Peligrosa 21+ (COMPLETA) romance Capítulo 37

Dante Vivaldi.

Los fuertes rayos del sol se adentran por la gran ventana de la lujosa habitación del hotel, impactando en mi rostro con todo su brillo y dejándome con un dolor de cabeza de los mil demonios.

Odiaba las resacas después de tomar, pero era un precio que debía pagar por haberme hecho el hijo de puta y haber traído a mi tentación; una que desde el lamentable incidente de ayer no podía sacarme de la cabeza, el solo hecho de que todo lo que estaba haciendo por ella nos está llevando por un barracón sin fin.

No dude en abrir mis ojos, necesitaba despertar; sin embargo, los cerré con la misma prisa con la cual los había abierto al sentir el dolor de cabeza convertirse en protagonista de mi dolor. Realice un segundo intento y finalmente logré acostumbrarlos a la fuerte luz solar que atraviesa las cortinas que protegen las ventanas del balcón. Me senté en el borde la enorme cama Queen Side sintiendo el suave colchón hundirse por mi peso, completamente desnudo solo con unos chándals cubriendo mis piernas. Deslice mis manos por mis regados cabellos, a la vez que libero un resoplido de cansancio con estrés unido.

Continuo ahí sentado suplicando por no tener que cruzarme con ella después del acontecimiento de ayer donde no puede dejar de apreciar sus hermosos hoyuelos y enloquecedora sonrisa, mientras escuchaba a su cantante favorito...

Sentí dos toques en la puerta ocasionando que un sobresalto me dejara en pie y sintiera la suavidad de aquella alfombra.

—Pase —demando en segundos después de entrar al baño; suponía que era el servicio de habitaciones.

Tomo un respiro, preparándome para lo que se venía el día de hoy, en cuanto me apoderaba de la aspirina que calmaría la acidez en mi garganta.

—Señor aquí le tragímos su desayuno —la señora de cincuenta años llena de canas, entró con un carrito repleto de comida lista para ser digerida por mis carnosos labios. El olor impregnó mis fosas nasales en segundos, convirtiéndome en el leon que no deja de devorar a su presa.

—¿Me trajeron lo que siempre pido? —cuestiono enrollando la toalla en mi cintura llamando la atención de aquella mujer.

—Asi... es —la mujer trago en seco al prestar atención a mí abdomen marcado, ocasionando que en mis labios se creará una sonrisa.

—¿Le gusta lo que ve? —pregunto de una forma bastante maliciosa con mis labios curveandose en una sonrisa.

Ella fijo sus ojos verde esmeralda llenos de arrugas en los míos, volvió a tragar. Aquella situación me causaba bastante gracia; parecía que aquella mujer nunca había visto a semejante espécimen.

—Señor... me debo retirar —tartamudeo un poco al principio pero luego recuperó la compostura y se dió media vuelta lista para marcharse.

—Necesito que le diga a la chica de la habitación de enfrente que venga a desayunar —ordeno a lo que ella asintió sin darse la vuelta.

—Por supuesto señor Vivaldi.

Segundos después el silencio de aquel lugar me absorbió; me dirigí al baño y me adentré en la bañera disfrutando de una buena ducha. El agua cae por todo mi cuerpo mojando cada parte de este; mi cabello no es la excepción. Tomo el jabón líquido y comienzo a extenderlo por todo mi musculosa anatomía limpiando, eliminando, haciendo que desaparezca la suciedad que se ha colado por mis poros.

Minutos después envuelvo mi cintura en la toalla azul Prusia dejando mí abdomen a la vista, junto a las pequeñas gotas de agua que permanecen en mis pectorales, acercándome al lavabo a eliminar la suciedad de mis dientes antes de desayunar como siempre hacia.  Abro el grifo de oro y me enjuago la boca eliminando el sabor a menta que se está concentrando en esta.

Me lavo la cara por tercera vez y regreso a mí habitación.

—Te estaba buscando... —la chica de cabellos dorados entra por la puerta de caoba a paso apresurado sin ni siquiera mirar a dónde me encuentro, una sonrisa se alza en mis labios y coloco mi brazo en la puerta del cuarto de baño con la toalla todavía enrollada en mi cintura y algunas gotas de agua cayendo de mi cabello.

Se queda sin palabras en el instante que fija su mirada en mí cuerpo.

Sus labios se quedan entreabiertos, sus mejillas se sonrojan, sus ojos se abren como platos y traga segundos después de caer su mirada en mí abdomen marcado, pasa la mano por su cabello con rapidez, a la vez que gira su cuerpo quedando de espaldas a mí.

Me muerdo mi labio inferior al fijar mi mirada en su trasero y me percato de que no trae puesto ropa interior; se encuentra envuelta en un albornoz rosa claro, su cabello suelto y totalmente descalza.

Me acerco lentamente mientras ella permanece todavía conmocionada y de espaldas a mí por el impacto de ver mi cuerpo.

Doy dos zancadas y ya me encuentro a solo unos centímetros de ella; coloco mis manos en su cintura y siento su cuerpo estremecerse bajo mi tacto; solo eso basta para que la gire y nuestras caras queden a una distancia bastante corta.

La tensión sexual se puede cortar con un cuchillo si así lo desearás.

Siento como mi garganta se seca y mi miembro se levanta con euforía creyendo que algo llegará a suceder.

—Sabes —acercó su cara más a la mía y me percaté de que traga intentando decir algo pero de sus labios no salían las palabras—, creo que prefiero tenerte así como estas ahora; para que quieres ropa si te vez mejor así; sin ella.

