PECADO DEL DESEO romance Capítulo 5

Vuelvo a mi habitación hecha un desastre.

Lleno la bañera con agua fría y me sumerjo en ella.

Esa sensación fría me mantiene inusualmente despierta. Las imágenes del enredo con Clyde a lo largo de los años pasan por mi mente como una película.

No sé cuándo será el fin de esta relación, pero presiento que, si esto continúa, o me volveré loca o lo mataré con un cuchillo.

El vuelo de mis padres aterriza a tiempo a las 3 de la tarde. A las 5 en punto tengo la cena lista para darles la bienvenida.

Eran mis padres adoptivos, ahora se han convertido en mis suegros.

Mi padre, Roberto Santalla, es un hombre de negocios con mucho éxito y con muchos contactos, eso le lleva a no poder dedicar mucho tiempo a su familia.

Sobretodo después de lo ocurrido con Katherine, volvía a casa con menos frecuencia y casi siempre estaba fuera en alguna cena de negocios.

Ni siquiera asistió a nuestra boda, pero se llevó a mamá a las afueras de la ciudad para asistir a la fiesta de cumpleaños de un funcionario de cargo elevado.

Mi madre, Yolanda Puigvert, es una ama de casa relativamente corriente, no se diferencia de las señoras de las familias opulentas: Vive una vida adinerada y cuida de sus hijos.

Pero después de perder a Katherine, a menudo entraba en trance y tenía alucinaciones. Más tarde, el médico diagnosticó que tenía trastorno depresivo mayor debido a una fuerte estimulación mental.

Como resultado, Clyde pone toda la culpa en mí. ¡¿Cómo no?!

—Papá, mamá, os traigo el té.

De acuerdo con las costumbres, debo ofrecerles té en cuanto entren.

Pero cuando me acerco a ellos con el té, Clyde empieza a hacerme la vida imposible de nuevo.

—¿No debes arrodillarte para servir té a tus suegros? —dice Clyde con frialdad.

Las palabras de él me hice temblada. Y miro a Roberto y Yolanda, no parecen estar en contra.

Lo sé soy humilde en esta familia. Es algo que tengo en la sangre, sea su hija adoptiva o su nuera, no cambiará nada.

—Selena, ¿en qué estás pensando? —Yolanda me mira y prengunta.

—Nada, mamá.

—Ven conmigo al estudio, tengo algo para ti.

Yolanda parece estar de muy buen humor hoy, habla más de lo habitual. Me lleva al estudio y saca una pequeña caja del armario.

Hay un delicado anillo de diamantes dentro.

—Desde que Kath se ha ido, siempre te he considerado como mi hija —Pone el anillo en mi palma y susurra suavemente—. Ahora eres mi nuera... ¡Selena, me alegro tanto!

—Este anillo me lo regaló mi madre cuando me casé, y ahora te lo doy a ti. ¿Sabes? A Kath le gustaba mucho cuando era niña, y siempre me lo pedía. No se lo daba por miedo a que lo pierda... Pero al final, no tuve más oportunidad de dárselo...

Mientras habla, sus ojos se nublan, su cuerpo tiembla y murmura algo borrosamente.

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