Al pensar en esto, la sensación de opresión de hace un momento desapareció de nuevo, y dijo perfunctoriamente:
—Gracias por el recordatorio.
Pero nunca se disculparía con Elsa porque no se lo merecía.
—Bueno, ¿qué quieres decir? —Una vez que Alfredo se hubo marchado, Elsa condujo a Agustín al pequeño parque que había junto a ella, mirándole con indiferencia, sin mostrar ninguna emoción a medias.
Agustín volvió a sentirse incómodo, pero reprimió el resentimiento de su corazón y se dispuso a razonar con ella adecuadamente.
—Si era tuyo, ¿por qué dejaste que Candela lo vendiera por ti y luego lo vendiste tú por ahí? Estás avergonzando a Candela al hacer esto.
—¿Cuándo le he pedido que ella venda? ¿Qué, es eso lo que te dijo? Entonces deberías preguntarle a tu novia. Por cierto, hoy he encontrado el diseño perdido, y adivina por qué —Elsa miró a Agustín y le dijo con calma.
La mirada de Agustín se posó en su rostro y Elsa sonrió, una sonrisa sarcástica pero que no retrasaba su belleza.
Candela dijo que Elsa era anticuada y que no habla bien delante de la gente, pero parecía que no era así.
Un pensamiento absurdo, se deslizó por su mente, pero Agustín lo descartó inmediatamente:
—No, Candela no me mentiría.
Entonces, una sospecha le vino a la mente:
—¡Lo que has dicho a propósito para sembrar la discordia entre nosotros!
A Elsa le hizo gracia:
—Es el chiste más divertido que he oído en todo el año.
Elsa miró al tal Agustín con desprecio:
—Sólo bromeaba cuando te llamé prometido, no te lo tomes en serio. En cuanto a la pobre dama, si te gusta, puedes casarte con ella, yo no tengo nada que ver, y no tienes que acusarme de esta manera.
Después de pensarlo, recordó las palabras de Cristian, parpadeó y repitió sus palabras:
—Sólo decía que nuestras dos familias iban a unirse en matrimonio, pero no decía exactamente quién y cómo. Yo soy la señorita de la familia Fonseca y naturalmente me voy a casar con el hijo de la familia Graciani, pero incluso no se te permite tomar el apellido Graciani, ¿qué valor te hace pensar que solo quiero casarme contigo, señor Agustín Saavedra.
Lo que acababa de decir Elsa ya había enfadado a Agustín, y ahora la ira había llegado hasta punto.
Fue su dolor de corazón, más que nada, y el resentimiento y la ira de su madre durante muchos años.
La madre de Cristian, enferma desde hacía muchos años, le dio un duro golpe a su madre cuando murió, amenazando a su padre con su enfermedad y con la supervivencia de la familia Graciani, haciéndole prometer que sólo sus hijos se apellidarían Graciani, y que él se casaría con cualquier mujer, tendría todos los hijos que quisiera, y los malcriaría todo lo que quisiera, ¡pero sólo que no se apellidaría Graciani!
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