Después de escucharlo, Elsa se apresuró a decir con rabia:
—¡No digas las tonterías! No soy tuyo.
En cuanto Enrique vio a Cristian, se acordaba de las fotos, le entraba ganas de matarlo. Además ahora este chico tuvo la osadía de decir que era su Elsa.
Por suerte, Elsa se enfadó y le explicó.
Incluso si uno tomaba el anillo de la familia Graciani, podría devolverlo siempre que Enrique no estuviera de acuerdo.
Enrique hizo un gesto solemne hacia Elsa:
—Elsa, ven aquí.
Estaba decidido a mantener a su hija lejos de ese lobo.
Pero Elsa no sabía que Enrique odiaba tanto a Cristian.
Al oír la llamada de su padre, Elsa se acercó inmediatamente al lado de Enrique.
Ahora también conoce bien a Enrique, se ven tres veces por semana y Enrique le enseña a Elsa sus deberes.
Cristian se sintió un poco molesto por la repentina partida de Elsa.
En ese momento, Elsa le dijo a Cristian:
—Cristian, siéntate.
El rostro de Cristian, que había estado tan sombrío que incluso el ama de llaves se alarmó un poco, se volvió de repente soleado y brillante.
Elsa no captó la implicación de sus palabras y ladeó alegremente la cabeza y contó con los dedos:
—Melocotones amarillos, uvas, nísperos...
De hecho, Cristian tomó nota de ello con cara seria.
Pero a Enrique le daba mucha rabia, porque el mocoso se recordaba a sí mismo que aunque Elsa seguía en la familia Fonseca, no tardaría en casarse con la familia Graciani.
Viendo a Cristian tratar muy bien a Elsa por eso no criticaba a Cristian, pero eso no significaba que pudiera tolerar que este mocoso mostrara una posesividad tan fuerte hacia Elsa delante de él.
—Elsa, cuando Candela era pequeña, Cristian ha venido aquí y pensó que ella era tú y dijo que quería encerrarla en su habitación —dijo Enrique de forma siniestra.
La sonrisa de Cristian se congeló en su rostro y Elsa, con una mirada de incredulidad en su rostro, se agachó detrás de Enrique de manera muy alerta.
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