Dante:
Mi vista se mantiene fija en la laptop azul Prusia que estaba encima de mi regazo con toda la información necesaria.
Me comienzo a desabotonar los primeros botones de mí camisa dejando que algunos de mis tatuajes sean visibles. El vuelo está siendo pacífico y eso me ayuda a calmar las putas emociones que llevo atragantadas en mi garganta.
Paso la mano por mí cabello castaño sintiendo la suavidad y que todavía permanece húmedo. Quería escapar como un cobarde y me di de cuenta de que yo no soy así; aunque las emociones me estaban consumiendo de una manera sorprendente igual decidí tomar al toro por los cuernos.
Por el rabillo del ojo logró ver llegar a la azafata caminando a paso coqueto y seductor intentando llamar mi atención pero fracasando con su tarea.
—Traeme un vaso de whiskey —mi tono es frío y demandante, veo que asiente con su cara mirando el suelo de aquel avión privado; da media vuelta pero antes de que se termine de ir la detengo con una nueva orden—; ¡A la mierda todo! —exclamo cerrando el portátil de mala manera a la vez que me deshago de la chaqueta del traje mostrando como mis músculos se tensan con el movimiento; logró sentir la mirada lujuriosa de la joven ocasionando que en mis labios se cree una sonrisa de suficiencia—, tráeme la botella completa; la necesito para lo que se viene.
—Por supuesto mi ... —la castaña no logra terminar de hablar cuando un grito arrollador provoca que me cubra mis oídos por inercia y otras sonrisa maliciosa se cree en mis labios.
—¿¡QUÉ MIERDAS HAGO AQUÍ!? —la veo posarse en frente de mi con su ceño fruncido y las manos en sus cintura esperando una respuesta; paso la mano por mí cabello acomodando con cuidado algunas hebras que se han liberada y le enseñó una de mis sonrisas pícaras haciéndole una señal a la azafata para que busque lo que le pedí.
La joven asiente y sale a paso apresurado de aquel lugar acomodándose su vestimenta de firma monótona.
—¿Acaso no fuiste tú la que quería que te trajera conmigo? —cuestiono con mis ojos fijos en los de ella y pasando mi lengua por mis labios incitando a que su mirada se detenga en ese lugar haciéndola tragar en seco.
—¡Nunca en mi sano juicio sería capaz de pedirte algo así —me señala con su dedo y yo solo abro la botella aproximandola a mis labios.
«Necesito esto para que me dé fuerzas»
—Pues bien que lo pediste, haz memoria —le digo de forma calmada con mi corazón latiendo a mil por hora cuando la veo morderse los labios de una manera no muy delicada.
—¡Cállate imbécil! —exclama con molestia y todavía continua con la misma pose en frente de mi—, ¡joder que dolor de cabeza!
—Oye que la que quería venir eras tú, así que a mi no me eches la culpa que en ningún momento te obligue a que vinieras; incluso hiciste tus maletas y todo —señalo las bolsas que ella misma preparo, ocasionando que se horrorice más todavía.
Unas carcajadas se liberan segundos después de haberme dado algunos tragos de alcohol, a la vez me pongo de pie haciendo que retroceda, intentando alejarse de mi; ocasionado que me de una punzada en el corazón.
«¿Qué diablos me sucede?»
Esa pregunta no deja mi mente.
—¿Qué es tan gracioso? —cuestiona un poco nerviosa y lo puedo asegurar cuando su pecho comienza a subir y bajar de una manera exagerada, se muerde su labio e intenta acomodar un mechón invisible detrás de su oreja.
—El solo hecho de que te hallas lanzado a mi diciendo que quieres venir conmigo para después echarte atrás —noto una pizca de decepción en sus ojos pero simplemente la ignoro; el alcohol siempre ha despertado mi lado de cabrón.
—¿Pero yo no....? —interroga con su mirada gacha.
Parece hacer memoria cuando toma asiento consternada con sus ojos cerrados. Sus mejillas se sonrojan, a la vez que abre sus ojos mirándome con la vergüenza plasmada en sus fracciones.
—¡Mierda! —es lo último que dice después de recibir la pastilla que se traga sin dudar.
Me vuelvo a sentar en el asiento que está al lado izquierdo de la ventana y acerco la botella a mis labios sintiendo el líquido amargo bajando por mí garganta; estoy tan acostumbrado a su sabor que ya mi cara no articula ninguna mueca de molestia o ardor.
—Entonces —dice con las manos en su cintura de nuevo recobrando la compostura.
—Entonces, ¿Qué? —cuestiono ya un poco con mi mano libre cerrada en un puño soportando las ganas de empotrarla en aquel lugar.
—¿Por qué me has traído? —pregunta y hasta yo me lo cuestionó.
¿Por qué la he traído?
Me pregunto a mi mismo acercando la botella a mis labios con calma mientras continúo observando a todos lados menos a su diminuto cuerpo.
—No sé —contesto de manera sincera y honesta.
—¿Qué no sabes? —cuestiona liberando un resoplido de molestia y pasando sus manos por su cabeza mientras camina de un lado a otro; yo solo mantengo mi mirada en su cuerpo—; me drogas, me secuestras, luego dices que no quieres nada conmigo y para colmo no sabes porque me tienes aquí... En serio cada vez me doy cuenta de que la idea que tengo de ti es la más acertada.
Sus palabras me molestan y puede que en cierto modo tenga razón; al principio quería huir como un cobarde; sin embargo, recordé que mi padre nunca me enseñó a temer a nada por muy confuso que pareciera; así que por un impulso le había preparado un desayuno que contenía una droga para dormirla y lograr meterla en el avión; la cosa era que no había hecho plan para saber que haría después con ella. Por primera vez en mi vida esto se me estaba yendo completamente de las manos y me estaba llevando al borde de un abismo sin fin donde me perdía con imágenes de las cosas que le haría.
