—Lo siento.
—Sal de aquí, voy a asar las palomas para la Señorita Candela —Emily echó a Elsa y entregó las palomas marinadas en una caja grande y transparente.
Elsa dio un pequeño salto hacia atrás, sorprendida, cuando el fuego comenzó a surgir del interior de la gran caja.
Pensó en ello y recordó que era un horno moderno que la gente utilizaba.
Curioso de nuevo, medio ojo se asomó por el marco de la puerta.
En su mundo original, no existían estas cosas, y los asados se hacían directamente sobre el fuego, por lo que se cocinaban fácilmente.
El pichón comenzó a volverse aceitoso y el olor a chamuscado se desprende, tentando a las papilas gustativas.
Y Emily anunció triunfante:
—No puede comer esto, es para la señorita Candela, está débil y necesita alimentarse, usted está muy en forma, señorita, no puede comer esto, le sangrará la nariz.
Elsa quiso decirle que asar pichones no fortalecería el cuerpo, sólo llenaría el estómago. Pero no importaba, sabía lo que dijo la criada simplemente no quería dejarse comer a sí misma.
Elsa giró la cabeza y salió de la familia Fonseca, sacando el dinero que Cristian le había dado, las cejas de Elsa se alzaron de felicidad al ver que el dinero que el pesado le había dado aún no se había gastado. Fue a la tienda de conveniencia y compró todo lo que quería de una sola vez y se lo comió a gusto.
Elsa se apretó el vientre ligeramente y suspiró para sus adentros que era un mundo maravilloso con tantas delicias.
Especialmente lo que se llamaba chocolate, que la puso de buen humor cuando lo comía y además la llenaba fácilmente.
Por ello, Elsa compró varias piezas para guardarlas por si acaso.
—Bien —Elsa respiró hondo, no quería enfrentarse a unos padres tan excéntricos ni siquiera ahora.
Elsa subió las escaleras, se calmó, abrió los deberes y se quedó boquiabierta.
«¿Matemáticas? Es muy diferente de la aritmética que he aprendido de niña.Y lo que es el idioma inglés y no ser capaz de leer una palabra de él. La política, ahora que todos son iguales, ¿ya no hay emperador?»
Entonces, de memoria, volvió a abrir el ordenador del propietario original y, tras navegar por Internet, vio tantos mensajes extraños que la hicieron sentir cada vez más confundida, aburrida y somnolienta.
Elsa tiró el libro y se quedó dormida frente a su ordenador.
Pero pronto se despertó por un dolor de cabeza desgarrador.
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