Las luz solar que se colaba por el balcón de aquella habitación daba una hermosa imagen de ella endureciendo mí polla a límites inimaginables.

Ella respiraba de forma inquieta, temblando bajo mis brazos.

El sonido de las aves cantando se sentía como una hermosa sinfonía tan majestuosa y versátil.

Sin dudar y con el cuerpo de aquella chica estático debajo de mis manos la lanzé con brusquedad hacia el colchón viendo cómo ella se sostiene de mi brazo provocando que los dos terminemos en la cama con mi cuerpo encima de ella.

—¿Puedes ... salir de encima de mí? —tartamudea ocasionando que una de mis manos se coloca en su cara tomando un mechón de su cabello y dejándolo justo detrás de su oreja.

—¿Quieres que lo haga? —digo en voz baja con uno de mis brazos a su costado, remojando mis labios.

Mi dedo roza su piel y todo se va a la mierda. Mi respiración se vuelve errática, mis latidos se apresuran y debí tragar cuando mi garganta se seca por completo.

Mi miembro está erecto y listo para la batalla.

Veo como su piel se eriza y como sus pupilas se dilatan, separa sus labios intentando buscar oxígeno.

Mi autocontrol se va a la puta mierda y voy aproximando mucho más mi cara a la suya. Bajo mi mano derecha a su entrepierna y logro sentir la humedad que está concentrada en aquella zona, creando una sensación de necesidad en mí interior.

Comienzo acariciando su monte de Venus, sintiendo como arquea su espalda y un gemido sale de sus labios.

—¡Ah! —gime dejándome un poco perdido y que por inercia muerda su labio inferior.

—¿Te gusta? —cuestioné con voz ronca sintiendo como su cuerpo reacciona cada vez más y moja mis dedos con sus flujos.

Ella niega, niega como si su vida se le fuera en ello así que por pura venganza intensifiqué mi cometido.

«¿Qué mierdas me sucede?»

Bajo a la recepción y me encuentro con el valet parking a solo unos pasos de mí auto. El hermoso Mercedes Benz Sprinter con neumáticos negros, cristales blindados y una capa de pintura negra está impecable con sus asientos cuereados.

Me aproximo y tomo la llave adentrándome en el hermoso auto que solo uso cuando voy de viaje de negocios. Me arreglo mi traje dirigiendo la llave al volante sintiendo como el motor ruge de una manera maravillosa y excitante. Bajo la ventanilla y logro ver a la rubia de ojos azules bajando a la recepción con su rostro rojo y un vestido veraniego.

Sus ojos se cruzaron con los míos y solo actuó como siempre actuaba en ocasiones; como una niña pequeña, me sacó la lengua y me dio la espalda.

Le mostré una de mis sonrisa pícaras y levanté mí mano ocasionando que se sonrojara, llamando la atención de todas las personas de aquel lugar.

Unas carcajadas salieron libres de mis labios y sin dudar coloqué mi pie en el acelerador sintiendo la adrenalina en mi sangre.

Las calles de Rumanía no estaban tan transitadas como pensaba.

Los carros de todos colores y marcas se mantenían en movimientos constante.

Las personas caminaban de un lado a otro con sus bolsos caros y sus joyas de millones de dólares.

Antes de llegar a la reunión llamé a uno de mis guardaespaldas más importantes.

Al tercer timbre siento como descuelgan y me preparo para dar la orden.

—Necesito que estés al tanto de cada uno de los movimientos que realize la señorita Melina; no importa cual sea, solo mantenme al tanto, y que no le suceda nada —no espero respuesta así que cuelgo y guardo el teléfono celular en la guantera.

Paso la mano por mí cabello y me detengo en un semáforo apoyando la cabeza en mi volante tratando de relajarme.

Todavía mi calentura permanece un poco ahí intacta, sin embargo, no podía llegar a algo más; hay algo en mi interior que a pesar de todo no quiero usar a aquella hermosa rubia.

Me he sentido un poco extraño en todo este tiempo y eso realmente me asusta demasiado, el miedo no es algo que este presente en mí; aunque en estos momentos todo me da vueltas y no se qué reacción, ni que decisión tomar. Lo que más me atemoriza es el hecho de que con solo una mirada dolida de ella soy capas de quemar hasta al más estupido que planeo dañarla, me duele porque al final de todo estoy más que al tanto de que seré yo quien la dañe y no quiero eso; pero odio sentirme vulnerable cuando ella está cerca.

Me he sumido en el alcohol y me siento como en una tormenta donde planeo salir ganador. Le doy a la palanca y acelero a toda velocidad dirigiéndome a mí destino.

Los árboles y los enormes edificios dan una imagen de gran exuberancia a aquel país tan desarrollado. Un enorme edificio con las siglas MG se cierne a solo unos pasos de mí.

Fijo mi vista en el parqueo y me dirijo hacia allí listo para guardar mi auto. Al entrar encuentro varias plazas libres; sin pensar derrapo a una velocidad implacable y me detengo en el espacio vacío.

Apago el motor del auto, cierro la ventanilla que continuaba abierta y abro la puerta del piloto, saliendo por esta misma. Cierro todo y activo la alarma. Observo mi reflejo en el automóvil y me acomodo algunas hebras castañas que se quedan liberadas al igual que las arrugas de mi traje.

Guardo las llaves en mi chaqueta y me preparo para mí importante reunión. Espero que toda esta mierda solo sea pasajera... Al menos supongo eso.

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