De pronto el alcohol ocasiono que mi cuerpo trabajara por inercia. Me levanté dejando la botella en la mesita que está delante del asiento y me detengo a unos centímetros de ella sintiendo el latido de mi corazón; mi garganta se secó llevándome a tragar buscando un poco de saliva, mis manos fueron a parar a la cintura de Pía.
Sus ojos estaban abiertos como platos y veía su pecho subir y bajar en busca de algo de aire, se pasó la lengua por sus labios intentando mojarlos, provocando que con solo esa imagen mi miembro viril se levantara. Posó sus manos en mi pecho intentando alejarme de su cuerpo pero su fuerza no superaba a la mía.
—¿Qué haces? —cuestionó con voz nerviosa y jadeante.
—Ni yo mismo lo sé —mi voz sale ronca y seductora entretanto dejo mi mano detrás de su cabeza acercando sus labios más a mí.
Muerdo, chupo y lamo sus labios logrando que la chica se siente a horcajadas encima de mí. Acerco mis labios gruesos a su cuello y comienzo a dejar besos húmedos que ocasionan que arquea su espalda y se muerda su labio inferior.
—Señor Vivaldi —Gime y escucho atento a la vez que me desabrocho el botón del pantalón, hace a un lado su ropa interior e incierta mi gran miembro dentro de su húmeda entrepierna.
—Estas toda húmeda —digo con mi voz sonando algo robótica mientras la chica sin dudar comienza a moverse para arriba y abajo intentando bajar mi calentura pero fracasando en lo que hace.
Con rudeza me levanto ocasionado que la joven caiga de culo y le dé una mala mirada.
—¡Auch! —exclama sobandose el trasero.
—No sirves ni para follar como se debe —le doy la espalda me guardo mi miembro y me dirijo al baño.
—Yo...
—Sal de mi puta vista —le grito y veo como se marcha con lágrimas en sus ojos.
Paso la mano por mí cabello en frustración. Me cago en la puta leche; llevo días intentando dejar de sentir estás calenturas pero me es imposible con solo tenerla siempre junto a mí. Ella es mi martirio; mi perdición, es esa adicción que por más dañina que puede llegar a ser aún así las ganas de probarlas no disminuyen y para empeorar la situación la tendré toda una semana conmigo; ¿Qué carajos estaba pensando?, Traerla conmigo empeorará las cosas y se que en algún momento me la terminaré tirando como a todas.
—Es solo un capricho —me digo dándome un trago de whiskey sintiendo de nuevo como el líquido amargo baja por mí garganta y se concentra en mi miembro; paso la mano por mí cabello en señal de frustración mientras muerdo mi labio.
Lo debo tener tan rojo por todas las mordidas que le llevo dando desde que me subí en este avión. Me acerco con prisa al baño para liberar un poco mi calentura o por lo menos anivelarla; sin embargo, me detengo en seco al escuchar unos gemidos tratando de ser callados por la pileta del agua que está abierta, aunque logró percibir todo al ser mi audición bastante buena. No soy un tío fisgón, pero estoy tan caliente que solo acercó mi oreja y descubro quien es la dueña de aquellos gemidos.
—¡Oh Dante, sí así! —gime y sin siquiera dudarlo saco mi miembro, comenzando a darme placer yo mismo con los gemidos que salen de aquel pequeño cuarto de baño.
Siento como voy a explotar con solo escuchar su voz. Mientras una de mis manos está en mi pene erecto, la otra se posa en la manija abriéndola con cuidado de no ser descubierto y que mi película porno se vaya a la mierda. Logró dejar un espacio suficiente para que me dé una buena vista; la chica no se percata de lo que sucede así que agradezco poder bajarme está puta calentura.
Aquella imagen erótica me vuelve hacer tragar en seco y creo que es la primera vez que trago tanto. Mis ojos repasan cada parte de su cuerpo con detenimiento y lujuria. En mi sangre se asienta el deseo de entrar y follarla como nunca lo han hecho. Sus dedos están en su entrepierna dándole placer mientras mete uno de sus dedos y aumenta el movimiento; su otra mano está en su pequeño pezón endurecido pellizcyandolo a la vez que se muerde su labio inferior y cierra sus ojos. Continuó disfrutando de aquella imagen mientras siento como falta poco para que el placer termine de llegar a mí; al parecer no soy el único porque aquella chica de cabellos rubios aumenta la velocidad y se arquea permitiendo ver con mejor precisión su depilada vulva, mientras los dos aceleramos muestras manos.
Mi respiración y la de ella se vuelven erráticas, difíciles, perdiéndose poco a poco; acomodamos cada uno la espalda a una pared intentando mantener la compostura; sus piernas tiemblan. Solo un segundo fue suficiente para que los dos culminaramos en un orgasmo. Me cierro el pantalón guardando mi verga ya que se encuentra en su estado normal y levanto la mirada viendo como ella se arregla su vestido; sin embargo, de un momento a otro levanta su mirada ocasionando que las dos se crucen, enrojesiendo sus mejillas de la vergüenza mientras le muestro una sonrisa malvada.
—Ya casi vamos a aterrizar no deberías estar fuera de tu asiento —me doy media vuelta y la veo tragar a la vez que se pasa la mano por su coleta alta.
Este viaje va a ser más complicado y difícil de lo que pensé; no sé quién mierdas me mando a traerla conmigo... A no espera sí sé; mis pocas ganas de estar sin ella.
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