuló, pero no se atrevió a demorarse.

Se vistió a toda prisa y corrió rápidamente al despacho de Hazel, le agarró por el cuello y le dijo con ansiedad:

—¿Qué le ha pasado a mi mujer? ¿Lo sabes? ¿Por qué no se ha despertado esta mañana?

—¿Qué?

Hazel se sombró ante las palabras de Mateo y luego se dijo a sí misma:

—No debería, su cuerpo debería poder aguantar tres días. Hoy es el tercer día, ¿cómo es que no se ha despertado?

—¿Qué has dicho? ¿Qué quieres decir? ¿Cómo que su cuerpo debería poder aguantar tres días? ¿Qué demonios le está pasando?

En este momento, Mateo no paraba de sacudir a la mujer.

Hazel estaba mareada por las sacudidas y dijo:

—Para, es inútil sacudirme. Tu mujer ya se estaba muriendo, encima estaba agotando sus fuerzas para salvarte, así que ya fue increíble que pudiera pasar una noche contigo. ¿Qué más esperas? Te aconsejo que, si tienes tanto tiempo, ve a preparar su funeral.

—¡¿Qué coño dices?!

Mateo dio un puñetazo a Hazel en la cara y la sangre roja brillante brotó de su nariz al instante.

—Si te atreves a decir más que Rosaría está muerta, ¡te mandaré al infierno! 

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