PECADO DEL DESEO romance Capítulo 34

La atmósfera que hay de camino a casa me deja sin aliento.

Clyde conduce el coche. Ian y yo estamos sentados atrás. Veo su rostro frío en el espejo retrovisor.

¿Qué será de mí? ¿A qué me enfrentaré cuando vuelva a casa? Kenneth ha presenciado cómo Clyde me ha sacado en brazos. Seguro que sospechará de nuestra desaparición en tanto tiempo.

Tal vez ahora mismo en casa todo está patas arriba.

Y Clyde está cabreado. No querrá saber nada de mí.

Silenciosamente miro a Ian que está a mi lado.

¡Qué importuno su llegada! Clyde y yo estábamos en armonía hasta que de repente aparece y saca lo del caso, lo que despertó el odio de Clyde hacia mí.

—Selena —me llama Ian suavemente—. ¿Estás bien?

—¿Eh? —Levanto los ojos.

—Tienes mala cara. —Sonríe.

—Oh, estoy bien. —Bajo la cabeza—. Siempre tengo esta cara, gracias por tu preocupación.

—¿Tus manos están bien?

Sonrío amargamente.

—Sí… La adivina dijo que tendría desastres sangrientos en este año. Parece que ha dado con el tema. Porque últimamente lo de herirme y sangrar es lo más común que se me puede pasar.

Clyde, que está en el asiento del conductor, deja escapar una mueca de desprecio.

Me callo. Después de mucho tiempo, le pregunto a Ian en voz baja:

—Ian… He oído que has dicho que hay que hacer una prueba de ADN, ¿todo los involucrados con el caso tiene que hacerlo?

—En teoría, sí. —Me mira con dulzura—. Porque solo así conseguiremos resultados convincentes y no culparemos a ninguna inocente, claro, tampoco dejaremos escapar a ningún malo.

De repente siento que se me dificulta la respiración.

—¿Y si no lo hacen?

Antes de que Ian respondiera, Clyde habla primero:

—¿Qué pasa? ¿Tienes miedo? Si tienes miedo, toma la iniciativa de confesar lo que has hecho, ¡así también nos ahorras trabajo!

—¡De ​​qué estás hablando! —Mi cuerpo tiembla—. Te lo he repetido millones de veces, ¡la muerte de Katherine no tiene nada que ver conmigo! ¿Te lo tengo que decir en chino o qué?

De un frenazo mi cuerpo se lanza hacia adelante, mis palmas tocan el asiento delantero. Joder, ¡cómo duele!

—Clyde, ¿no sabes conducir o qué? —Ian se frota la cabeza y protesta en voz alta, mientras que a Clyde no le importa en absoluto. Se limita a mirarme con ojos gélidos. Esa cara de mala leche me asusta un poco.

Después de un rato, abre la puerta y entra en el patio de la familia Santalla.

Lo sigo con miedo.

En casa, todo está como siempre. Al ver a Ian mis padres se alegran mucho. Todos se quedan hablando y riendo en el salón. ¿Dónde está Kenneth?

Subo las escaleras y cuanto más me acerco a nuestra habitación, más miedo siento.

¡Qué raro! Nunca he estado tan asustada. Ni siquiera me he sentido así cuando Clyde me intimidaba con sus torturas.

Respiro hondo en la puerta. Venga, Selena, tarde o temprano lo tienes que enfrentar… Da igual lo que me tenga preparado, sea furia o locura, tengo que soportarlo. Quizás esto es lo que les debo a los Santalla. Después de todo, tengo que pagar por lo que ha hecho mi padre.

—¿Cómo he podido hacerte eso? ¡Qué inhumano he sido! Si no fuera por Clyde, tu mano estaría…

—Venga, dejemos este tema. —Me enderezo y escondo las manos en la espalda.

—Kenneth, ¿puedes hacerme un favor?

Kenneth se sorprende por un instante, luego asiente vigorosamente y se ríe.

—¡No digas lo de favores, solo dime lo que quieras que haga!

Me lamo los labios y digo suavemente:

—Ian Moloney ha vuelto. Está abajo.

—¿Ian? —Está desconcertado—. ¿Está de vuelta? No lo he visto en muchos años.

—Ahora es policía, responsable del caso de tu hermana. —Mi voz es cada vez más baja—. Kenneth, Ian ha dicho que va a buscar a todos los involucrados en el caso para coger muestra de sus ADN y hacer una comparación. Dice que así no se le escapará ni un malo…

—Pero Kenneth, yo… no quiero recordar lo que pasó en ese entonces, no quiero hacer esa prueba de ADN, no quiero cooperar con la investigación de Ian… ¿Me entiendes?

Estoy sentada en el borde de la cama, bajo la cabeza y las lágrimas se me caen sin cesar. Sé que esta pinta hará que Kenneth sienta pena por mí. El arma más poderosa de una mujer es hacer que un hombre sienta lástima por ella.

«¡Lo siento!», digo para mis adentros. Admito que soy codiciosa, no quiero echar a perder la buena vida que me da la familia Santalla, no quiero volver a la vida de antes, la cuál ni tenía un hogar fijo donde habitar. Me gusta ser la señora Santalla, no quiero volver con mi padre biológico y ser alguien que todos desprecian.

Mi padre mató a Katherine y yo estoy ocupando su puesto. Soy culpable. Lo sé.

Pero solo puedo seguir pecando, solo puedo decir más mentiras para encubrir la mentira que dije, y solo puedo usar a Kenneth para lograr mis oscuros objetivos.

—Kenneth, yo… —Me acerco a él y tomo la iniciativa de envolverle la cintura—. Espero que puedas protegerme, ¿de acuerdo?

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: PECADO DEL DESEO