Los ojos del hombre se llenaron de ira:
—Entonces, pregúntale a la profesora cómo se presentaron mi mujer y Candela a Elsa.
La profesora también se sorprendió por el inquietante ambiente que se reinaba en la habitación, pero como el aura de Enrique era tan fuerte, respondió instintivamente a su pregunta:
—¿Elsa no es su sobrina?
«No es una sobrina, ¿podría ser una hija ilegítima?»
La profesora frunció el ceño, ahora tenía una impresión aún peor a Elsa.
La expresión de Enrique se volvió fría al mirar a la profesora de la clase. —Elsa es hija biológica mía y de Nora, y en cuanto a Candela...
—¡Papá! —Candela gritó de sorpresa.
Luego, con voz temblorosa, dijo:
—Papá, lo siento, mamá no reveló antes la identidad de Elsa porque no quería que ésta corriera peligro, y tú sabes que un chico de nuestro colegio fue secuestrado para pedir un cuantioso rescate.
Realmente existía algo así.
Enrique miró fijamente a Candela y finalmente se abstuvo de revelar la verdadera identidad de Candela mientras respiraba profundamente y decía:
—Pero ahora, a la luz de lo que la escuela ha hecho a mi hija, estoy dispuesto a revelar su identidad y, al mismo tiempo, a considerar si todavía permitir que Elsa siga asistiendo a esta escuela.
La profesora entró en pánico; muchas de las donaciones de la escuela provenían del Grupo Fonseca y si ofendía a Enrique, no podría seguir trabajando en la escuela.
La profesora se dedicó a decir:
—Lo siento, señor Enrique, todo es culpa mía, he hecho mal a Elsa, le pido disculpas, lo siento.
Sin embargo, Nora se puso furiosa y tiró de la profesora con voz enfadada: —Señora, no es culpa suya que Elsa haya hecho trampas, es ella la que debería disculparse.
No esperaba que Elsa no estaba dispuesta a decir la verdad hasta esta hora. Nora sintió que en realidad era demasiado buena para que Elsa pensara así de ella.
Señaló la cinta de vídeo arruinada sobre la mesa y se burló:
—La he arruinado toda y ya no quedará constancia de tus errores, pero Elsa, debes reflexionar
De repente, el aire se hizo insoportablemente silencioso y tanto el padre como Elsa miraron ferozmente a Nora, con los ojos gritando miedo.
Nora se sintió confundida:
—Enrique, ¿de verdad crees las tonterías que ella ha hablado? En realidad, hay otra cosa que no te he contado. Acaba de volver del campo el otro día Elsa ya ha robado el collar d e los demás...
—¡¡Basta!! Si no te callas ahora, seguro que vas a pagar por las consecuencias —Enrique soltó de repente un gruñido bajo.
Rara vez se enfadaba, así que ahora lo que dijo sobresaltó a todos los presentes.
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