PECADO DEL DESEO romance Capítulo 14

Clyde se queda atónito, la sorpresa aparece en su rostro pero sólo es fugaz, y vuelve a ser la frívola de siempre.

—¡Buena chica! —sonríe y me levanta la barbilla—. Selena, como he dicho, nunca se te ocurra huir de la familia Santalla, ¡ni de mí!

—Lo entiendo.

Por supuesto que no huiré, al menos ahora seré obediente. Entiendo que tengo que hacerme fuerte y algún día dependeré de mí misma para conseguir mi libertad.

«En ese entonces... Clyde no serás nadie de mi vida...»

Al día siguiente tomo esa cosa y le suelto a Kenneth palabra por palabra la mentira que he memorizado de antemano.

Con mi mentira, Kenneth solo me mira en silencio.

Tengo la cabeza gacha y no puedo ver su expresión, pero veo que traga saliva y, la mano que sostiene la silla de ruedas se cierra en un puño y luego se relaja.

Mi cara está sonroja, igual que mis orejas, y me siento culpable. Aprieto con fuerza la cosa que tengo en mano, deseando romperla en pedazos. Las lágrimas caen de mis ojos y gotean en el dorso de mi mano.

—Lo... lo siento —digo exprimiendo mis últimas fuerzas.

—No quise hacerte daño, Kenneth —musito—. No esperaba que al final...

Kenneth guarda silencio durante mucho tiempo y suspira suavemente, y luego siento una sensación fría en el dorso de mi mano.

Me toma de la mano, me sorprende lo frío que están sus dedos y me desconcierta su piel tan pálida.

—Lo entiendo. —dijo con voz ronca.

Levanto la cabeza y lo miro a los ojos, no hay culpa ni odio en esos ojos, solo dulzura y compasión, como el cuidado que siempre me ha brindado desde pequeño.

—Somos pareja, Selena. —dijo.

De hecho, soy humilde delante de todos los Santalla, especialmente delante de Clyde.

Sé que no me dejará en paz.

Deliberadamente me ha puesto esa cosa debajo de mi almohada, como es controlable a través de una aplicación móvil. Cuando me acabo de acostar, siento una vibración debajo de la almohada. La saco mirándola, la vergüenza y la ira casi pueden conmigo. Lo cojo y lo estallo contra la pared, pero en este momento la puerta del dormitorio se abre.

Clyde está de pie en la oscura sombra, no puedo ver su rostro, pero sé que está sonriendo.

—Clyde —Estoy tan agotada que casi se lo pregunto con sollozos—. ¿Hasta cuándo piensas torturarme?

La figura en la puerta no se mueve ni un pelo. Después de mucho tiempo, se da la vuelta en silencio, pero antes de irse, escucho una voz baja y fría que viene de allí.

—Nunca.

Esta respuesta es mi condena de la vida.

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