Papá, quiero que sea mi mamá romance Capítulo 113

—Señor Hector, aquí viene la medicina -el mayordomo llamó a la puerta.

—Entra.

Hector cerró el ordenador y dejó entrar al mayordomo.

—Sr. Hector, ¿quiere despertar a la Srta. Julieta? —dijo el mayordomo.

—Yo me encargo.

Hector se levantó y dejó el escritorio, se sentó en el borde de la cama y ayudó a Julieta a levantarse apoyando sus brazos.

—Julieta, despierta.

La voz de Hector sonaba muy suave.

Sin embargo, Julieta seguía dormida y no escuchaba.

—¿Julieta?

Hector la llamó pacientemente durante mucho tiempo. Julieta abrió los ojos a regañadientes, pero todavía estaba un poco confundida.

—Cariño, toma la medicina.

Hector llevó cuidadosamente la medicina a la boca de Julieta.

Julieta se resistió, negando con la cabeza. Era tan amargo que no quería tomarlo.

Hector convenció a Julieta con mucha delicadeza:

—Por favor, toma la medicina y recompénsate con dulces.

Cuando Miguel lloraba y se resistía a tomar la medicina, nunca había persuadido a Miguel con tanta paciencia y delicadeza. En este momento, su suave voz era irresistible.

—¡No! —Julieta se estaba comportando de manera socorrida.

Estaba un poco confusa, no sabía dónde estaba ahora ni quién estaba a su lado, pero se sentía muy cómoda, como si hubiera vuelto a casa de sus padres adoptivos, así que se comportó como una niña mimada.

Hector no se resistió a esa mimosa Julieta, continuó:

—Julieta, si no tomas la medicina, te alimentaré boca a boca.

Al oír estas palabras, Julieta se despertó inmediatamente.

Le entraron sudores fríos cuando vio que estaba en los brazos de Hector y que éste sostenía la medicina.

Julieta intentó sentarse, pero estaba tan débil que se apoyó débilmente en los brazos de Hector.

—Sr. Hector, estoy bien. Lo llevaré yo misma —dijo Julieta rápidamente.

—Toma, cógelo —dijo Hector, con un imperceptible matiz de pérdida en su voz.

Hector seguía queriendo alimentar a Julieta con sus propias manos, y no lo soltó cuando Julieta recibió la medicina. No tuvo elección, lo aceptó, porque era tan débil para resistirse...

En los brazos de Hector, Julieta tomó la amarga medicina.

Mientras Julieta fruncía el ceño, Hector metió un caramelo en la boca de Julieta. La fragancia del caramelo de fruta llenó instantáneamente la boca de Julieta.

Julieta se siente redimida, nunca nadie se había preocupado por ella tan íntimamente y había comprendido todas sus emociones.

—Descansa un poco, estoy aquí contigo —dijo Hector suavemente a Julieta.

Ante la magnética voz de Hector, Julieta volvió a quedarse dormida.

Hasta el amanecer, cuando la temperatura corporal de Julieta bajó, Hector se echó una siesta junto a Julieta.

Al mediodía del día siguiente, Julieta había recuperado su energía y estaba de nuevo llena de vitalidad.

—Señor Hector, gracias —dijo Julieta a Hector.

Para cuidarla, Hector no ha ido hoy al trabajo y ha trabajado desde casa.

—De nada.

Julieta cambió inmediatamente de tema:

—Así que... Sr. Hector, ¿puedo ir al plató?

—No —respondió Hector sin dudar.

Julieta hizo un mohín y se fue de mala gana.

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