Se levantó y se dirigió a la cocina, entregándole unos caramelos cuando salió:
—Come, cuando era pequeño, mi madre los me dio cuando estaba de mal humor.
Elsa lo comió por sorpresa, apareciendo el hoyuelo en la comisura de la boca: —Es muy dulce.
—Come más si quieres.
Un aroma dulce llenaba el aire.
No sabía si fue una alucinación o no, pero sintió que Elsa se volvía dulce junto con él, sus ojos se desenfocaban poco a poco, mientras el anillo dejado en la mochila de Elsa hace mil años empezaba a brillar. Cristian cerró los ojos pero se volvió frenéticos y dominantes cuando sus ojos se abrieron de nuevo.
El aire se volvió repentinamente opresivo y Elsa sintió de pronto que algo iba mal, al momento siguiente el hombre lanzó a Elsa y la presionó en el sofá, seguido de un dolor en los labios.
Elsa luchó, pero Cristian era tan fuerte y por este asunto, Elsa se dio cuenta de que no sería capaz de resistirse si Cristian realmente quería forzar a ella.
Sus labios no dejaba de invadir los de Elsa, quien no tenía fuerza para soltar.
Elsa frunció el ceño, no le gustaba nada Cristian actual, pero no podía moverse.
«¿Por qué Cristian se volvió así? Era como si no fuera el mismo hombre suave y gentil. ¿Es esta la locura que Tomás acaba de describir?»
De hecho, había oído las palabras clave que Cristian y Tomás hablaron hace un momento, sino que se había dado cuenta de que Cristian era muy sensitivo al respecto, así que ella fingió no saberlo.
Fue porque sabía que el hombre estaba loco que no lo mató, de lo contrario, aunque no pudiera resistirse, habría tenido los medios para convertirlo en eunuco en un segundo.
Elsa volvió a sus cabales
«¿cómo puedo distraerse bajo tal situación?¿No debería sentirme repugnante y asqueroso?»
Y cuando su conciencia regresó, encontró algo aún peor, el hombre se había quedado dormido.
Cristian frunció el ceño y permaneció dormido, con un aspecto mucho más dócil que el habitual.
Tras un buen rato.
Cristian se despertó sintiéndose solo refrescado, se levantó y se estiró, de repente la sospecha cruzó sus ojos:
—¿Me has estado mirando aquí?
Elsa jugó con el cuchillo de fruta que tenía en la mano y le miró con recelo.
—Estoy pensando en hacer algo para ti. Y ahora creo que puedo te corta carne. ¿Quieres comer?
Cuando terminó, clavó el cuchillo con saña en las manzanas de la cesta de fruta.
Cristian no pudo evitar sentir un ligero dolor repentino en cierta parte de su cuerpo al ver esta escena.
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