PECADO DEL DESEO romance Capítulo 9

Casi grito de miedo.

—¿Qué? ¿Me tienes miedo? —La voz y respiración familiares me rodean.

Solo siento escalofríos en la espalda y se me ponen los pelos de punta.

—Clyde, tú...

Clyde se sienta en el borde de la cama y, con su mano, me acaricia desde el lóbulo de la oreja hasta el cuello...

—¡¿Qué estás haciendo?! —Me encojo y miro a Kenneth.

Lo raro es que Kenneth sigue durmiendo tan tranquilamente, como si no escuche nada.

Clyde sonríe, sus ojos brillan fríamente en la oscuridad, como un lobo feroz.

—Ken no se va a despertar —Clyde dijo con burla—. ¿No te acuerdas de la medicina que le diste?

Dicha palabras, mi mente está hecho un caos.

Además de la medicina que Kenneth toma habitualmente, ¿qué más puedo darle?

—¿Tú le has añadido algo, Clyde? —susurro—. Tú... ¿qué has puesto en el frasco de Kenneth?

—Nada, solo algo que le ayuda a dormir bien —Levanta mi barbilla y continua—. En ocasiones podemos dejar que Kenneth duerma profundamente, así podemos jugar a algo más excitante...

—¡Clyde, estás loco!

—¿Has sido follada por otro hombre al lado de tu marido dormido? Venga, será divertido.

—¡Eres un puto pervertido!

Lo golpeo desesperadamente, sin atreverme a hacer mucho ruido. Pero Clyde bloquea mis manos sobre mi cabeza con solo una mano y la otra levanta la colcha para acariciar mi cuerpo a su gusto.

—Lárgate... ¡Lárgate de aquí! —No puedo más con sus fuerzas, así que solo puedo insultarlo con mi boca— ¡Clyde, eres un capullo!

—¡Esta boquita realmente no sabe complacerme!

Con eso, baja la cabeza abruptamente y bloquea mi boca con la suya.

«Selena, ¡solo puedes parir mis hijos!».

Estas palabras caen pesadamente en mi corazón, como meteoritos impactando en la Tierra.

Del resto no me acuerdo nada.

Estas palabras parecen algunas piezas de puzle que llenan una parte secreta de mi corazón. Hasta yo misma me quedo desconcertada.

Cuando todo termina, Clyde sonríe, se lame los labios y me coge para arrojarme a la cama.

Sin embargo, esta vez me cubre con cuidado con la colcha, se sienta al lado de la cama y me mira por un rato mientas sus dedos juegan con las puntas de mi cabello.

Es una costumbre que tiene desde pequeño.

En este momento, es un «novio» de diez, que no me abandona después del orgasmo, sino que me cuida con ternura. En sus ojos no queda la frialdad de siempre, todo lo contrario, están llenos de lástima y piedad...

No, mentira, ¿he visto mal? ¡Cómo puede haber lástima en sus ojos!

Mi corazón siente como si algo pesado le da un golpe. Cuando estoy a punto de decir algo, Clyde rápidamente recupere su frialdad, y solo me deja una espalda

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