PECADO DEL DESEO romance Capítulo 10

No paro de dar vueltas en la cama hasta que llega la mañana siguiente. Suponiendo que Kenneth se levantará a estas horas, y temiendo que me vea con todas esas marcas en el cuerpo, me apresuro a ponerme una ropa para taparme todo eso.

Me bajo las escaleras y entero que allí está toda la familia. Clyde me fulmina con la mirada y lo evito deliberadamente, pero en verdad estoy nerviosa.

—Selena —Clyde se burla mientras unta con mantequilla el pan—. ¿No tienes calor con tanta ropa? ¿Hace falta que te compre un hiyab como las mujeres del Oriente Medio? ¿Para que solo te vea tu marido y nadie más?

—¿No puedes callarte la boca? —Kenneth piensa que Clyde está bromeando y me hace un gesto para que empuje la silla de ruedas. Los hermanos empiezan a jugar entre ellos.

—Selena, tienes mala cara, ¿no dormiste bien? —Yolanda me mira.

Yo estoy a un lado y hago todo lo posible por contener el temblor de mi cuerpo. Trato de esbozar una sonrisa, de hecho, soy consciente de que tengo una cara pálida y aterradora ahora.

Aún siento que mi cuerpo está adolorido. ¡Todo por culpa del cabrón de Clyde!

Lo miro con odio y Clyde también me está mirando. Sus ojos son gélidos, pero tiene los labios curvados, y hace un movimiento de jugar con el cabello.

—Siéntate a comer. —Yolanda me muestra una sonrisa.

No veo esperanzas, y no sé cuándo podré acabar con esta vida de sufrimiento.

—Si no te encuentras bien, deja el chequeo para otro día. —Kenneth me estrecha la mano y dice en voz baja.

De repente me acuerdo de que hoy tengo una cita con el médico. Tengo que pasar por innumerables exámenes antes de la FIV.

Me apresuro a decir:

—No, no, ¡vamos hoy! Ya está concertado la cita, no hagas cambios.

En realidad, quiero evitar a Clyde.

Mi subconsciencia me está diciendo: «¿Ha dicho que solo puedes parir sus hijos? ¡Pues hazle saber que estás dispuesta a pasar por todo para dar un bebé a otro hombre!».

La cara de Clyde se oscurece y arroja sus cubiertos sobre la mesa con un estruendo, de pronto la atmósfera se vuelve tensa.

Todos están mirándolo, pero él se ríe entre dientes.

—Kenneth y Selena van al hospital, pues le diré a alguien que prepare el coche.

Una vez que se va, siento que alguien me está mirando la espalda. Mis dedos agarran el mantel por inquietud, y no paro de recordar lo que me dijo: «Selena, ¡solo puedes parir mis hijos!».

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