Papá, quiero que sea mi mamá romance Capítulo 198

Rebeca siguió a Hector durante toda la cena. Otros pensaron que era la compañera que había traído Hector, y también fueron muy respetuosos con ella. Por ello, Rebeca se sintió orgullosa durante mucho tiempo.

—Hector, hace tiempo que no te veo. ¿Están bien tus padres?

En cuanto Hector se sentó, llegó Rebeca.

—Sí, todo está bien —Hector puso la copa de vino sobre la mesa y respondió.

—Últimamente estoy ocupada. Visitaré a tus padres alguna vez —Rebeca intentó mostrar su lado más amable y virtuoso frente a Hector.

Rebeca se sentó a charlar con Hector mientras daba un sorbo a su vino. En pocos minutos había bebido varios vasos de vino y le dolía la cabeza.

—Hector, llévame de vuelta, hace tiempo que no me llevas a casa —Rebeca apoyó su cabeza en el hombro de Hector y dijo coquetamente.

—¿Dónde está tu conductor? —Hector frunció el ceño y apartó a Rebeca.

—No sé dónde está —dijo Rebeca ebria, inclinándose de nuevo sobre el cuerpo de Hector y sin querer irse.

Al ver que estaba muy borracha, Hector no podía dejarla sola allí. Así que la tomó y dejó el banquete.

Envió personalmente a Rebeca de vuelta. En el camino, Rebeca siguió hablando, pero Hector siempre se mostró indiferente y le respondía con pocas palabras.

Cuando Hector condujo el coche de vuelta al Barrio Lujo, ya estaba amaneciendo. Al ver que Julieta estaba dormida, no la despertó.

Después de levantarse, Julieta comenzó a ordenar su ropa, y estaba a punto de llevar el traje de Hector a la tintorería hasta que sus ojos se posaron en la marca de lápiz labial en el cuello de la camisa de Hector.

Su mente era un desastre y su estado de ánimo era extremadamente bajo. Sabía que Hector no era ese tipo de hombre, pero la marca de carmín en su ropa era tan evidente que no podía ignorarla...

Ni siquiera Hector esperaba que Rebeca le restregara el labial en la camisa a propósito cuando se apoyó en su hombro.

Aunque estuviera de mal humor, Julieta se obligó a enviar a Miguel a la escuela.

Como Miguel siempre se resistió al contacto con los extraños y estuvo aislado del mundo exterior durante mucho tiempo, no se acostumbró a ver a tantos desconocidos cuando llegó a la guardería. Especialmente cuando Julieta le llevaba al colegio, siempre lloraba y no dejaba que Julieta se fuera, e insistía en que le acompañara.

—Madre, no te vayas.

Miguel volvió a abrazar la pierna de Julieta, su voz era ronca, lo que entristeció mucho a Julieta.

—Miguel, no llores, mamá se quedará aquí para acompañarte.

Julieta se agachó, miró a Miguel y tocó su carita.

Miguel se sintió cómodo cuando escuchó las palabras de Julieta, y entró de mala gana en el aula.

Julieta se angustió mucho al ver la situación de Miguel y pensó en hablar con el profesor.

—Hola profesor Eduardo, soy la madre de Miguel. Quiero saber sobre la situación reciente de Miguel en la escuela —Julieta se acercó al profesor.

—Miguel es un chico muy inteligente, pero no suele llevarse bien con sus compañeros y no le gusta hablar. Suele sentarse solo cuando hacemos actividades extraescolares y no juega con otros niños. Como padres, tenéis que pasar más tiempo con vuestro hijo —dijo el profesor Eduardo a Julieta con seriedad.

—Entiendo, eso haré —Julieta asintió y respondió.

Cada vez que recogía a Miguel, éste se ponía muy contento, por lo que pensaba erróneamente que Miguel era muy feliz en la escuela.

—Miguel, ¿jugamos con ellos?

Durante las actividades extraescolares, todos los niños jugaban, pero Miguel estaba junto a Julieta, y no tenía intención de participar.

Miguel la miró y asintió.

Aunque realmente no quería jugar, podía aceptar si era con su madre.

Hector no abrió la boca para explicar, y Julieta no abrió la boca para preguntar. Los dos empezaron a tener una guerra fría.

La vida seguía como siempre, la única diferencia era que Julieta y Hector seguían sin hablarse, y ninguno de los dos estaba dispuesto a bajar la cabeza primero, así que estaban en un punto muerto.

—Ring, ring, ring.

Julieta vio que el identificador de llamadas era Eduardo, el profesor de la guardería de Miguel, así que contestó rápidamente, temiendo que algo fuera mal con Miguel en la escuela.

—Hola, profesor Eduardo, soy la madre de Miguel.

—La madre de Miguel, esta es la cuestión. Miguel ha enfermado repentinamente. ¿Tienes tiempo para venir?

El profesor Eduardo estaba muy ansioso. Los asuntos de los niños estaban originalmente mal controlados, y Miguel era el hijo de la Familia Velázquez, así que no se atrevió a retrasar el informe de su situación ni un minuto.

—Sí, sí, tengo tiempo. ¡Me voy ahora mismo! —el tono de Julieta cambió por la preocupación. Mientras respondía al profesor Eduardo, se dirigió a la entrada y comenzó a cambiarse de zapatos.

Tras colgar el teléfono, Julieta se dirigió inmediatamente al garaje, conduciendo el coche a toda velocidad. En la tan congestionada ciudad de Serance, le pareció que conducía el coche por un carril vacío.

Acelerando el coche todo el camino, Julieta llegó en quince minutos, lo que debería haber sido media hora de viaje.

En cuanto Julieta se bajó del coche, también llegó el de Hector. El profesor pensó que el tema del niño podía ser un gran problema, así que les advirtió a ambos.

—Julieta, ¿estás bien?

Hector vislumbró el rostro pálido de Julieta y se preocupó inevitablemente.

Barrio Lujo estaba más lejos de la guardería que el Grupo Velázquez, pero los dos llegaron a la escuela casi al mismo tiempo.

Hector se acercó a Julieta y le tendió la mano para apoyarla.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Papá, quiero que sea mi mamá