Orgasmo con el millonario romance Capítulo 1

Narra Elizabeth.

Le cuento a mi amiga Wendy los problemas financieros  que tenemos con  mi abuelo  mientras ella se prepara un trago en la cocina. La conocí en sexto grado y hemos sido mejores amigas desde entonces. 

—No puedo creer que tu abuelo no te lo haya dicho— grita desde la otra habitación, y escucho cubitos de hielo chocando contra el vidrio—.Eso no parece algo que él haría.

—Si lo se. Pareció tan distraído toda la tarde que ni siquiera le dije que me iba a comunicar personalmente con los Ferrari, bueno con Jackson en especifico para pedirle una prórroga—mi abuelo me había ocultado que había sacado otro préstamo al señor David Ferrari hace un año y que ahora estaba en apuros. Solo tenia treinta días para pagar la deuda, sino los Ferrari se quedaría con el restaurante de mi abuelo donde yo trabajo en la cocina. Sin embargo, no teníamos dinero para pagar, y para el colmo el señor David, se retiró y ahora su hijo Jackson se esta haciendo cargo de todo.

—Hablando del hijo de puta... ¿Finalmente te respondió?— Wendy aparece frente a mí con dos Coca-Cola y rones. Normalmente no lo bebo porque sabe a aceite de motor frío, pero después del día que he tenido, acepto felizmente el vaso.

El primer sorbo me quema la lengua y la garganta, así que solo digo un

—Mmmhmm—mientras se deja caer en el extremo opuesto del sofá y toma su computadora portátil de la mesa de café. Me golpeo la palma de la mano contra el pecho varias veces hasta que puedo jadear: —Se reunirá conmigo en la mañana.

Pasé la mayor parte de mi turno tratando de ponerme en contacto con Jackson Ferrari. Después de la vigésima vez, su recepcionista de voz suave debe haberse hartado de enviarme al correo de voz solo para que yo le devolviera la llamada. Él había respondido entonces, presentándose con una voz seductoramente baja que envió una corriente de electricidad directamente a mis dedos de los pies. No se suponía que el enemigo sonara tan bien, pero maldita sea, si su voz no me hubiera tocado en lugares que estaban... bueno, intactos.

—Es persistente  señorita White—se río él y la forma en que dijo mi nombre me dejó la garganta seca. Hizo una breve pausa, dándole a mi cerebro sin sexo el tiempo suficiente para imaginar sus labios envolviendo otras palabras, antes de gruñir: —Venga las nueve, pero desde ya puedo prometerle que no le va a gustar mi respuesta.

Luego, sin otra palabra, me colgó.

Le cuento la historia a Wendy, que pone los ojos en blanco y resopla. 

—Qué completa mierda. Hazme un favor, y castra verbalmente a ese bastardo mañana por la mañana.

Bebo mi bebida. Es más fácil que el anterior, pero todavía me estremezco. 

—Lo juro, estoy a punto de vender mis bragas gastadas—digo bromeando.

Wendy arruga su nariz perforada. 

—Eso seria realmente asqueroso—se ríe.

—Tiempos desesperados—murmuro. Cerró su computadora. Nos sentamos en silencio durante unos minutos con solo el sonido de la televisión llenando la habitación, luego se tapa la boca con una mano. Arqueando una ceja, me encuentro con su expresión de asombro. 

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