—Esas son buenas noticias. Estás embarazada… —Sara regresó en sí mientras abría los ojos—. ¿Es de Adán?
—Hmmm.
—¡Diablos! ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a hablarle de esto?
Lina sacudió la cabeza.
—No; nos vamos a divorciar de todos modos.
Sara hizo una pausa por un momento antes de preguntar:
—Entonces, ¿te quedarás con el bebé?
El silencio cayó sobre las dos chicas, ya que Lina no quería contestar a esa pregunta.
Cuando se enteró del embarazo, su primera reacción fue recurrir al aborto. Sin embargo, después de pensarlo, se dio cuenta de que el bebé no tenía nada que ver con los problemas entre ella y Adán. El bebé era inocente.
Cada vez que cerraba los ojos, podía sentir cómo la vida de ese bebé se disipó de su cuerpo hace tres años. Ella no quería experimentarlo de nuevo, pero si decidía quedarse con el niño…
Al final, contestó:
—Todavía no estoy segura. Hablemos al respecto después de un tiempo.
Sabiendo que Lina no quería seguir con el tema, Sara cambió de tema.
—Bien. Hay buenas noticias: El collar y el anillo de la colección Primer Amor estuvieron recibiendo respuestas positivas del equipo de nuestra revista ¡También hay reservaciones internas! Estoy segura de que se venderán como pan caliente una vez que salgan a la venta. Lo único que queda es el brazalete… Aún falta una semana antes de la conferencia de prensa. ¿Crees que puedas hacerla a tiempo?
—Sí. Necesito máximo tres días.
Sara soltó un suspiro de alivio.
—Pero, estás embarazada. ¿Puedes encargarte de la producción tú sola? Te expondrás a sustancias químicas en el proceso. Creo que es mejor darle la tarea a la fábrica.
—Está bien. Puedo usar cubrebocas y guantes.
—Entonces, tienes que tener cuidado. Solo infórmame si no puedes por tu cuenta.
Lina sonrió.
—No te preocupes. No será problema.
Saliendo del baño, sostuvo su teléfono, dubitativa, por un largo tiempo, antes de llamar al número de Adán.
Una vez que le dio línea, la voz prepotente de Mía pudo escucharse.
—El Presidente Peralta está conmigo justo ahora, así que trata de no avergonzarte a ti misma.
—Ah. —Lina colgó el teléfono sin pensarlo dos veces.
Desde el otro lado, Adán salió del baño y pudo ver a Mía meter su teléfono entre su ropa. Caminó para tomar la ropa y le preguntó con indiferencia:
—¿Llamó alguien?
Sus ojos titubearon.
—N… no.
Él revisó su historial de contactos solo para ver una llamada entrante de Lina de hace un minuto atrás. Alzó su mirada hacia Mía, quien le explicó:
—Presidente Peralta, Lina preguntó en dónde estaba, pero lo encubrí; ya que sé que no la quiere ver, de todos modos. No le dije nada más.
Él guardó su teléfono mientras se sacudía su excusa tonta de encima. En ese momento, su compañera de trabajo se aproximó mientras brillaba, encantada.
—Presidente Peralta, me alegra que siga aquí. Reservé una habitación privada en el Club Partenón. Pasemos un buen rato.
Adán respondió:
—La Señorita Correa es la protagonista de la colaboración. Disfruten sin mí.
Mía lo llamó al instante:
—Presidente Peralta…
Tras darle un amable asentimiento a su compañera, él salió del lugar y se metió al auto. El conductor le preguntó:
—Presidente Peralta, ¿quiere ir al departamento o a Villa Costa?
Adán agachó la mirada hacia su teléfono y su tranquila voz sonó:
—A Villa Costa.
—Bien.
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