Lina alzó la cabeza para mirar al edificio. Aunque no podía ver a través de la pared de vidrio, pudo sentir la perforadora mirada sobre ella, lo que le causó escalofríos.
Dada la conmoción inesperada, apostó que Adán la resentía más e incluso tenía el corazón para matarla de una vez por todas.
Se estrujó por la multitud a empujones para ver a su padre bajo la asistencia del guardia de seguridad. La fatiga la envolvió casi al instante de verlo rodando y tirándose al suelo como un niño haciendo berrinche.
—¿Qué crees que estás haciendo exactamente?
Jerónimo se desempolvó la ropa en cuanto vio a su hija.
—Vienes justo a tiempo. Llama a Adán en este momento para discutir la división de la propiedad.
—Ya te dije de manera clara que su dinero no tiene nada que ver conmigo.
Él alzó la voz tras escuchar eso:
—¡Tonterías! Durmió contigo por los últimos tres años, ¿cómo podemos dejarlo ir tan fácil cuando tiene una amante? Deja de bromear conmigo.
Lina abrió los labios, pero nada fue enunciado, ya que ella no tenía nada qué decirle a él. De manera casual, se giró hacia Julio.
—Por favor, llama a la policía.
Julio asintió bajo su comando y ella estuvo a punto de irse hasta que Jerónimo la detuvo.
—¿Cómo puedes irte así? ¡Estoy haciendo esto por ti! Tomaré una parte del dinero y tú puedes tomar las otras, sin embargo, ¿así es como me pagas? ¡Malcriada insolente!
Ella empujó su brazo lejos de ella.
—Tú sabes por quién estás haciendo esto. Si no vas a irte, adelante. Puedo disfrutar de dos días de paz si te llevan a custodia de todas formas. Ah, además, ni Luis ni yo te sacaremos esta vez, así que puedes quedarte en la estación de policía para siempre. Ellos te darán comida y no te perseguirán los acreedores. Genial, ¿no es así?
Furioso, Jerónimo la bofeteó en el rostro y la fulminó con la mirada.
—¿Es así como le hablas a tu padre? Yo los crie por tantos años ¿y es así como me tratas? Debes de estarme subestimando tras haberte casado con un hombre rico
—Como sea. —Dado que la multitud se estaba convirtiendo en una turba, Lina no tuvo más intención de quedarse. Agachó la cabeza y se alejó de las personas.
Ahora que Adán no iba a actuar y que Lina se había ido sin preocuparse por él, Jerónimo sabía que estaría en problemas reales una vez que llegara la policía. Miró a los guardias de seguridad.
—¡Díganle a su presidente que regresaré en unos días!
La multitud se dispersó en el momento en el que se fue Lina. Julio entró al edificio y marchó hacia el hombre, que estaba parado frente a la ventana francesa.
—Presidente Peralta, el Señor Mancera se fue.
Adán metió la mano en su bolsillo mientras sostenía su teléfono con la otra, expidiendo una disposición distante y fría.
—¿Qué hay de Lina?
—También se fue.
Adán resopló.
—¿Se fue?
—Sí y la… —«la golpearon en la cara»
Adán interrumpió a su secretario antes de que pudiera terminar.
—Aplaza la junta de la tarde a mañana.
—Entendido —respondió Julio.
Adán, inexpresivo, desbloqueó su teléfono antes de enviarle un mensaje a Lina:
«3:00 PM. En la Oficina de Asuntos Civiles».
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