PECADO DEL DESEO romance Capítulo 6

—¡Mamá! ¡Mamá!

Entro en nervios, porque sé que es síntoma de que le va a dar un ataque.

—Mamá, espérame aquí... —la intento tranquilizar— ¡Te traigo tus pastillas ahora mismo!

Salgo corriendo al salón para coger la medicina, pero tan pronto como bajo las escaleras, detrás de mí se escucha un fuerte ruido, seguido por el rugido horrorizado de la sirvienta:

—La señora se ha suicidado... ¡La señora se ha suicidado!

Me balanceo, mi cuerpo se queda sin fuerzas en la barandilla de la escalera. Clyde me fulmina con la mirada mientras pasa corriendo a mi lado.

Entonces el caos toma poder en la casa, y al instante me rodean apresurados pasos de ellos. Las gasas sangrientas que sacan del dormitorio me dejan aterradas.

No esperaba que Yolanda se suicidara cortándose las venas en el baño...

Más tarde, cuando todo se calma, sigo congelada en el original. ¿La escena que ha pasado solo es una pesadilla?

Sí, Clyde me confirma que solo es el comienzo de una pesadilla.

A la noche, le doy un masaje a las piernas de Kenneth y lo ayudo a acostarse. Yo, en cambio, no consigo conciliar el sueño.

Me levanto y camino sigilosamente hasta el salón, y me siento con un vaso de agua en el sofá aturdida.

De repente me asusto, porque me doy cuenta de que el anillo de diamantes sigue en mi dedo anular. Al instante la sangre de las gasas de esta tarde y la trágica apariencia que tenía Katherine antes de morir saltan a mi mente...

Mi respiración se agita cada vez más, ¡La consciencia culpable me tiene loca!

Temblando, intento quitarme el anillo, pero por algún motivo, no consigo sacarlo de ninguna manera. Me planteo mojarlo con jabón, así que pongo en pie, pero una fuerza me golpea en los hombros y me tira al sofá.

Me da un susto porque me pilla por desprevenida.

En la oscuridad siento que un par de ojos feroces me están mirando fijamente.

—¿Clyde? —grito en voz baja— ¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame!

Se tira encima de mí, con una mano me controla y con la otra levanta mi camisón y toca entre mis piernas...

—¡No! Clyde, estamos en el salón, ¡contrólate!

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