Cuando Elsa regresó a su habitación, ahuyentó a Tatiana con el pretexto de que quería dormir.
Observó la habitación en mal estado y luego recordó la suntuosidad que acababa de ver fuera, y su ceño se frunció.
Después de pensarlo, se acercó a un espejo.
El espejo iluminó a una chica delgada, pero espeluznantemente pintada, y Elsa se quedó mirando la chica dentro del espejo seguía su ejemplo.
«¿Esto es, es un espejo?»
Elsa extendió con cuidado las yemas de sus delgados dedos, tocó y retrocedió.
Tardó un rato en acostumbrarse a que el espejo fuera tan claro y en empezar a mirar el traje.
En este mundo, los edificios, la ropa, la manera de hablar, todo eso era diferente.
Se sintió aún más rara.
Después de quitarse el horquilla desordenado de la cabeza y limpiar la extraña sombra de ojos, todo parecía mucho más normal.
Elsa comenzó a buscar algo útil en la habitación para saber qué le había pasado y cómo debería vivir en este mundo. Finalmente encontró un diario.
Después de leer ese diario, Elsa se mostró aturdida.
Resultó que ella había muerto realmente en su mundo y su alma había entrado en el cuerpo de una chica de otro mundo.
Se suponía que la niña iba a ser una joven rica, pero los padres informaron de que se había equivocado de hija en el hospital al nacer, por lo que se la llevaron al campo para que se criara en la miseria. En cambio, la hija de esa familia del pueblo disfrutaba de todo el amor y la riqueza en la casa de Elsa.
Estaba a punto de volver a dejar el diario sobre la mesa cuando, de repente, dos coloridos dibujos salieron de la manga de la agenda.
¡El Príncipe Agustín!
«¿Por qué Agustín está en un cuadro en un mundo extraño? No, esto no es un cuadro, es una imagen tomada con una especie de cámara llamada fotografía»
Al mirar al conocido e hipócrita hombre sonriente de la foto, los ojos de Elsa brillaron con un odio escarlata, y su mano tembló ligeramente al apretar la foto, pues si ese hombre estuviera frente a ella, lo habría desgarrado vivo.
De repente, se acordó de las repetidas referencias de la propietaria original a Agustín al final de su diario; antes había pensado que simplemente era el mismo nombre pero no esperaba...
—Así que realmente estás aquí. ¡¡¡AGUSTÍN!!! —Elsa agarró la foto con fuerza, con un frío glacial brillando bajo sus ojos, mientras la foto arrugada distorsionaba el rostro del hombre llamado Agustín, sus rasgos, por lo demás apuestos, se volvían tan feos como los de un payaso.
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