El cuerpo de Kenneth está un poco rígido y su respiración cálida y rápida suena en mi oído.
Después de mucho tiempo, suelta una risita. Esa risita es tan fría que no parece venir de alguien como él.
—Selena —me dice—. ¿Qué me consideras? ¿Un medio para protegerte?
Lo miro en silencio. Siempre pensé que Kenneth es fácil de controlar. Desde pequeño me protege. Los hermanos Santalla perdieron a su hermana en el mismo tiempo, pero a diferencia de Clyde, que siempre se mete conmigo, Kenneth parece haber olvidado eso. Nunca lo ha mencionado.
Cuando nos casamos, él sigue tan amable conmigo.
Pero hoy, me da una sensación diferente y muy extraña. Sus ojos ya no están claros, allí hay oscuridades complicadas. Sé que dice algo entrelínea, lo que no sé es su verdadera intención.
Creo que me pide disculpas solo para calmar las cosas y no con sinceridad.
Retrocedo unos pasos. El Kenneth que tengo delante es cada vez más desconocido para mí.
—¿Qué quieres decir? —pregunto.
Sus ojos analizan mi cara. Después de un largo rato, sonríe y me dice en voz baja:
—Nada… No me malinterpretes. Solo estoy pensando en nuestra relación. Selena, en realidad no somos un matrimonio.
—Pero estoy dispuesta a tratarte como a mi esposo, y estoy dispuesta a cuidarte por el resto de mi vida.
—¿Incluso si nunca serás una mujer de verdad?
De repente siento que Kenneth sabe todo.
Yo estoy desconcertada. Esta es la primera vez que Kenneth me da esta sensación complicada. Cuando estoy pensando en cómo responder, él suspira y dice:
—Si realmente me consideras tu esposo, también estoy dispuesto a considerarte mi esposa de verdad… Olvidemos todo lo de antes para comenzar de cero.
—Mi salud no es buena, pero quiero tener un bebé. Selena, ¿sabes lo que quiero decir?
Respiro hondo y asiento levemente.
—En este caso, te protegeré. Si no quieres recordar lo que pasó en ese entonces, no pasa nada. Te ayudaré a distraer a Clyde e Ian. Pero… Selena, también espero que puedas cumplir con tu deber como esposa. No pienses más en quien no te pertenece, ¿de acuerdo?
De repente, siento como si algo se derrumba en mi corazón. Miro a Kenneth. Sus ojos son como dos agujeros negros. El horror de la asfixia me deja sin aliento.
—Kenneth, yo…
—No digas más. —Sonríe—. Sé que sientes algo por Clyde, y sé que él te trata diferente a los demás. Sí, ha estado metiéndose contigo desde pequeño, pero, si de verdad no le importas, ¿por qué se metería contigo? Ahora ya no solo se mete contigo, ¿no?
—Selena. —Me sostiene la cara entre sus manos, y la frialdad de sus dedos me asusta—. No me tomes por tonto, solo estoy haciendo la vista gorda. Si de verdad no siente nada por ti, ¿por qué aparece en nuestra habitación en el día de su compromiso?
No me salen las palabras, solo siento frío y poco a poco mi cuerpo empieza a temblar.
—¡Si te controlas en no pensar en él, te ayudaré!
Me encierro en la habitación durante mucho tiempo y ni siquiera aparezco en la cena. Las palabras de Kenneth no paran de hacer eco en mi cabeza.
—¿Cuál es la diferencia?
—Por supuesto que lo hay...
Los ojos fríos de Clyde están fijos en mí. De pronto, siento cosquillas en mis piernas. Esa sensación de cosquillas y entumecimiento sube por mi pantorrilla, pasa por mis rodillas y casi llega a mis entrepiernas…
¡Será cabrón! ¡Me está metiendo los pies en la falda!
Me arde la cara de vergüenza e ira, pero no puedo hacer nada. En mi contraste, él se pasa cada vez más. Su pie frota en mis piernas. Cada vez más erótico… Siento que sus dedos rozan mis entrepiernas… Me corta la respiración. Mi cuerpo está caliente y húmedo. Sin poder evitarlo, me muevo un poco. Entonces, lo veo sonreír como un malvado.
—Si es tu propuesta, puedo rechazártelo directamente, seguro que no te importará. Pero si es la propuesta de Selena, entonces tendría que darle una buena explicación… De verdad que hoy no puedo. Ian solo está libre hoy. He dejado de lado muchos trabajos que tenía en mano para quedar con él. Lo de Kath siempre ha sido muy importante para mí. Selena, me entenderás, ¿verdad?
Mientras lo decía, sus pies se meten más para dentro.
Aprieto mis labios con fuerza. Tengo el corazón en la garganta.
Afortunadamente, la mesa del comedor es grande y el espacio entre los asientos también es amplia, además, el mantel cuelga hasta el suelo. Desde arriba, no nadie notará nada.
—Claro… que puedo entenderlo. —Respiro hondo y digo con dificultad—. Kenneth, venga, hoy descansemos en casa. Ya cuando Clyde tenga un día libre saldremos de excursión juntos.
—¿Selena? —Kenneth frunce el ceño, obviamente un poco descontento.
No me quedan fuerzas para lidiar con él. Clyde lentamente recoge sus pies y finalmente suspiro de alivio.
—Selena, ¿cómo quedamos anoche? —Kenneth se burla—. ¿Ahora me dices que no vamos?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: PECADO DEL DESEO